MADRID, 8 (EUROPA PRESS)
Con el asesinato del ex primer ministro japonés Shinzo Abe, la corriente conservadora tradicionalista de la política japonesa pierde a uno de sus principales exponentes y a un transformador de la política económica y militar del país merced respectivamente a un esfuerzo de liberalización y un intento de alejamiento del pacifismo de posguerra.
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Abe sirvió dos mandatos como primer ministro, convirtiéndose en el primer ministro de Japón con más años de servicio, antes de renunciar en 2020, diciendo que había resurgido su colitis ulcerosa, el problema de salud que llevaba arrastrando desde la adolescencia.
Apoyado en el tono rompedor de su predecesor, Junichiro Koizumi, y en los principios tradicionales de su abuelo y antiguo primer ministro (1957-1960) Nobusuke Kishi, Abe entró en política en 1982 como asesor de su padre Shintaro y, desde ahí, comenzó a subir en las filas gracias a la agresividad de sus mensajes sobre las amenazas existenciales, a su entender, que países como China o Corea del Norte representaban para Japón.
Este carácter se vio perfectamente representado en su polémica visita de 2013 al santuario de guerra de Yasukuni, que China y las dos Coreas recuerdan como un símbolo del pasado militar imperial de Japón.
Su aparición en Yasukuni fue el prolegómeno de lo que pasaría dos años después: la declaración de una iniciativa para obtener el derecho a la autodefensa colectiva, es decir, capacitar a Japón para movilizar tropas en el extranjero con el objetivo de defenderse a sí mismo y a sus aliados bajo ataque. Sin embargo, fracasó a la hora de codificar este derecho en la Constitución japonesa, y el tema sigue generando división en el país.
Como en el panorama militar, los resultados de su política económica no alcanzaron los objetivos esperados. Tras unos años de relativo impulso, el país entró nuevamente en recesión en primavera de 2020, durante los primeros meses de la pandemia de coronavirus, que Abe aprovechó para cimentar la posición internacional de Japón como aliado incondicional de Taiwán, sobre el que China reclama soberanía, al actuar como facilitador de la entrega de millones de vacunas.
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Abe también cultivó su amistad con el entonces presidente de Estados Unidos Donald Trump. Fue el primer líder extranjero en reunirse con el flamante mandatario estadounidense tras su victoria en las elecciones de 2016 y desplegó la alfombra roja durante la visita de estado del presidente a Japón en 2019.
La reaparición de su enfermedad, unida a la erosión de su figura pública tras varios escándalos (como el arresto de su exministro de Justicia) y las críticas a su gestión de los primeros meses de la pandemia le llevó a dimitir en agosto de 2020 y a renunciar a su sueño de presidir la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos, aplazados finalmente a 2021.