Mily Trevino-Sauceda tenía nueve años cuando su mamá se desvaneció mientras instalaba caños de riego en campos de papa y alfalfa en un establecimiento agrario en Idaho. Su hermano de 10 años le echó agua en la cara y el cuerpo mientras los niños lloraban, aterrados. La madre se había desmayado debido al calor y a partir de entonces nunca pudo volver a trabajar tan rápidamente o durante tanto tiempo bajo el sol.
Décadas después, el recuerdo persiste nítidamente en la memoria de Trevino-Sauceda, quien dice que se han implementado pocos cambios para proteger a los trabajadores del campo del calor extremo.
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“Saber que esto sigue sucediendo me enfurece”, se lamenta Trevino-Sauceda, directora ejecutiva de la Alianza de Campesinas, con sede en Oxnard, California. “Furia porque sabemos lo que significa esta clase de trabajo. Adicionalmente, aunque queremos ser fieles a la idea de trabajar bien, en ese momento ni siquiera pensamos en si nos tratan como seres humanos o no. Sólo queremos sobrevivir”.
La sucesión de temperaturas globales récord esta semana sirvió de recordatorio de los peligros que significa el cambio climático para los trabajadores del campo y de todos los que laboran a la intemperie. Las advertencias sobre el calor excesivo se multiplicaron recientemente en varias partes de Estados Unidos. Para los campos de Oregon, Texas y buena parte de las regiones del sur y centro del país se pronostican temperaturas superiores a 38 grados centígrados (100 F) la semana próxima.
La probabilidad de que un trabajador del campo muera de exposición al calor es 35 veces mayor que la de cualquier trabajador industrial, según los Institutos Nacionales de Salud, pero no existe un patrón federal de temperatura para proteger su salud y seguridad.
California es uno de los pocos estados que ha aprobado sus propias normas: tener siempre cerca agua potable fresca; proveer acceso a la sombra; controlar la salud de los trabajadores cuando la temperatura supera los 35 C (95 F), según la Fundación Trabajadores Agrarios Unidos.
Edgar Franks dice que el trabajo agrario bajo el calor es “asunto de vida o muerte”. Tal como Trevino-Sauceda, tiene recuerdos imborrables del trabajo junto con su familia en la cosecha de cítricos y sandías y luego en los campos de coliflor, pepino, frambuesa y arándano en el estado de Washington.
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“No hay escapatoria”, afirmó, al comentar sobre estar expuesto a los elementos a lo largo de los 20 años que lleva trabajando en el campo. “No importa que estés cubierto de la cabeza a los pies con la mejor ropa ventilada, o que tengas gorra o en camiseta o lo que sea, siempre hará calor”.
Franks sigue trabajando en los campos de frutos rojos de Washington, pero es director político del sindicato agrario Familias Unidas por la Justicia. Rastrea el cambio climático desde hace mucho tiempo y recuerda una huelga agraria en 2017 en el estado de Washington. Los trabajadores protestaban por las malas condiciones de trabajo bajo el calor sofocante y el humo de los incendios forestales en Canadá.
“No es normal en estas olas de calor seguir actuando como si no pasara nada”, afirmó. “Y seguimos normalizando la situación y no se hace nada para proteger a los trabajadores”.
Con el cambio climático, crecen las probabilidades y la intensidad del calor extremo. El trabajo agrario es particularmente peligroso porque el trabajador eleva su temperatura corporal interna al mover, alzar y caminar bajo el calor intenso y la humedad, advierte el doctor Jonathan Patz, catedrático de Salud y Ambiente en la Universidad de Wisconsin-Madison.
Pedro Murrieta Baltazar, trabajador en los campos de maíz y verduras en las Way Farms de Waverly, Ohio, opinó que el calor este año no le ha parecido tan intenso como el de algunos años anteriores, pero el establecimiento donde trabaja toma algunas precauciones.
Durante el verano, trabajan un lado del campo en la madrugada, cuando la temperatura es más fresca y “ya después en otro lado, ya nos mete a este a donde hace más sombra, donde tomar más o más fresco”, explicó.
Si el trabajador no tiene un período de descanso a la sombra y con agua, puede sufrir náuseas, vómitos, deshidratación, calambres musculares y algo más: todos los síntomas de la fiebre sin infección, señala Roxana Chicas, profesora adjunta de Enfermería en la Universidad Emory de Atlanta.
Chicas, que estudia los efectos del ambiente y el trabajo sobre la salud de los trabajadores, describió los hallazgos de su trabajo con cortadores de helechos que daban muestras de sangre al cabo de su jornada laboral, incluso cuando sus cuerpos habían tenido tiempo para refrescarse.
“Siento el calor que ellos tienen”, agrega Chicas. “Veo sus caras enrojecidas y su ropa empapada por el sudor”.
Al mismo tiempo que el calor dificulta la vida de los trabajadores agrarios, las prácticas de cultivo insostenibles contribuyen a las emisiones que alimentan el clima extremo. Patz insistió en la necesidad de reducir la demanda de carne en la dieta occidental. Tanto él como Franks dijeron que la agricultura podría usar menos agua y fertilizantes, así como el carbón que contribuye al cambio climático.
“Creo que estudiar la manera de realizar una agricultura más sostenible, regenerativa, que sea mejor para el clima y los trabajadores, creo que es posible”, asegura Franks.