BUCHA, Ucrania (AP) — El primer hombre llegó a las 7:27 de la mañana. Los soldados rusos le cubrieron la cabeza y lo llevaron por el camino de entrada hacia un edificio de oficinas insulso.
Dos minutos después, una voz suplicante y amordazada taladró la quietud matinal. Luego la respuesta despiadada: “¡Habla! ¡Habla, maldito desgraciado!”
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Las mujeres y los niños llegaron más tarde, sosteniendo bolsas empacadas de prisa y acompañados por perros.
El 4 de marzo era una mañana fría y gris en Bucha, Ucrania. Los cuervos graznaban. Al anochecer, al menos nueve hombres caminarían hacia su muerte en el número 144 de la calle Yablunska, un complejo de edificios que los rusos convirtieron en cuartel general y centro neurálgico de actos de violencia que conmocionarían al mundo.
Posteriormente, cuando todos los cuerpos fueron encontrados desperdigados por las calles y arrojados en tumbas excavadas apresuradamente, podría haber sido fácil pensar que la carnicería fue aleatoria. A los residentes que preguntaran cómo ocurrió esto se les diría que no se atormenten, porque hay algunas preguntas que simplemente no tienen respuesta.
No obstante, hubo un método para la violencia.
Lo que sucedió ese día en Bucha fue lo que soldados rusos, en conversaciones telefónicas interceptadas, llamaron “zachistka” (limpieza). Los rusos cazaron a personas que aparecían en listas preparadas por sus servicios de inteligencia y fueron de puerta en puerta para identificar amenazas potenciales. Aquellos que no aprobaron este filtro, incluidos combatientes voluntarios y civiles sospechosos de ayudar a los soldados ucranianos, fueron torturados y ejecutados, según muestran videos de vigilancia, intercepciones de audio y entrevistas.
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The Associated Press y la serie “Frontline” de PBS obtuvieron grabaciones de cámaras de vigilancia de Bucha que muestran, por primera vez, cómo es una operación de limpieza en Ucrania. Esta fue una barbarie organizada que se repetiría a gran escala en los territorios ocupados por Rusia en toda Ucrania, una estrategia para neutralizar la resistencia y aterrorizar a los locales con el fin de que se sometan, y que los soldados rusos han utilizado en conflictos anteriores, especialmente en Chechenia.
Fiscales ucranianos dicen ahora que los responsables de la violencia en Yablunska 144 fueron soldados de la 76ª División de Asalto Aéreo de la Guardia. Buscan capturar a su comandante, el mayor general Sergei Chubarykin, y su jefe, el coronel general Alexander Chaiko —un hombre conocido por su brutalidad al frente de los soldados rusos en Siria— por el crimen de agresión por librar una guerra ilegal.
La policía recuperó cerca de 40 cuerpos tan sólo a lo largo de la calle Yablunska. Los fiscales han identificado a 12 alrededor del número 144. Reporteros de la AP documentaron un 13er cadáver en el hueco de la escalera de uno de los edificios del complejo, en fotos y videos tomados el 3 de abril.
Taras Semkiv, el fiscal de Ucrania a cargo del caso del número 144 de la calle Yablunska, dijo a la AP y a “Frontline” que es inusual ver crímenes de guerra desarrollarse en video, y que las imágenes de circuito cerrado de televisión (CCTV, por sus siglas en inglés) y los relatos de testigos oculares del 4 de marzo son elementos clave para el procedimiento judicial.
“Los resultados de la evidencia criminal que hemos reunido hasta ahora revelan que no sólo fueron incidentes aislados de personal militar que cometió un error, sino una política sistemática dirigida contra el pueblo ucraniano”, dijo Semkiv.
El Kremlin no respondió a preguntas detalladas enviadas por la AP.
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Esta historia forma parte de una investigación de la AP/FRONTLINE que incluye la experiencia interactiva “War Crimes Watch Ukraine” (Vigilancia de crímenes de guerra en Ucrania) y el documental “Putin’s Attack on Ukraine: Documenting War Crimes” (El ataque de Putin a Ucrania: documentando crímenes de guerra) en PBS. La AP y “Frontline” revisaron cientos de horas de video de cámaras de vigilancia en Bucha y examinaron grabaciones de audio de llamadas telefónicas de soldados rusos.
Junto con SITU Research, una firma de investigaciones visuales con sede en Nueva York, reconstruimos eventos utilizando un modelo tridimensional de Bucha, realizado a partir de datos captados por drones que volaron sobre esa localidad esta primavera. Los reporteros de la AP verificaron las ubicaciones de las cámaras de seguridad, y The Dossier Center, un grupo de investigación con sede en Londres financiado por el opositor ruso Mijaíl Jodorkovsky, verificó la identidad de los soldados cuyas llamadas telefónicas fueron interceptadas por el gobierno ucraniano tras hacer una referencia cruzada de números de teléfono rusos, cuentas de redes sociales, informes públicos e información en bases de datos rusas filtradas.
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LA CAÍDA DE BUCHA
Aproximadamente a la hora del almuerzo del 3 de marzo, tres vehículos blindados rusos aparecieron apenas más allá de la cantera en el extremo occidental de Bucha. Maksym Stakhov, un veterano de la guerra de 2014 contra las fuerzas respaldadas por Rusia en la región de Donbás, en el este de Ucrania, los vio. Subió a su auto a toda prisa y recorrió la localidad, gritando: “¡Escóndanse! ¡Huyan! ¡Vienen los rusos!”
Stakhov y algunas docenas de otros voluntarios, junto con un puñado de soldados, instalaron tres puntos de control para inspeccionar los documentos de las personas y ayudar con las evacuaciones a lo largo de la calle Yablunska, una vía estratégica que prácticamente divide a Bucha de la vecina Irpin. La mayoría de los voluntarios no habían manejado armas antes, dijeron Stakhov y otro combatiente a la AP, y tomaron las pocas armas que pudieron.
Los civiles se dirigieron al sótano bien fortificado de un edificio de oficinas en un complejo industrial en el número 144 de la calle Yablunska para refugiarse, sin saber que lo que creían que era un albergue seguro pronto se convertiría en una prisión.
A las 12:45 de la tarde, dos soldados ucranianos se apostaron frente a la calzada de acceso del número 144 y comenzaron a dirigir el tráfico. Pronto se les unieron unos 20 hombres más, quienes realizaron una última resistencia breve, con las armas y lanzagranadas apuntadas hacia el oeste. Un soldado yacía boca abajo en el camino y efectuaba disparos con su fusil.
Analistas del Royal United Services Institute (Instituto Real de Servicios Unidos) y del Centre for Information Resilience (Centro para la Resiliencia de la Información) revisaron las imágenes de CCTV de la AP y confirmaron que el camuflaje y las marcas de sus uniformes indican que eran ucranianos.
Mientras tanto, un convoy aparentemente interminable de fuerzas rusas llegaba a la ciudad a lo largo de las vías del tren. Por los radios de los voluntarios se transmitió una advertencia: las fuerzas rusas están entrando con armas pesadas. Evacúen.
“Casi no teníamos armas. No tenía sentido luchar contra ellos”, dijo Stakhov. “Los hombres lloraban. No queríamos retirarnos”.
Huyeron a través de los campos hasta un centro comercial en Irpin, que Ucrania todavía controlaba.
Poco antes de la 1 de la tarde, la mayoría de los soldados ucranianos en el número 144 de la calle Yablunska subieron a una camioneta negra y se dirigieron a toda velocidad hacia el este. Cuatro rezagados hicieron algunos disparos finales. Para las 12:57 de la tarde, los ucranianos se habían ido.
Al oeste, Yablunska ardía. Media hora después de que desaparecieron los ucranianos, el primer destacamento de soldados rusos emergió del humo y las llamas y recorrió la calle lentamente a pie.
En el caos de la avanzada rusa, ocho voluntarios ucranianos del puesto de control se separaron de los demás. Uno, un taxista llamado Ivan Skyba, dijo en documentos judiciales que se había ofrecido como voluntario para ayudar a la defensa territorial de Ucrania, pero que oficialmente no formaba parte de las fuerzas armadas. Todo lo que los hombres tenían eran chalecos antibalas, walkie-talkies, un fusil Kalashnikov y una granada de mano.
Los voluntarios se ocultaron en una casa de ladrillos color claro en el número 31 de Yablunska y escucharon en silencio el chasquido agudo de los fusiles cercanos y el retumbar interminable de los tanques rusos. A las 5:49 de la tarde, Andrii Dvornikov, otro voluntario del puesto de control, recibió un mensaje de un combatiente ucraniano que había llegado a Irpin desde Bucha. Dvornikov sabía que estaba en problemas.
”¿Tienes comida?”, le preguntó su amigo.
“No puedo pensar en comida ahora”, respondió Dvornikov. “Queremos llegar a Irpin”.
"¡No salgan para nada!”, advirtió su amigo.
Alrededor de las 9 de la noche, las tropas rusas y los vehículos militares avanzaron por el largo camino de la entrada del número 144 bajo ráfagas de nieve y de aguanieve. Para la mañana del 4 de marzo, los rusos controlaban Yablunska.
La limpieza estaba a punto de empezar.
4 DE MARZO: LIMPIEZA
A medida que más tanques llegaban, los soldados rusos se estrecharon las manos, charlaron y rieron entre ellos. Henry Schlottman, un ex analista de inteligencia militar de Estados Unidos que revisó tomas de vigilancia de la AP, rastreó símbolos y marcas visibles en vehículos militares rusos y una caja de municiones que los reporteros de la AP encontraron en el 144 de Yablunska y determinó que pertenecían a la 76ª División de Asalto Aéreo de la Guardia y unidades relacionadas.
Los paracaidistas recorrieron Yablunska de arriba a abajo, revisando los documentos de las personas, examinando sus teléfonos e interrogándolos, según entrevistas con residentes locales. En algunos casos ya tenían los nombres de las personas que querían encontrar.
Alrededor de las 10 de la mañana, Dvornikov llamó a su esposa, Yulia Truba, desde la casa en Yablunska. Le dijo que borrara toda la evidencia de sus comunicaciones.
Poco después, los soldados rusos derribaron la puerta del número 31 de Yablunska y sacaron al jardín a Dvornikov, Skyba, otros seis voluntarios y al dueño de la casa. Les obligaron a quitarse los zapatos, los llamaron “banderivtsi” —implicando que eran nazis— y los acusaron de actuar como vigías de las fuerzas armadas ucranianas.
Luego, dos soldados rusos condujeron a los hombres a punta de pistola por el camino mojado y helado hasta el 144 de Yablunska, maldiciéndolos mientras ellos arrastraban los pies cubiertos sólo con calcetines.
Eran las 11:08 de la mañana.
Los soldados los obligaron a arrodillarse detrás de un vehículo militar ruso en el camino de entrada al complejo y los patearon. Entonces Skyba los vio levantar al hombre que estaba a su lado y dispararle en la cabeza.
Uno de los voluntarios, al temer por su vida, confesó que había estado a cargo de un puesto de control, dijo Skyba. El joven, apodado “El Santo”, sobrevivió a la carnicería de la calle Yablunska. Pero posteriormente los ucranianos lo persiguieron e investigaron por traición, según documentos y fotografías vistos por la AP y “Frontline”.
A lo largo de las siguientes horas, los soldados llevaron a más y más personas a Yablunska 144. Se les había dicho repetidamente —por el presidente ruso Vladimir Putin, entre otros— que sus hermanos y hermanas ucranianos los recibirían como libertadores, y que cualquiera que se resistiera probablemente era un fascista, un insurgente, no un verdadero civil.
Poco antes del mediodía, llevaron a cuatro hombres. Después a un hombre solo, con las manos en la espalda. Dos mujeres y un hombre, con una maleta roja y un perro pequeño atrás. Un grupo de cuatro civiles. Otro par, luego un hombre, seguido por una mujer y un perro negro, y después un grupo de cinco personas y cuatro perros.
Luego, a las 12:48 de la tarde, los soldados ingresaron empujando de los codos a un hombre que tenía un saco en la cabeza. Un minuto después, una anciana entró cojeando con su bastón.
Una de las personas detenidas esa mañana era Dmytro Chaplyhin, de 20 años, un empleado de una tienda con cara de niño a quien todos llamaban Dima. Los soldados fueron a su casa, justo al lado de Yablunska, y encontraron imágenes de tanques rusos en su teléfono. Lo acusaron de ayudar a las fuerzas armadas ucranianas.
Cuando los soldados se llevaron a Dima, su abuela, Natalia Vlasenko, cayó de rodillas.
“Dios, les rogué que no lo tocaran”, dijo. “Me apuntó con un fusil y dijo: ‘Si no lo entregas de la manera fácil, entonces lo haremos de la manera difícil’”.
”¡Abuela, no te preocupes!”, dijo Dima al salir con los soldados rumbo a Yablunska 144. ”¡Voy a regresar!”
Fue la última vez que lo vio con vida.
Mientras tanto, soldados rusos irrumpían en las casas de las personas, forzaban las cerraduras y destrozaban las vallas altas con sus tanques, según muestran las imágenes de CCTV. Dijeron a los lugareños que buscaban armas. Los residentes indicaron que los soldados también robaron herramientas, equipos electrónicos, comida y licor.
Sistemáticamente eliminaron las cámaras de CCTV que encontraron. Pantalla tras pantalla se tornaron negras.
Frente a su cuartel general improvisado, soldados rusos se sentaron sobre su tanque, compartiendo una botella de Coca-Cola y jugando con una pistola. Detrás de ellos, la multitud de civiles en el número 144 había aumentado.
Los perros ladraban y corrían enloquecidos. Incongruentemente, algunos soldados repartieron carne enlatada y fósforos, y dijeron a la gente que los estaban liberando de la opresión nazi, mientras que otros llevaron a cabo ejecuciones públicas.
Cuando los rusos llevaron a Iryna Volynets a Yablunska 144, reconoció que uno de los hombres alineados en el camino de la entrada era su viejo amigo de la escuela Andrii Verbovyi. Estaba desplomado de costado en posición fetal, con un rastro de sangre alarmantemente largo que salía de su cuerpo, dijo.
Volynets sabía que su amigo aún estaba vivo porque lo veía temblar. Se miraron a los ojos. Ella pensó que debería cubrirlo con una tela que estaba cerca, pero le faltó valor.
Conmocionada, Volynets no se dio cuenta de inmediato de que su propio hijo, Slava, también estaba arrodillado en la fila de hombres condenados. Finalmente lo reconoció por su chaqueta y pantalones. Había recibido un golpe en las costillas y respiraba con dificultad.
Los soldados comenzaron a llevar a los hombres arrodillados al edificio de oficinas de dos en dos, dijo Volynets. Estaba aterrorizada, desesperada por negociar la liberación de Slava. Los rusos llevaron a un joven para que observara de cerca a Slava.
”¿Es él?”, preguntaron.
“No, él no”, respondió el joven.
Slava recuperó sus botas y vivió.
Los rusos dejaron ir a la mayoría de los civiles ese día, primero a las mujeres, luego a los hombres. Pero los voluntarios no fueron liberados.
Skyba recibió un golpe en la cara tan fuerte que le sacó los dientes, le abrió la ceja y la sangre escurrió en su rostro.
Los rusos le ataron las manos tras la espalda con cinta adhesiva, pusieron un balde sobre su cabeza y lo arrodillaron contra una pared dentro del complejo de oficinas. Apilaron ladrillos sobre su espalda hasta que cayó de lado, luego lo arrastraron y golpearon en la cabeza a través del balde hasta que perdió el conocimiento.
“¿Qué deberíamos hacer con ellos?”, Skyba escuchó a un ruso decir. “Mátalos”, respondió otro. “Pero primero llévatelos para que no estén tirados por aquí”.
Los soldados rusos llevaron a Sykba y a otros voluntarios a la vuelta del edificio de oficinas hasta un pequeño patio donde ya había un cadáver. Entonces dos soldados comenzaron a disparar.
Skyba sintió que algo le perforó el costado y cayó al suelo. Una fotografía muestra que recibió un disparo que atravesó limpiamente su abdomen. Fingió estar muerto, aterrorizado de que los rusos vieran sus exhalaciones condensarse en el aire frío.
“Estaba esperando la oscuridad”, dijo. “Terrible... no puedo explicar... Simplemente terrible”.
En cuanto hubo silencio, Skyba logró liberar sus muñecas de la cinta que las ataba, se arrastró entre los cadáveres de sus camaradas del puesto de control y robó las botas del cuerpo del único hombre que aún las llevaba puestas. Corrió a una casa vecina y se acurrucó en el sofá, intentando entrar en calor.
Entonces escuchó voces. Rusos.
”¿Hay alguien aquí en la casa?”, preguntó un hombre. Skyba se hizo pasar por el dueño.
Al creer que era un civil herido, los soldados lo llevaron de regreso a Yablunska 144, esta vez para recibir tratamiento médico, dijo Skyba. Lo llevaron al sótano, donde retenían a más de 100 personas.
Durante los siguientes tres días, Skyba permaneció allí, sin contar a nadie sobre su herida de bala. El único baño no servía. Los niños lloraban. Los adultos rezaban. El olor a excremento humano era insoportable.
El 7 de marzo, a Skyba y los demás se les permitió salir del sótano. Todos los demás que habían sido capturados con él, excepto “El Santo”, estaban muertos. Recogió sus gafas, que habían caído cerca del cuerpo de uno de los voluntarios del puesto de control. Luego salió caminando del 144 de la calle Yablunska.
“CREO QUE ESTOY ENLOQUECIENDO”
A medida que su avance hacia Kiev se estancó y se incrementaban las pérdidas de efectivos, los soldados rusos continuaron su limpieza de las calles de Bucha y los poblados circundantes con niveles crecientes de violencia, a veces bajo los efectos del alcohol.
El 14 de marzo, un soldado apodado Lyonya llamó a su madre desde una torre de telefonía celular cerca de Bucha.
“Hay civiles en las calles a quienes les volaron los sesos”, dijo. Su madre quiso saber quién les había disparado.
“Nuestra gente”, dijo Lyonya.
“Tal vez sólo eran civiles pacíficos”, señaló su madre.
“Mamá, hay enfrentamientos en marcha. ¡Y de repente él aparece! ¿Entiendes? ¿Qué pasa si tiene un lanzagranadas?”, dijo Lyonya.
En una ocasión, describió Lyonya, detuvieron a un chico y revisaron la cuenta de Telegram en su teléfono móvil. La aplicación tenía información sobre la ubicación y logística de los rusos.
“Le dispararon allí mismo”, dijo Lyonya a su madre.
El 17 y 18 de marzo, un soldado ruso llamado Ivan llamó a su madre desde Bucha. Ella había olvidado a qué unidad militar pertenecía y él se lo recordó: 74268, el 234° Regimiento de Asalto Aéreo de la Guardia, que forma parte de la 76ª División de Asalto Aéreo de la Guardia.
Ivan dijo que los rusos le “disparan a todo el mundo, sin importar quién sea: un niño, una mujer, una anciana, un anciano. Cualquiera que tenga armas es asesinado. Absolutamente a todos”.
Explicó que su unidad sale a “limpiar” en sus tanques, incauta armas, desnuda a las personas para revisarlas y examina sus celulares “para ver si hay información o quién está en contra de nosotros”.
“Si tenemos que hacerlo, mataremos”, dijo.
El 21 de marzo, un soldado llamado Maksym llamó a su esposa desde las afueras de Kiev. Dijo que había estado bebiendo —todo el mundo bebía— porque la vida aquí sin licor era demasiado dura para soportarla.
”¿Cómo te protegerás si estás ebrio?”, se preocupó su esposa.
“Totalmente normal”, respondió. “Es más fácil dispararle a civiles”.
Estaba asustado, conmocionado por lo que había visto y muy cerca de la línea del frente.
“¿Sabes a cuántos civiles maté aquí? Esos hombres filtraron información”, dijo.
”¡No digas nada!”, le advirtió su esposa.
“¡Escóndanme las armas! Creo que estoy enloqueciendo. Ya he matado a muchísimos civiles”.
Más tarde, ella preguntó: "¿Para qué demonios fuiste allí?”
UN SÍMBOLO DE RENDICIÓN DE CUENTAS
Lo que ocurrió en Yablunska 144 es el caso número 1 de la fiscalía general de Ucrania.
Ucrania labora apresuradamente para construir un sistema que pueda manejar decenas de miles de investigaciones complejas de crímenes de guerra. Hay más de 3.500 investigaciones tan sólo en Bucha, y se han cometido algunos errores. En los archivos del caso de Yablunska 144, dos fechas estaban equivocadas, encontró la AP. Los fiscales dijeron que también investigaban el 13er cuerpo que los reporteros de la AP identificaron en abril.
“Torturas tan graves… nunca tuvimos una cantidad tan grande de ellas”, dijo a la AP y “Frontline” Yurii Bielousov, jefe del departamento de crímenes de guerra de Ucrania. “Por eso estoy seguro de que, desafortunadamente, en particular en Bucha, por haber sido una de las primeras, se cometieron muchos errores en la primera etapa”.
Algunos perpetradores de bajo nivel podrían quedar impunes debido a la mala gestión de la evidencia y a las impugnaciones a los procedimientos, dijo, pero los enjuiciamientos de los comandantes de nivel medio y superior no se verán socavados.
Por ahora, las familias de Bucha deben esperar.
El alivio que ha hallado la viuda de Dvornikov, Yulia Truba, no provino de un tribunal. Un mes después de enterrar a su esposo, se le apareció en un sueño.
“Me siento mal sin ti. ¿Cómo puedo hablar contigo si ya te enterré?”, le dijo en el sueño. “Estoy vivo”, dijo él. Su rostro era luminoso.
Se despertó sobresaltada, llorando. Entonces se dio cuenta de que la voz de él no era triste.
“Todavía tenemos esta conexión”, dijo ella. “Después de esto, me sentí mejor”.
Es probable que Ucrania no pueda cumplir por sí sola lo que Truba quiere. Ella —junto con Skyba y familiares de otras dos personas asesinadas en Yablunska 144— interpuso un caso contra Rusia en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
Ella quiere que el mundo reconozca cómo murió su esposo, cuyo cuerpo estuvo abandonado durante semanas en un patio lleno de basura.
“Todo el mundo civilizado debe reconocer que se trató de un asesinato”, dijo ella. “Quiero demostrar que no es falso y que realmente sucedió”.
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Los reporteros de The Associated Press Adam Pemble, Allen Breed, Solomiia Hera, James LaPorta, Janine Graham y Richard Lardner, y los productores de “Frontline” Tom Jennings y Annie Wong, y el coproductor Taras Lazer contribuyeron a este reportaje.