MADRID, 23 (EUROPA PRESS)
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Además, la organización advierte de que, para millones de niñas y mujeres en el mundo, la menstruación sigue siendo "un tema tabú" hasta el punto de que en muchas comunidades las mujeres tienen prohibido visitar lugares de culto, comer ciertos alimentos o cocinar si se está menstruando. Tampoco pueden bañarse, hacer tareas del hogar o interactuar con niños y hombres.
"Tuve mi primera menstruación a los diez años y no sabía qué era. Mis padres me mandaron a vivir a una cabaña a cinco minutos de mi casa. Me dieron trozos de un antiguo sari de mi madre para que lo usara, pero no tenía ni idea de cómo hacerlo, así que me quedé manchada de sangre", cuenta a Plan International Swastika, una joven nepalí de 18 años.
Según la investigación 'A Bloody Serious Matter' de Plan International, en Uganda e Indonesia la mitad de las adolescentes no van a la escuela cuando están menstruando, perdiendo hasta 24 días de escuela al año. Las razones varían: hay niñas a las que no se les permite salir de casa, los colegios no tienen lugares limpios ni privados donde puedan cambiarse y la mayoría, no tienen productos sanitarios.
Además, la ONG advierte de que muchas de ellas se ven obligadas a utilizar productos antihigiénicos como periódicos viejos, trapos, tierra, arena u hojas, algo que les puede provocar graves infecciones, según advierte Plan International.
A esto se suma que en los países de bajos ingresos, los productos sanitarios se consideran "artículos de lujo". Por ejemplo, en El Salvador, un paquete de 10 compresas cuesta casi 3 euros, lo mismo que un kilo de arroz.
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La ONG también avisa de que estos retos se multiplican durante las emergencias, ya que el acceso a productos sanitarios e instalaciones de aseo se vuelve aún más limitado. Así, Plan International pone el ejemplo de Haití, donde el hambre generalizada y la escalada de la violencia de las bandas están teniendo "efectos devastadores en las niñas, que a menudo se enfrentan a peligrosos desplazamientos para acceder a agua limpia para controlar sus periodos".
Si bien, la organización precisa que la menstruación no solo limita a niñas y mujeres de países de bajos recursos pues advierte de que en los Países Bajos, Bélgica y el Reino Unido, entre otros, hay bastantes niñas y mujeres que no pueden permitirse los productos menstruales que necesitan y, además, no experimentan un entorno seguro para hablar de su menstruación.
"Un día tuve que irme del trabajo porque tenía la regla y no podía ni estar de pie. Sabía que eso significaba perder dinero, pero no podía hacer otra cosa", cuenta a Plan International Sukey, una londinense de 19 años.
En este contexto, la ONG lleva años facilitando información a niñas, mujeres y comunidades; proveyendo de acceso a instalaciones sanitarias adaptadas en escuelas y comunidades; formando a niñas y mujeres para que fabriquen compresas en aquellos lugares donde no se pueden conseguir y repartiendo kits menstruales en contextos de emergencia.