Octubre es el Mes de la Salud Mental en Puerto Rico, según declarado por ley. Una mirada a las pocas estadísticas disponibles apunta a un notable deterioro de la salud mental ante los retos de la sociedad actual.
Las cifras de registro más recientes de la Línea PAS proporcionadas por la Administración de Servicios de Salud Mental y Contra la Adicción (ASSMCA) a este medio reflejan un considerable aumento en las llamadas recibidas en respuesta a individuos con comportamientos suicidas y otros problemas de salud mental. Mensualmente, son atendidos alrededor de 35,000 llamados de este tipo, número que para el año pasado rondaba los 26,000 al mes. Solo hasta julio de este año, se registraron más de 203,200 llamadas a la línea PAS; siendo 10,500 de estas vinculadas a pensamientos suicidas.
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Mientras, cada vez son más las personas en Puerto Rico que sufren de ansiedad y/o depresión clínica en distintos grados, particularmente las más jóvenes, según el relato de especialistas de salud mental. ¿Será que las nuevas generaciones son más susceptibles a estos padecimientos o es que en la actualidad hay más herramientas que permiten reconocerlos y diagnosticarlos? Según la psicóloga clínica e industrial, Frances Díaz Urrutia, ambas aseveraciones son correctas.
“El estilo de vida que se ha instalado ahora, el uso excesivo de la tecnología, la tensión que generan las redes sociales por tener ‘likes’ y estar todo el tiempo conectado para saber qué está pasando… todo esto influye psicológicamente y ciertamente son muchos más los adolescentes con episodios de ansiedad y depresión”, señaló la doctora Díaz. Asimismo, la experta destacó como una característica positiva la creciente apertura que hay en los adultos más jóvenes para reconocerse vulnerables ante las adversidades de la vida y exteriorizar los factores que afectan su salud emocional. “Que haya gente que sea más vocal sobre estos temas impulsa el que otras personas busquen ayuda, sepan que no están solas, se sientan más cómodas con aceptar su condición y sean capaces de buscar herramientas para tratarlas”, puntualizó.
No obstante, en un archipiélago donde el envejecimiento poblacional predomina y ha acelerado su ritmo en la pasada década, según constata el Negociado Federal del Censo (2020), todavía hay una fuerte resistencia y estigmas heredados alrededor de la salud mental, lo que propicia el choque generacional de valores y la tensión social.
Un ejemplo reciente fue el señalamiento de un político a una periodista que compartió en un momento dado que experimentaba ataques de ansiedad. La figura política lo trajo al debate político como una marca al trabajo de la periodista. Hubo debate —mayormente entre generaciones distintas— sobre si la periodista debió compartir su situación de salud.
“Hay una percepción tan delicada en cuanto a los jóvenes que suelen llamarlos ‘la generación de cristal’, y a sus padres ‘la de algodón’. El problema con esto es que los adultos mayores, en general, no entienden o no reconocen las condiciones de salud mental, pese a que ellos mismos suelen padecerlas, porque antes había un gran estigma y la creencia de que si tú tenías una condición de salud mental, tú eras una persona débil o te andabas “con changuerías”, lo cual hoy sabemos que es erróneo. Eso genera ciertamente una brecha generacional que falta atender”, explicó Díaz Urrutia.
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Así, la todavía instalada idea entre los adultos mayores que asocia el buscar ayuda psicológica con debilidad resulta contraproducente, ya que no les exime de necesitarla con igual o incluso mayor urgencia que los mismos jóvenes. Según un informe de la Oficina de las Personas de Edad Avanzada (2021), la depresión está entre las primeras tres condiciones de salud que afectan a adultos de 65 años o más en la isla. El panorama se complica aún más al sumarse otros padecimientos propios del avance de la edad y factores como el asilamiento, la falta de cuidadores y acceso a servicios.
“La realidad es que gran parte de nuestra población mayor está viviendo sola. La migración de los más jóvenes y los familiares en general es un gran detonante. La socialización es sumamente importante para la salud mental y emocional, y no tener esto es un agravante”, advirtió José Acarón, director estatal de AARP, reconocida organización sin fines de lucro destinada a atender a la población envejeciente en Puerto Rico.
“Hay personas mayores y hay personas mayores con fragilidades. Un adulto mayor que padece condiciones de salud, dificultades económicas, falta de movilidad y encima carece de estímulos en la parte social, es como una bomba de tiempo y es probable que sea más vulnerable a la ansiedad y la depresión. Incluso, los problemas de salud mental muchas veces tienen impacto en su salud física”, añadió Acarón.
Además, es importante tener en cuenta que el efecto recesivo de los eventos traumáticos que experimentó la población puertorriqueña en los pasados años, los desastres naturales, la pandemia del COVID, el alto costo de vida en la isla y los limitados —o poco eficaces— servicios que ofrece el aparato estatal han abonado a la inestabilidad emocional a nivel colectivo, haciendo apremiante una mayor intervención y educación con miras a abordar correctamente la crisis de salud mental en todos los rangos etarios.
Se ha visto, sin embargo, que mientras el discurso oficial de La Fortaleza y la Administración de Servicios de Salud Mental y Contra la Adicción remarca la salud mental como un asunto de salud pública que “requiere la colaboración de todas las entidades gubernamentales” y la comunidad, recientemente esa política pública plasmada en papel fue opacada por el ataque de una de las figuras políticas del partido en el poder hacia una periodista.