El hombre que aporreó con un martillo al esposo de la expresidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi el año pasado se alimentó constantemente de teorías conspirativas de derechas antes de cometer el atentado, que tuvo lugar cuando faltaban menos de dos semanas para las elecciones de mitad de mandato.
A medida que se calienta la campaña presidencial de 2024, los expertos en extremismo temen que se intensifique la amenaza de violencia por motivos políticos. De “Pizzagate” a QAnon y a “Stop the Steal”, las teorías conspirativas que satanizaron a los enemigos de Donald Trump se están transformando y extendiendo cuando el favorito para la candidatura republicana de 2024 aspira a volver a la Casa Blanca.
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“Estas teorías conspirativas y las ideologías muy divisivas y viciosas ya no están aisladas en los márgenes”, dijo Jacob Ware, investigador del Consejo de Relaciones Exteriores que se centra en el terrorismo interno. “Ahora se están infiltrando a gran escala en la sociedad estadounidense”.
Un jurado federal condenó el jueves a David DePape por agredir a Paul Pelosi en su casa de San Francisco el 28 de octubre de 2022. Antes del veredicto, DePape declaró que había tenido la intención de tomar como rehén a Nancy Pelosi y “romperle las rótulas” si la legisladora demócrata le mentía mientras él la interrogaba sobre lo que consideraba corrupción gubernamental. Pelosi se encontraba en Washington al momento de la agresión.
En sus desvaríos en internet antes del ataque, DePape repitió los principios de QAnon, una teoría conspirativa pro-Trump que ha sido vinculada a asesinatos y otros crímenes. Una creencia fundamental de los seguidores de QAnon es que Trump ha tratado de desenmascarar a una cábala de adoradores de Satanás y traficantes sexuales de niños formada por destacados demócratas y miembros de la élite de Hollywood.
Trump ha potenciado las cuentas de redes sociales que promueven QAnon, que creció desde los márgenes de la ultraderecha de internet hasta convertirse en un elemento fijo de la política republicana dominante.
Muchos de los alborotadores que irrumpieron en el Capitolio el 6 de enero de 2021 adoptaron las creencias apocalípticas de QAnon en internet antes de viajar a la capital del país para asistir al mitin de Trump “Stop the Steal” de ese día. El foro virtual antes conocido como TheDonald.win bullía con planes de violencia días antes del asedio.
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Antes de QAnon, muchos partidarios de Trump adoptaron la desacreditada teoría conspirativa del “Pizzagate”, según la cual importantes demócratas dirigían una red de tráfico sexual de menores desde el sótano (inexistente) de una pizzería de Washington. Un hombre de Carolina del Norte fue condenado a prisión en 2017 por disparar con un fusil dentro del restaurante.
En su campaña para 2024, Trump ha intensificado su retórica combativa hablando de represalias contra sus enemigos. Recientemente bromeó sobre el ataque con martillo contra Paul Pelosi y sugirió que el general retirado Mark Milley, exjefe del Estado Mayor Conjunto, debería ser ejecutado por traición.
Un hombre de California espera juicio acusado de conspirar para matar al juez de la Corte Suprema Brett Kavanaugh, nominado por Trump, en su casa de Maryland.
La derrota de Trump ante el demócrata Joe Biden en las elecciones de 2020 no puso fin a la propagación de las teorías conspirativas influenciadas por QAnon ni a sus profecías no realizadas. La ideología siempre cambiante del movimiento sin líder a menudo adopta creencias de otras teorías conspirativas.
“Ha sido realmente hábil para evolucionar en función de los tiempos y los acontecimientos actuales”, dijo Sheehan Kane, gerente de recopilación de datos del Consorcio para el Estudio del Terrorismo y las Respuestas al Terrorismo, o START, con sede en la Universidad de Maryland.
En un artículo de 2021, Kane y el investigador principal de START Michael Jensen examinaron los crímenes inspirados en QAnon cometidos por 125 adeptos desde que la teoría conspirativa se originó en 2017 en 4chan, un tablón digital de imágenes. Descubrieron que había más “agresores extremistas” relacionados con QAnon que con cualquier otro grupo o movimiento extremista en Estados Unidos.
“En 2020, millones de personas se radicalizaron en nombre de esta teoría conspirativa. Es realmente difícil saber quién va a actuar en nombre de una teoría de la conspiración”, enfatizó Kane.
DePape, el agresor de Paul Pelosi, testificó que su interés por las teorías conspirativas de derecha comenzó con el GamerGate, una campaña de acoso online contra feministas en la industria de los videojuegos. A partir de 2014, los videojugadores misóginos aterrorizaron a las desarrolladoras de juegos y a otras mujeres de la industria con amenazas de violación y muerte.
Brianna Wu, uno de los objetivos originales del GamerGate, dijo que no le sorprendió saber que, casi una década después, esa campaña estaba relacionada con un ataque de carácter político. Wu dijo que el GamerGate surgió de los mismos recovecos en línea que engendraron teorías conspirativas de ultraderecha como el Pizzagate y QAnon.
“Se trata de un patrón de radicalización que se repite una y otra vez en todos los ámbitos de la política”, afirmó Wu. “No es una cuestión de derecha contra izquierda. Se trata de un problema de radicalización que se produce en internet. Necesitamos una respuesta política”.
DePape testificó que fue a la casa de Nancy Pelosi con planes de interrogarla sobre la interferencia rusa en las elecciones de 2016. Dijo que tenía la intención de usar un disfraz de unicornio inflable mientras la grababa y luego publicar el video en línea.
DePape supuestamente dijo a las autoridades que entre sus otros objetivos se encontraba una profesora de la Universidad de Michigan experta en teoría feminista y estudios queer. Añadió a los miembros del jurado que había oído hablar de la profesora escuchando a un comentarista conservador.
La deriva de DePape hacia las teorías conspirativas es un ejemplo de radicalización de manual, según los expertos en extremismo, que afirman que la generalización de ideas falsas, intolerantes y dañinas en programas de radio y televisión, redes sociales y otros foros públicos en línea las ha hecho mucho más accesibles.
Según Brian Hughes, profesor de la American University y director asociado del Laboratorio de Investigación e Innovación sobre Polarización y Extremismo, el problema se agrava por la laxa moderación de contenidos en las redes sociales y por la creciente “industria artesanal de creación de conspiraciones” que busca utilizar la retórica extremista para sacar provecho o ampliar su audiencia.
“Algunas de las personas de esa amplia audiencia serán personas como DePape, que cometerán intencionadamente un acto de violencia basándose en esta información falsa y dañina que se les ha proporcionado”, dijo Hughes.
Las teorías conspirativas son seductoras por su propio diseño, lo que lleva a algunas personas susceptibles a sumergirse completamente en ellas, afirmó Amarnath Amarasingam, investigador del extremismo y profesor de la Queen’s University de Canadá. DePape declaró que antes del atentado jugaba con frecuencia a videojuegos durante horas mientras escuchaba podcasts políticos.
Escuchar repetidamente que los adversarios políticos o los dirigentes del gobierno son responsables de actos malvados da a los creyentes un chivo expiatorio para sus problemas y una “misión moral” para hacer algo al respecto, afirmó Amarasingam.
Los años electorales estadounidenses suelen caracterizarse por la violencia, señaló Ware, del Consejo de Relaciones Exteriores, ya se trate de delitos de intolerancia en respuesta a la identidad de un candidato concreto o de reacciones violentas a resultados desfavorables.
“Así que debemos esperar sin duda incidentes de este tipo en 2024″, afirmó.
El regreso de Trump a las urnas el próximo año, así como sus actuales batallas legales, seguramente amplificarán la retórica politizada y podrían impulsar más violencia extremista, advierten los expertos.
“Donald Trump tiene la habilidad de respaldar tácitamente la violencia sin decir nada que sea realmente un respaldo claro a la misma”, dijo Hughes.
Para combatir la violencia potencial, los estadounidenses deben tratar de bajar la temperatura de la retórica política y estar atentos a los seres queridos que puedan estar cayendo en una espiral de radicalización, dijeron los expertos.
“Pasar horas y horas consumiendo material sobre teorías conspirativas es intoxicante”, señaló Hughes. “Te anestesia de las preocupaciones de tu día a día del mismo modo que lo hacen ciertas drogas. Y creo que tenemos que reorientar un poco nuestro pensamiento en esa dirección, para que podamos empezar a ver esto como el problema de salud pública que realmente es.”