HARARE, Zimbabue (AP) — La temporada de lluvias de Zimbabue trae consigo una bonanza de hongos silvestres, que muchas familias rurales utilizan para alimentarse y venden para aumentar sus ingresos.
Pero la abundancia también conlleva peligros, ya que cada año hay noticias de personas que mueren por comer hongos venenosos. Discernir entre las setas seguras y las tóxicas se logra a través de la transferencia intergeneracional de conocimientos indígenas de madres a hijas.
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Ricos en proteínas, antioxidantes y fibra, los hongos silvestres son un manjar venerado y una fuente de ingresos en Zimbabue, donde la comida y los empleos formales escasean para muchos.
Beauty Waisoni, de 46 años, quien vive en las afueras de la capital, Harare, suele levantarse al amanecer, toma unos baldes de plástico, una cesta, platos y un cuchillo, y camina hasta un bosque situado a 15 kilómetros (9 millas) de distancia.
Su hija Beverly, de 13 años, la acompaña como aprendiz. En el bosque se encuentran con otros recolectores, en su mayoría mujeres, que trabajan codo con codo con sus hijos, peinando el rocío matinal en busca de brotes bajo los árboles y las hojas secas.
La policía suele advertir a la gente de los peligros de consumir hongos silvestres. En enero, tres niñas de una familia murieron tras comer hongos venenosos. Estos informes se filtran cada temporada. Hace unos años, 10 miembros de una familia murieron tras consumir setas venenosas.
Para evitar un desenlace tan mortal, Waisoni enseña a su hija a identificar los hongos seguros.
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“Si se equivoca, matará a la gente y al negocio”, comentó Waisoni, que afirma que empezó a recoger setas silvestres de niña. En cuestión de horas, sus baldes y canastas se llenan de pequeños botones rojos y marrones cubiertos de tierra.
Mujeres como Waisoni dominan el comercio de hongos en Zimbabue, señaló Wonder Ngezimana, profesor adjunto de horticultura en la Universidad de Ciencia y Tecnología Agrícolas de Marondera.
“Predominan las mujeres recolectoras, que normalmente van con sus hijas. Transmiten los conocimientos indígenas de una generación a otra”, comentó Ngezimana a The Associated Press.
Distinguen los hongos comestibles de los venenosos rompiéndolos y detectando “el líquido lechoso que rezuma”, y escudriñando el color por debajo y por encima de las setas, explicó. También buscan buenos puntos de recolección, como los hormigueros, las zonas cercanas a ciertos tipos de árboles autóctonos y los árboles baobabs en descomposición, explicó.
Aproximadamente una de cada cuatro mujeres que buscan setas silvestres suele ir acompañada de sus hijas, según una investigación realizada por Ngezimana y sus colegas de la universidad en 2021. En “sólo unos pocos casos” —el 1,4%— las madres iban acompañadas de un hijo varón.
“Las madres conocían mejor los hongos silvestres comestibles que los padres”, señalaron los investigadores. Los investigadores entrevistaron a cerca de 100 personas y observaron la recolección de hongos en Binga, un distrito del oeste de Zimbabue donde el cultivo del alimento básico del país, el maíz, es en gran medida inviable debido a las sequías y a la mala calidad de la tierra. Muchas familias de Binga son demasiado pobres para poder comprar alimentos básicos y otros artículos.
Por eso la temporada de hongos es importante para las familias. En promedio, cada familia ganaba algo más de 100 dólares al mes con la venta de setas silvestres, además de aprovechar los hongos para su propio consumo doméstico, según la investigación.
En gran parte debido a las duras condiciones meteorológicas, alrededor de una cuarta parte de los 15 millones de habitantes de Zimbabue padecen inseguridad alimentaria, lo que significa que no saben con certeza de dónde vendrá su próxima comida, según las agencias de ayuda. De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, Zimbabue tiene una de las tasas de inflación alimentaria más altas del mundo, con un 264%.
Para fomentar el consumo seguro de hongos y la generación de ingresos durante todo el año, el gobierno está promoviendo la producción comercial a pequeña escala de ciertos tipos, como el hongo ostra.
Pero parece que las variedades silvestres siguen siendo las más populares.
“Son un manjar más rico. Incluso el aroma es totalmente distinto al de las setas que hacemos con fines comerciales, así que a la gente le encantan y, de paso, las comunidades ganan algo de dinero”, señaló Ngezimana.
Waisoni, la comerciante de Harare, dijo que los hongos silvestres le han ayudado a enviar a la escuela a sus hijos y también a capear las duras condiciones económicas que han azotado Zimbabue durante las dos últimas décadas.
Su viaje al bosque antes del amanecer es sólo el principio de un proceso que dura todo el día. Desde el monte, Waisoni se dirige a una carretera muy transitada. Con un cuchillo y agua, limpia las setas antes de unirse a la dura competencia de otros vendedores que esperan atraer a los automovilistas.
Un automovilista que circulaba a toda velocidad gritó frenéticamente para advertir a los vendedores de los lados de la carretera que se alejaran. En lugar de ello, los vendedores se lanzaron al ataque, tropezando unos con otros con la esperanza de conseguir una venta.
Un automovilista, Simbisai Rusenya, se detuvo y dijo que no podía dejar pasar los hongos silvestres de temporada. Pero, consciente de las muertes registradas a causa de las venenosas, necesitó que le convencieran antes de comprarlas.
“Parece apetitoso, pero ¿no matará a mi familia?”, preguntó.
Waisoni cogió al azar un botón de su cesta y lo masticó tranquilamente para darle confianza. ”¿Ves?”, le dijo, ”¡Es seguro!”