TRÍPOLI, Líbano (AP) — En la víspera del Año Nuevo, una pequeña embarcación que trasladaba a más de 230 migrantes, la mayoría sirios, se averió y comenzó a hundirse tras haber zarpado de la costa norte de Líbano.
Desde el colapso de la economía libanesa en 2019, cada vez más personas —en su mayoría refugiados sirios y palestinos, pero también ciudadanos libaneses— han intentado salir del país y llegar a Europa por mar. Con frecuencia los intentos son letales.
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En esta ocasión, equipos de rescate de la Armada de Líbano y fuerzas de paz de la ONU, desplegadas en la frontera con Israel, pudieron rescatar a todos los pasajeros, salvo a dos, una mujer siria y un niño que se ahogaron. Sin embargo, para muchos de los sobrevivientes el alivio fue fugaz.
Tras llevarlos de vuelta a la costa, al puerto de Trípoli, donde se recuperaron durante la noche, el ejército libanés subió a casi 200 de los sirios rescatados a camiones y los llevó al lado sirio de un cruce fronterizo extraoficial en Wadi Jaled, una zona remota del noreste de Líbano, declararon algunos sobrevivientes y activistas por los derechos humanos.
No queda claro quién ordenó la deportación, pero el incidente marcó un aparente incremento en las deportaciones de sirios por parte del Ejército libanés en una época de creciente retórica antirrefugiados en la pequeña nación agobiada por la crisis. Oficiales del Ejército y Seguridad General —agencia que suele ser la responsable de gestionar los temas de inmigración— no respondieron a numerosas solicitudes de comentarios.
Una vez que estuvieron al otro lado de la frontera, los sobrevivientes del bote fueron interceptados por hombres con uniformes del ejército sirio que los llevaron a unos invernaderos de plástico de gran tamaño. Los tuvieron cautivos allí hasta que sus familiares pagaron para que los liberaran, y traficantes de personas los regresaron a Líbano.
“Fue una cuestión de comprar y vender, una compraventa de personas”, aseguró Yassin al Yassin, de 32 años, refugiado sirio que vive en Líbano desde 2012.
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Al Yassin dijo que pagó 600 dólares —que se repartieron el ejército sirio y los traficantes— para que su hermano fuera devuelto a Líbano. Funcionarios sirios no respondieron a solicitudes de comentarios sobre estas acusaciones.
Uno de los sobrevivientes del bote, Mahmud al Dayub, refugiado de 43 años del área de la ciudad siria de Homs, dijo que escuchó a sus captores negociar el precio de cada detenido.
“No sé si era el ejército sirio o los traficantes”, dijo Dayub, quien también ha estado registrado como refugiado en Líbano desde 2012.
“Había 30 personas que nos rodeaban con armas y no sabíamos qué estaba pasando", señaló. "Lo único que yo quería era que no me llevaran a Siria, porque si regreso a Siria, podría no poder regresar”.
Dayub relató que consiguió escapar y cruzar la frontera. Su familia nunca pagó un rescate por él.
Activistas por los derechos humanos dicen que el caso de los sobrevivientes de los botes es un nuevo giro preocupante en los intentos de Líbano para que los refugiados sirios regresen a su país.
Líbano alberga a unos 815.000 refugiados sirios registrados y posiblemente a cientos de miles más que no están registrados, la mayor población de refugiados per cápita en el mundo. Pero desde el colapso económico libanés hace tres años, funcionarios de ese país han exigido cada vez con mayor frecuencia la expulsión en masa de los sirios.
La agencia de Seguridad General de Líbano ha intentado convencer a los refugiados de que regresen a casa de manera voluntaria, con resultados raquíticos. En algunos casos, la agencia ha deportado a personas a Siria, amparándose en una norma de 2019 que permite deportar a refugiados no autorizados que ingresaron a Líbano después de abril de ese año.
Informes de organizaciones defensoras de los derechos humanos han citado casos de refugiados que regresan y han sido detenidos a la fuerza y torturados, acusaciones que las autoridades libanesas rechazan. Hasta hace poco, las deportaciones reflejaban sobre todo cifras pequeñas de personas y se realizaban bajo procedimientos formales, dándole a la ONU y a grupos defensores de los derechos humanos una oportunidad de intervenir, y en algunas ocasiones, detenerlas.
Lo que le sucedió a los sobrevivientes del bote “es una violación a los derechos humanos, las leyes libanesas y los tratados internacionales”, aseguró Mohamed Sabluh, abogado libanés especializado en derechos humanos.
Lisa Abu Jaled, portavoz en Líbano de la Agencia de la ONU para los Refugiados, dijo que la ACNUR estaba “dando seguimiento (al caso) con las autoridades relevantes”.
“Todos los individuos que son rescatados en el mar y que podrían tener temor de (volver) a su país de origen deberían tener la oportunidad de buscar protección”, señaló.
El Ejército libanés suele regresar a las personas que detecta cruzando de manera ilegal desde Siria.
Jimmy Jabbur, miembro del Parlamento que representa el distrito norteño de Akkar, el cual incluye a Wadi Jaled, aseguró que cuando las patrullas del ejército interceptan a migrantes que cruzaron hacia Líbano por rutas que utilizan los traficantes, suelen reunirlos y dejarlos en tierra de nadie al otro lado de la frontera, en vez de iniciar los procedimientos formales para deportarlos.
Después, los deportados simplemente pagan a traficantes para que los vuelvan a traer, dijo Jabbur, y agregó que ya se había quejado con el Ejército sobre esta práctica.
“No es tarea del Ejército crear oportunidades laborales para los traficantes”, manifestó. “El trabajo del Ejército es entregarlos a Seguridad General… y se supone que Seguridad General debe entregarlos a las autoridades sirias”.
En contraste con los migrantes que recién ingresaron, entre los sobrevivientes del bote de la víspera de Año Nuevo había refugiados que llevaban viviendo en Líbano más de una década y estaban registrados ante las Naciones Unidas.
Uno de ellos, una mujer siria de la ciudad de Idlib que habló a condición de mantener el anonimato por temor a sufrir represalias, relató que pasó dos noches detenida en la frontera antes de que sus familiares pagaran 300 dólares para que la liberaran y la regresaran a Líbano.
“No puedo regresar (a Siria). Preferiría morirme y arrojarme al mar”, dijo.
Jasmin Lilian Diab, directora del Instituto de Estudios Migratorios en la Universidad Libanesa Americana, dijo que muchos refugiados se hacen a la mar para eludir la deportación.
Diab indicó que su instituto identificó un alza en los botes con migrantes que salieron de Líbano a finales de 2022. Algunos relataron a su equipo de investigadores que se fueron debido a la retórica antirrefugiados cada vez más agresiva. Temían que “iba a haber deportaciones y que los iban a regresar a Siria”, señaló Diab.
“Así que les pareció que esta era su única oportunidad de salir de aquí”, agregó.
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Los periodistas de The Associated Press Kareem Chehayeb y Bassem Mroue, en Beirut, contribuyeron a este reportaje.