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Comenzó la era del consumidor ermitaño

Tras la pandemia de COVID-19, el mundo fue testigo de un cambio de paradigma en el comportamiento de los consumidores, que marcó el auge de una nueva tendencia. Denominada “consumidor ermitaño”, prioriza los artículos de primera necesidad para el hogar y las comodidades digitales frente a las salidas y experiencias tradicionales. Metro examina la evolución de los hábitos de gasto.

Consumidor ermitaño
Consumidor ermitaño Los cierres y las medidas de distanciamiento social han cambiado significativamente el panorama psicológico del consumismo. (Freepik)

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La era del llamado consumidor ermitaño surgió a raíz de la pandemia del COVID-19. Esta tendencia está marcada por el hecho de que los habitantes de las naciones más ricas gastan 600.000 millones de dólares menos de lo previsto en servicios. En su lugar, hay un mayor foco en la compra de bienes para uso doméstico.

Según Jodie Show, responsable de marketing global de una agencia de investigación llamada Kadence International, un consumidor ermitaño se refiere a un individuo que opta predominantemente por el consumo en casa en lugar de relacionarse con entornos minoristas tradicionales o espacios públicos.

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“Este comportamiento se caracteriza por el aumento de las compras en línea, los servicios de entrega a domicilio y la preferencia por el entretenimiento en casa. El consumidor ermitaño surge de la confluencia de la comodidad digital y un mayor deseo de espacio personal y seguridad, especialmente acentuado por la reciente crisis sanitaria”, explica a Metro.

Pero, ¿por qué se ha convertido en una tendencia mundial?

Quedarse en casa se convirtió en la norma por razones de seguridad, y la gente se acostumbró a la comodidad de las compras en línea y las entregas a domicilio. Incluso con la vuelta a la normalidad, la comodidad del hogar y la facilidad de recibir todo a domicilio con unos pocos clics mantuvieron el interés de la gente alejada de las compras tradicionales y de salir a la calle.

“Hemos experimentado grandes cambios en nuestra forma de vivir y de comprar. Nuestra forma de socializar y comprar cosas se ha transformado gracias a Internet. Es súper cómodo y nos da muchas opciones desde nuestro sofá”, explica Rob Whaley, especialista en finanzas de Horizon Finance Group.

Y añade: “Además, nuestros estilos de vida y de trabajo han evolucionado, lo que nos hace más proclives a quedarnos en casa. Encontramos consuelo en las actividades domésticas. La web está en todas partes y comprar en línea es pan comido, así que se ha convertido en norma relajarse en casa y disfrutar de las cosas sin salir”.

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Los expertos creen que este cambio radical representa una profunda recalibración de las prioridades y valores de los consumidores.

“La cifra de 600.000 millones de dólares es indicativa de una migración masiva a plataformas y servicios digitales. Los consumidores están reasignando sus gastos de los establecimientos tradicionales a los ecosistemas en línea”, afirma Show.

Y concluye: “Este giro no es simplemente un cambio en los canales de compra, sino que refleja una redefinición más profunda de las opciones de estilo de vida y los hábitos de consumo, con una fuerte inclinación hacia la salud, el bienestar y la sostenibilidad”.

Metro habló con Jodie Show para saber más.

Los retos para las empresas en la era del consumidor ermitaño incluyen la necesidad de diferenciarse en medio de la feroz competencia en línea, protegerse contra las amenazas cibernéticas y mantener una conexión personalizada con los consumidores que ahora tienen opciones ilimitadas al alcance de la mano

—  Jodie Show, responsable de marketing global de Kadence International

ENTREVISTA

Jodie Show, directora de marketing global de Kadence International

P: ¿Cuáles podrían ser las implicaciones del cambio hacia las nuevas preferencias de los consumidores?

- Las implicaciones son múltiples. Económicamente, hay una redistribución de la cuota de mercado que favorece a las empresas que dan prioridad a lo digital. Socialmente, puede haber un declive de las experiencias de consumo comunales. Desde el punto de vista medioambiental, el aumento de las emisiones de los envases y las entregas podría tener repercusiones, contrarrestadas por una posible reducción de la producción en masa y los residuos. En cuanto a la planificación urbana, la disminución de la afluencia a los comercios minoristas podría conducir a una nueva concepción de los espacios públicos y del uso de los inmuebles comerciales.

P: ¿Qué estrategias recomendaría a las empresas para seguir siendo relevantes y competitivas en esta era del consumidor ermitaño?

- Aconsejaría a las empresas que se centraran en crear plataformas digitales sólidas que ofrezcan experiencias de usuario intuitivas. Deben aprovechar el análisis de datos para personalizar los servicios y predecir las tendencias de consumo. También es fundamental desarrollar cadenas de suministro ágiles, invertir en prácticas sostenibles y fomentar la participación de la comunidad a través de las redes sociales y los programas de fidelización. Por encima de todo, las empresas deben seguir siendo adaptables y estar abiertas a la innovación continua para satisfacer las demandas cambiantes de los consumidores ermitaños.

P: ¿Seguirá creciendo la tendencia del “consumidor ermitaño” o prevé una vuelta a los comportamientos de consumo anteriores a la pandemia?

- Es probable que la tendencia del consumidor ermitaño persista, si no crece. La comodidad y la eficiencia del consumo digital han establecido nuevos estándares difíciles de revertir. La huella psicológica de la pandemia en la conciencia colectiva de los consumidores seguirá influyendo en los comportamientos en un futuro previsible.

P: ¿Qué nos depara el futuro en lo que respecta al gasto de los consumidores?

- Es probable que en el futuro el gasto de los consumidores esté más orientado a los valores y sea más consciente, haciendo hincapié en la sostenibilidad, la salud y el bienestar. La posibilidad de crisis mundiales recurrentes puede incitar a los consumidores a buscar marcas que demuestren fiabilidad y responsabilidad ética. La flexibilidad y la resistencia serán fundamentales, ya que los patrones de gasto pueden fluctuar en respuesta al flujo y reflujo de los acontecimientos mundiales. En general, seremos testigos de una base de consumidores más cautelosos, informados y capacitados tecnológicamente, que valoran la experiencia y la personalización por encima del mero consumo.

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