Los pájaros ya no cantan. Los peces no nadan en ríos cuyas aguas se han vuelto de un color café turbio. Los animales no recorren el bosque y las vacas suelen aparecer muertas.
La gente en este bosque del norte de Myanmar ha perdido un modo de vida que se remonta a muchas generaciones. Pero si se quejan, enfrentan la amenaza de muerte.
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El bosque es la fuente de varios elementos metálicos cruciales conocidos como tierras raras, que muchos llaman las vitaminas del mundo moderno. Las tierras raras aparecen en la vida de casi todos los habitantes del planeta en discos duros y teléfonos celulares, elevadores y trenes.
La investigación de AP se basó en decenas de entrevistas, datos de aduanas, documentos empresarios y trabajos académicos chinos, además de imágenes satelitales y análisis geológicos recogidos por la ONG ambientalista Global Witness, para vincular las tierras raras de Myanmar a las cadenas de suministro de 78 empresas.
Alrededor de un tercio de las empresas respondieron a los pedidos de declaraciones. Entre éstas, dos tercios se negaron a hacer declaraciones sobre sus fuentes. Volkswagen dijo que estaba investigando las tierras raras. Casi todas dijeron que tomaban muy en serio la protección del ambiente y los derechos humanos.
Algunas empresas dijeron que auditaban sus cadenas de suministro de tierras raras; otras no lo hacían o confiaban en la autoevaluación de los proveedores. GM dijo que comprendía “los riesgos de los metales pesados de tierras raras” y que próximamente buscaría un proveedor estadounidense.
Tesla no respondió a los pedidos reiterados de declaraciones y Mercedes dijo que contactó a los proveedores para poder responder a esta historia. Apple dijo que la “mayor parte” de sus tierras raras eran recicladas y que “no (encontró) pruebas” de que provinieran de Myanmar, pero los expertos dicen que en general no hay manera de asegurarse.
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Así como bajan por las cadenas de suministro de las empresas, las tierras raras se filtran por las grietas de la regulación.
En 2010, el Congreso estadounidense obligó a las empresas a revelar el origen de los llamados minerales conflictivos: tantalio, estaño, oro y tungsteno. Pero la ley no abarca las tierras raras. Las auditorías corresponden a cada empresa, y ningún organismo rinde cuentas.
El Departamento de Estado, que encabeza los esfuerzos para garantizarle a Estados Unidos el suministro de tierras raras, no respondió a los pedidos reiterados de declaraciones. Pero los expertos dicen que el gobierno sopesa la regulación de las tierras raras contra otros objetivos verdes como la venta y uso de vehículos eléctricos. La regulación de la Unión Europea de 2021 sobre los minerales conflictivos también omite las tierras raras.
Estados Unidos tercerizó su minería de tierras raras a China en la década de 1980 debido a problemas ambientales y de costo. El entonces jefe del gobierno chino Deng Xiaoping dijo que las tierras raras eran para China lo que “el petróleo para el Medio Oriente”.
Durante décadas, el sector prosperó. Pero entonces, molestos por las críticas públicas, los funcionarios en Beijing declararon la guerra a las industrias sucias, incluida la minería de tierras raras.
A medida que cerraban las minas chinas, aumentaban los precios del mineral. Miles de mineros cruzaron la frontera a la vecina Myanmar, poseedora de los yacimientos más ricos del mundo de las llamas tierras raras pesadas.
“Me recuerda las actitudes coloniales europeas hacia África”, dijo un analista del sector que habló bajo la condición de anonimato para evitar perjuicios a las relaciones con el gobierno de China. “Uno no puede confiar en las prácticas mineras tercermundistas de una dictadura como la de Myanmar. No es sustentable”.
Guo, un minero chino que pidió no usar su nombre completo para hablar libremente, relató las condiciones de trabajo primitivas en Myanmar, entre nubes de mosquitos y las noches que pasaba quemando troncos en cabañas destartaladas. Los mineros penetraban a cientos de metros (pies) bajo la tierra con palas y sus manos callosas.
“Yo solo soy responsable de excavar la montaña y venderla”, dijo Guo. “El resto no es asunto mío... Vemos si podemos ganar un poco de dinero. Es así de sencillo”.
Hay un nombre para aquello en lo que se ha convertido Myanmar: una “zona de sacrificio”, un lugar que se autodestruye para bien del mundo.
El sacrificio es visible desde el aire, en los estanques color turquesa, en un paisaje antes cubierto por selvas de montaña. Dado que las arcillas de las tierras raras en Myanmar son blandas y superficiales, es fácil introducirlas en estos estanques de productos químicos. Las imágenes satelitales realizadas por encargo de Global Witness muestran más de 2.700 estanques en casi 300 lugares.
Un aldeano que vive junto a un río a 25 kilómetros del centro minero dijo que su esposa solía pescar y vender peces. Ahora los pocos que pescan los enferman.
“No hay peces en el arroyo, ni siquiera peces pequeños”, dijo el aldeano, que pidió el anonimato por razones de seguridad. “Todo se extinguió”.
Las milicias abundan en estas zonas fronterizas del norte; al menos una tiene lazos con la Guardia Fronteriza, respaldada por los militares. Las fuerzas armadas de Myanmar, llamadas Tatmadaw, sufren sanciones internacionales por los abusos a los derechos humanos que cometieron al tomar el poder el año pasado. Eso significa que el dinero que recibe de las milicias puede usarlo para reprimir violentamente a civiles. Los jefes militares y de milicias no respondieron a los pedidos de declaraciones.
Para Dong, un minero chino, los cientos de dólares que entrega a los hombres armados en los caminos de Myanmar son el precio del negocio. No se engaña acerca del daño provocado por ácidos tan fuertes que corroen las palas de sus excavadoras.
“Esta cosa es increíble”, dijo. “Sin duda contamina”.
Mientras tanto, los aldeanos se quejan en una zona del norte de Myanmar donde aún crecen el cardamomo negro y la nuez... por ahora.
“Extraen tierra rara en todas partes y ya no podemos beber el agua”, dijo un aldeano. “No hay nada con que alimentar a los niños. Nada que comer”.