El gran juicio del Vaticano por fraude y extorsión se reanudará el viernes luego de sacar a la luz ciertas realidades indecentes del funcionamiento de la Santa Sede. En el centro de la escena estará una historia de espionaje más propia de 007 que de las intimidades de un pontificado.
Según testimonios escritos obtenidos el jueves, uno de los asesores principales del papa Francisco trajo agentes del servicio secreto italiano a buscar micrófonos ocultos en su oficina y les encomendó informes de inteligencia, pasando por alto a la policía del Vaticano.
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Las denuncias de las acciones del arzobispo Edgar Peña Parra, número dos de la secretaría de Estado vaticana, suscitan interrogantes sobre la seguridad y soberanía de la ciudad Estado del Vaticano, ya que invitó a espías de una agencia extranjera a trabajar en las entrañas de la Santa Sede y les encomendó tareas propias de la policía vaticana.
Peña Parra no está acusado de crimen alguno, pero sus subordinados sí. Están entre la decena de personas, incluyendo un cardenal otrora poderoso, enjuiciadas en el tribunal penal del Vaticano en relación con la fallida inversión de 350 millones de euros en una propiedad inmobiliaria en Londres.
En el juicio, que se reanuda el viernes, los fiscales han acusado al gerente financiero de la Santa Sede junto con agentes financieros y abogados italianos de cobrarle al papa decenas de millones en honorarios y extorsionar al Vaticano por 15 millones para obtener la plena tenencia de la propiedad.
El papel de Peña Parra en el escándalo siempre ha sido anómalo, ya que autorizó a sus subordinados a negociar los contratos finales de la transacción y luego generó un informe de transacción sospechoso al solicitar un préstamo de 150 millones de euros al banco del Vaticano para cancelar la hipoteca sobre la propiedad. Pero los fiscales no lo han acusado, al menos hasta ahora.