Los servicios esenciales de muchas familias en la Isla se han limitado luego del paso huracán Fiona y sus tareas diarias se han complicado y, quizás, hasta duplicado.
Han pasado 10 días desde que tocó tierra el fenómeno y aún quedan miles sin luz y sin agua. El trabajo de restablecer ambos servicios esenciales por parte de LUMA Energy, la Autoridad de Energía Eléctrica y la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados aparenta nunca acabar. El tiempo pasa y la desesperación es evidente en muchas comunidades alrededor de la Isla.
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Uno de esos casos es el de la comunidad del barrio Bauta Abajo del municipio de Orocovis donde alrededor de 200 familias aún permanecen sin luz, sin agua y quedaron incomunicadas al colapsar la PR-590 y PR-143, dos de sus vías principales. Ahora abastecerse de agua en uno de los oasis establecidos por el municipio requiere un viaje de alrededor de 50 minutos y dos horas si se trata de llegar a los trabajos.
Ni hablar de ir a buscar los encargos para comer durante el día porque sin electricidad no hay manera de que se pueda hacer una compra sin que se pierda. A eso se suma que llevarla a sus hogares implica subir jalda arriba con los paquetes y con el temor de caminar por lo que queda de una carretera que colapsó. Los residentes se enteraron de lo ocurrido en la zona cuando un auto cayó barranco abajo mientras transitaba por la PR-143 un día después del huracán.
Gerardo Vázquez, residente de la comunidad, relató que entre todos los retos que actualmente viven, el acceso al agua es el más difícil porque los oasis cercanos a las residencias, establecidos en el barrio Ortiga, no los pueden acceder por los derrumbes. El otro oasis disponible le queda a 50 minutos porque está localizado en el casco urbano del municipio.
“¿Quién guía 50 minutos para llenar un galón de agua? Vamos, la gasolina no se puede gastar así porque sí. La comunidad ha puesto a funcionar intermitentemente el Acueducto Comunidad Bauta Abajo, pero no es suficiente. La gente necesita agua para consumir. Recuerden que la mayoría de la población de esta comunidad son adultos mayores y muchos no tienen transportación apropiada para estas gestiones. Aquí vive gente humilde y buena que merecen más”, denunció.
Para los víveres, la gente llega en su carro hasta lo que llaman la cuesta de don Pancho, que queda justo antes del derrumbe de la PR-590. De allí los administradores del colmado El Cometa, les ofrece transportación a las 12:00 del mediodía y a las 3:00 de la tarde para llevarlo hasta sus instalaciones para hacer la compra del día.
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“Mucha gente baja, hace sus compras, ellos los traen de regreso y entonces suben la cuesta con su compra. Las otras personas que puedan ir al casco urbano a suplirse pero la ruta es mucho más lejos”, contó Váquez.
Otro de los grades temores es que surja una emergencia. Llegar a una institución hospitalaria sería la misma hazaña.
“Mi hermana quedó al otro extremo de nosotros. Para yo poder ir a la casa de ella, por ninguna de las dos vías puedo llegar. Si yo quisiera ir a la casa de ella me tengo que ir a pies por el derrumbe porque me queda cerca o tendría que entonces llegar hasta el casco urbano y darle la vuelta al pueblo que serían 50 minutos hasta llegar al caso urbano y 50 minutos hasta llegar a su casa”, indicó.
Las vías colapsadas también eran el acceso directo a la escuela intermedia Segunda Unidad Bonifacio. Aunque actualmente permanece cerrada, según Vázquez, los estudiantes de la comunidad se les hará imposible llegar porque ahora no tienen paso.
Para ir al trabajo, de igual manera, el viaje al casco urbano no se puede evitar. Muchos de los residentes trabajan en Juana Díaz, Ponce y Villalba y las vías colapsadas le ahorraban tiempo y gasolina. Luego de Fiona, la misión es otra.
“Tienen que llegar hasta el casco urbano para decidir si se van por Barranquitas o por Morovis para ir a sus trabajos, al hospital o cualquier diligencia”, dijo.
Vázquez relató que para que la gente pudiera llegar a sus trabajos se abrió camino por el Bosque Toro Negro que conecta con uno de los barrios de Villalba pero el área es “un poco más complicada”.
Mientras, en la zona de los derrumbes ya se comenzaron los trabajos pero se desconoce cuánto tiempo tomará la reapertura de las vías.
“Ya hay unos contratistas independientes que ya tienen la maquinaria metida en lo que es el derrumbe y están comenzando los trabajos tanto en la PR-143 y la 590″, sostuvo.