Si las mujeres requieren o no más dinero que los hombres para satisfacer sus necesidades básicas en Puerto Rico sigue siendo una pregunta sin respuesta, pues la única iniciativa legislativa que se ha presentado recientemente sobre el fenómeno global denominado “impuesto rosa”, o Pink Tax, quedó en nada y por el momento no se vislumbra acción alguna.
El cuatrienio pasado, el Senado concluyó que se debía realizar un estudio para precisar si en el País existe el discrimen en los precios en base del género. Este cuatrienio pasó lo mismo: se presentó una medida de investigación, citaron a algunos deponentes y “en esencia, lo que recomendaron fue que se indague más en el tema”, explicó a Metro la presidenta de la Comisión de Asuntos de la Mujer, Migdalia González Arroyo.
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Los datos que resulten de este estudio se usarían para establecer política pública al respecto. Pero ahí quedó toda iniciativa en 2019, con una intención. Y no se ve necesariamente un panorama favorable para que la investigación se haga en esta ocasión.
Según el senador Carmelo Ríos Santiago, la inacción se debe a la “falta de recursos” para investigaciones. “Esto es un estudio económico que hay que hacer. He hablado con la Cámara de Comercio, que tienen economistas que están mirando las tendencias y el perfil del consumidor, para poder ver el mercado de Puerto Rico, que es diferente a cualquier otro mercado”, explicó el novoprogresista, quien también defendió en 2019 la medida de la autoría del popular José Nadal Power.
De hecho, la Cámara de Comercio depuso entonces e hizo referencia a estudios en Nueva York que concluyeron que, en general, las mujeres pagan 7 % más que los hombres en productos similares. La organización también recomendó que se hiciera un estudio. Lo mismo hizo el Departamento de Asuntos del Consumidor (DACO) citando cifras de otras jurisdicciones. DACO, entonces dirigido por Michael Pierluisi Rojo, hijo del gobernador Pedro Pierluisi Urrutia, vio con buenos ojos aprobar regulaciones para equiparar precios de productos.
A pesar de que el tema no ha trascendido más allá de resoluciones de investigación en el Senado, Ríos Santiago defendió que es un asunto importante debido a que la mayoría de la población en el archipiélago está compuesta por mujeres.
En la discusión más reciente también se resaltó que, además de que algunos productos mercadeados como “femeninos” suelen ser más caros, otros factores profundizan la disparidad económica que perjudica a las mujeres, como la brecha salarial, que, según la firma Estudios Técnicos, empeora en la medida en que aumenta el nivel académico de las trabajadoras.
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La resolución más reciente fue presentada por un grupo de senadores populares.
No es la primera vez
En 1997, la representante novoprogresista Alba Iris Rivera Ramírez presentó el proyecto de la Cámara 815 que, de haberse aprobado, habría creado la “Ley de Equidad en los Precios”.
La medida fue referida a la Comisión de Asuntos del Consumidor, desde donde recomendaron no aprobarla porque “su objetivo ya está protegido por la Carta de Derechos de la Constitución del Estado Libre Asociado”.
¿Por qué se suele pagar más?
De acuerdo con la economista Martha Quiñones Domínguez, este sobreprecio se alinea a la psicología del consumidor. La académica explicó que el pink tax no se trata de que el producto sea rosa para que tenga un sobreprecio, sino que responde a las “preferencias” de las mujeres. Quiñones sostuvo que los fabricantes se aprovechan de esta psicología de consumo enfocada en mujeres.
En esa misma línea, la psicóloga industrial y profesora de la Universidad del Sagrado Corazón (USC), Luz M. Vélez Rodríguez, explicó que hay colores y otros elementos que se adoptan al definir los roles de género, “estemos o no necesariamente de acuerdo”. “En el contexto sociocultural, el rosa es un color que, desde temprana edad, lo hemos asociado con las niñas”, afirmó.
“A la hora de dirigir algún anuncio o mercadear un producto, las personas que trabajan el área del mercadeo están conscientes de esta base sociocultural, por lo que lo toman en consideración para las campañas de los productos”, añadió Vélez Rodríguez.
Por otra parte, la economista Quiñones Domínguez destacó que al menos las toallas sanitarias o productos relacionados a la menstruación no pagan el impuesto de ventas y uso.
Décadas de estudios lo confirman... En otros lugares
Desde inicios de los 90, en Nueva York se determinó que a las mujeres se les cobraba 25 % más por un corte de cabello, se exponían a comprar carros hasta al doble, y hasta en las lavanderías pagaban más, según un estudio del Departamento de Asuntos del Consumidor de la ciudad de Nueva York. En total, se estimó una diferencia de 7 % entre todos los productos evaluados.
Dos años más tarde, de forma similar, la Oficina de Investigación de la Asamblea de California concluyó que las mujeres pagaban un “impuesto de género”. Este estudio y otros posteriores apuntaron a que las mujeres gastan el doble que los hombres en productos de higiene.
Las empresas manufactureras justificaron la diferencia de los precios en artículos como champú o desodorante argumentando que “los productos de las mujeres son más costosos a la hora de fabricarlos”, citó Consumer Reports.
Más estudios, tanto en Estados Unidos como en Europa, han confirmado este problema en categorías como ropa, juguetes y cuidado personal. Es más alto el costo de vida para las mujeres.
Toman acción
En el 2020, el estado de Nueva York se convirtió en el primer estado en prohibir el impuesto rosa. Además, han surgido iniciativas a nivel federal que, por consiguiente, podrían impactar a toda la nación, pero tampoco han prosperado.
