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Estudio de Salud estima que el 47% de los adultos contagiados de COVID-19 sufrió secuelas a largo plazo

El análisis publicado esta semana se enfocó en las personas de 21 años o más que se infectaron entre septiembre de 2020 y agosto de 2021

El cansancio o fatiga, cambios en el gusto u olfato, dolor muscular o coyuntural, problemas respiratorios y dolor de cabeza fueron los principales síntomas del llamado “COVID prolongado” que se detectaron en el primer estudio de prevalencia sobre esta condición realizado en Puerto Rico.

El análisis liderado por el Departamento de Salud se enfocó en personas de 21 años o más que recibieron un diagnóstico de COVID-19 confirmado (por prueba molecular) o probable (prueba de antígeno) entre el 1 de septiembre de 2020 y el 31 de agosto de 2021. De los 119,906 diagnósticos que se produjeron en ese periodo –incluyendo sobre 80,000 casos personas de 21 años en adelante–, la agencia terminó encuestando unas 322 individuos, desglosados en 183 mujeres y 139 hombres.

La encuesta arrojó que, de las 322 personas entrevistadas, 149 –el 46.27%– reportó uno o más síntomas persistentes por al menos dos meses luego del diagnóstico, descripción que se ajusta a la definición del COVID prolongado aceptada por la Organización Mundial de la Salud. Además de la persistencia, un caso de COVID prolongado requiere que los síntomas no puedan “ser explicados por un diagnóstico alterno”. Al ajustar para la metodología de la investigación, se estima que la prevalencia de secuelas de COVID en la población de 21 años o más en el país ascendió a 47.52%.

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Según surge del estudio, titulado “Informe Especial: Prevalencia de Secuelas Post Agudas de COVID-19 en Puerto Rico”, han sido las mujeres el sexo más afectado por el ‘Long COVID’, con una prevalencia estimada de 54.83%, frente al 37.78% de los hombres.

Tanto en los segmentos de 50 a 59 años (52.11%) como los de 40 a 49 años (50.85%) y 30 a 39 años (50%), se reportó una prevalencia COVID prolongado de 50% o más. En el grupo de 60 a 69 años, en tanto, la proporción se ubicó en 48.78%, mientras que para el demográfico más joven que participó de la encuesta, de 21 a 29 años, fue de 39.13%.

Entre los 12 adultos mayores de entre 70 y 79 años, tres (25%) informaron de síntomas compatibles con el COVID prolongado, mientras que ninguna de las cuatro personas de 80 años o más que participaron reportó secuelas de la enfermedad.

Dentro del grupo de 149 personas que sufrieron de las consecuencias a largo plazo del COVID-19, 69 (46.31%) reportó cansancio, fatiga o ambos entre los síntomas persistentes. El 45.64% (68), en tanto, detectó cambios en el gusto y/o en el olfato, mientras que el 30.20% (45) mencionó haber sufrido dolor muscular y/o en las coyunturas.

Asimismo, entre la muestra de personas con COVID persistente, hubo 44 (29.53%) que mencionaron dificultades respiratorias y 39 (26.17%) que aludieron a dolores de cabeza.

Otros efectos adjudicados a las secuelas del COVID-19 que se tabularon en el informe de Salud, divulgado esta semana, fueron tos, ansiedad, problemas menstruales, hormigueo, palpitaciones, depresión, hormigueo, mareos, neblina mental, dolor de estómagos, sarpullido, fiebre y diarreas.

El nivel de gravedad del COVID-19 durante su fase aguda fue otro de los ángulos que se auscultó como parte del análisis. Aquellos infectados que reportaron efectos durante el periodo de contagio tuvieron síntomas persistentes en el 51.74% de los casos, en comparación con el 14.53% de los que no se enfermaron durante la fase aguda.

En el 74.47% de los casos en que la persona requirió atención médica durante la fase aguda también registraron síntomas persistentes, frente al 40% de quienes no lo necesitaron, mientras que el 76.81% de quienes habían visto sus actividades cotidianas “significativamente afectadas” durante la infección reportaron secuelas. Entre las personas que cuya vida diaria no se afectó sustancialmente, la prevalencia de secuelas posteriores fue de 31.86%.

El estudio también ajustó los resultados para estimar la prevalencia del COVID prolongado según la población residente en las siete regiones del Departamento de Salud, siendo Mayagüez la más afectada con un 56.3%. A Mayagüez le siguieron, en orden descendente, las regiones de Caguas (49.9%), Bayamón (49.2%), Metro (46.7%), Fajardo (46.0%), Ponce (43.3%) y Arecibo (37.5%).

El periodo que abarca el estudio incluyó tres olas de contagios: entre noviembre y diciembre de 2020; abril y mayo de 2021; y julio y agosto de 2021. Esos repuntes fueron provocados, respectivamente, por la variante original del COVID-19, la variante Alfa y la variante Delta.

Partiendo de las fechas de los contagios de las personas encuestadas, la investigación de Salud concluyó que el 50.11% de los que se infectaron mientras predominó la variante original sufrieron secuelas del COVID-19 a largo plazo, en comparación con el 46.70% de los contagiados durante la propagación de Alfa y el 42.18% de la población que arrojó positivo durante el repunte de Delta.

Aunque el estudio no ofrece conclusiones desde esa perspectiva para Puerto Rico, la reducción gradual en las tasas de COVID prolongado coincide con el incremento de población vacunada contra el virus. En Puerto Rico, la vacunación arrancó a mediados de diciembre de 2020 con el personal médico, antes de ampliarse, un mes después, a otros trabajadores considerados “esenciales” y los adultos mayores, seguido de posteriores expansiones a base de criterios de edad y condiciones de salud preexistentes.

El informe sí menciona que estudios internacionales han concluido que personas completamente vacunadas tienen la mitad de la probabilidad de tener síntomas más allá de los 28 días, en comparación con los no vacunados. Asimismo, más pacientes vacunados reportan una mejoría en los síntomas a un mes del contagio que sus contrapartes no vacunados.

De acuerdo con el estudio, que fue revisado por las oficinas de la principal oficial médico de Salud, Iris Cardona, y de la principal oficial de epidemiología, Melissa Marzán, sus hallazgos permitirán “establecer políticas públicas conforme a las necesidades de los pacientes de secuelas post agudas de COVID-19 y promover la investigación relacionada a identificar factores de riesgo, medidas de prevención o tratamientos de vanguardia para el beneficio de estos pacientes”.

Entre sus limitaciones, la investigación reconoce que los síntomas reportados por los participantes no fueron corroborados por análisis médicos, y la información provista se fundamentaba exclusivamente en la memoria de los encuestados.

“También es posible que las características de los pacientes que no participaron difieran de los que sí lo hicieron”, advirtió el informe.

Según el Departamento de Salud, hasta el día de ayer unas 4,644 personas habían fallecido en Puerto Rico a consecuencia del COVID-19 en el periodo de dos años y cuatro meses desde que se detectaron los primeros contagios.

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