El obispo de Arecibo, monseñor Daniel Fernández Torres informó el miércoles que los directivos de Roma le solicitaron la renuncia.
“Cuando reciban la noticia de mi sustitución como obispo al frente de la diócesis de Arecibo quiero que sepan que no me corresponde explicarles una decisión que no puedo explicarme yo mismo, aunque la acepte con la paciencia de Cristo por el bien de la Iglesia. Tampoco les toca a ustedes juzgar aquello de lo que solo Dios y la historia harán en su momento.
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Lamento mucho que en la Iglesia donde se predica tanto la misericordia, en la práctica algunos carezcan de un mínimo sentido de la justicia. A mí no se me ha hecho ningún proceso, ni se me ha acusado formalmente de nada y sencillamente un día el delegado apostólico me comunica verbalmente que de Roma se me pedía la renuncia. Se sustituye ahora a un sucesor de los apóstoles sin emprender ni siquiera lo que sería un proceso canónico deberoso para destituir a un párroco”, dijo el religioso en declaraciones escritas.
Fernández Torres se caracterizaba por asumir posturas distintas a sus compañeros obispos de las diócesis de Puerto Rico, en temas como las vacunas contra el COVID-19. Inclusive, algunas de sus posturas van en contra de lo que profesa el papa Francisco. Informes de prensa señalan que Fernández Torres se negó a trasladar a los seminaristas de su Diócesis al nuevo Seminario Interdiocesano de Puerto Rico, aprobado por el Vaticano a inicios de marzo de 2020.
“Se me informó que no había cometido ningún delito pero que supuestamente “no había sido obediente al Papa ni había tenido la suficiente comunión con mis hermanos obispos de Puerto Rico”. Se me sugirió que si presentaba la renuncia a la diócesis quedaría al servicio de la Iglesia por si en algún momento me necesitaban en algún otro cargo; oferta que de hecho demuestra mi inocencia. Sin embargo, no renuncié porque no quise hacerme cómplice de una acción del todo injusta y que aún ahora me resisto a pensar que pueda ocurrir en nuestra Iglesia”, sostuvo.
Esta experiencia personal, por otro lado, me ha ayudado a darme cuenta de un modo nuevo de la grave responsabilidad que tenemos todos los obispos en el gobierno de la Iglesia que es apostólica y no piramidal, sinodal y no autocrática. Creo que por bastante tiempo muchos obispos hemos estado observando preocupados lo que ocurre en la Iglesia y nos hemos resistido a creer lo que está pasando. Hoy más que nunca debemos recordar nuestro llamado a ser profetas”, concluyó.