El uso del celular en el baño es un comportamiento extendido globalmente, considerado por muchos como un simple hábito inofensivo para maximizar el tiempo. Sin embargo, estudios recientes y especialistas en salud pública y anatomía están advirtiendo que esta práctica es riesgosa y puede vincularse directamente a una mayor exposición a microorganismos patógenos y a un incremento en ciertos problemas gastrointestinales y musculoesqueléticos. La alerta ya no se limita a la higiene, sino que abarca problemas físicos derivados del tiempo prolongado que se pasa sentado.
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La comunidad médica ya considera el uso del smartphone en el sanitario como un nuevo factor de riesgo que debe ser comunicado con claridad. La recomendación es clara: evitar prolongar el tiempo en el inodoro por distracción en la pantalla y limpiar de forma periódica el dispositivo, que se ha comprobado que actúa como una superficie de contacto para contaminantes de distintos entornos.

El smartphone como foco de contaminación bacteriana
Aunque la mayoría de las personas son conscientes de que el baño es un entorno que alberga microorganismos, pocos dimensionan el volumen de agentes contaminantes que puede acumular un celular expuesto a ese ambiente. Estudios microbiológicos han demostrado que la pantalla de un smartphone puede ser una superficie que alberga miles de bacterias, hongos y virus provenientes de múltiples fuentes.
El teléfono se convierte en una extensión de la mano y un vehículo de transporte de contaminantes porque, en la mayoría de los casos, no se limpia con la misma frecuencia que otras superficies de contacto. Los especialistas coinciden en que no se trata de generar alarma innecesaria, sino de entender la biología del dispositivo: el celular es un objeto de uso intensivo y constante que, si no se desinfecta de forma regular (con paños con alcohol o soluciones desinfectantes), funciona como un medio de transporte de agentes patógenos desde el sanitario.

La presión pélvica y el riesgo de hemorroides
La segunda observación crítica de los estudios recientes tiene que ver con la duración de la estancia en el inodoro. Usar el smartphone para leer, navegar o responder mensajes alarga inevitablemente el tiempo que la persona permanece sentada, prolongando la tensión ejercida sobre el área rectal y el suelo pélvico.
Al permanecer sentado más tiempo del necesario en el inodoro, y en una postura que no es neutra, se intensifica la presión pélvica sobre las almohadillas hemorroidales. Investigaciones comparativas han detectado que los usuarios que emplean el celular en el baño suelen exceder la duración promedio recomendada. Médicos de diversas instituciones sugieren que el tiempo ideal en el inodoro, en condiciones normales, no debería superar los tres minutos. La estimulación externa de la pantalla hace que este tiempo se multiplique, lo cual está asociado a un incremento medible en el riesgo de desarrollar complicaciones como hemorroides, fisuras anales y, en casos más graves, prolapsos rectales.

Riesgos adicionales y el bienestar mental
Además de las afecciones directas relacionadas con la musculatura del suelo pélvico (como desgarros y hernias), los profesionales en salud mental también advierten sobre el impacto de este hábito.
El uso prolongado e ininterrumpido del dispositivo en un espacio privado puede fomentar y reforzar patrones adictivos y la revisión compulsiva de la pantalla, sin importar el lugar. Este tipo de comportamiento digital puede contribuir al estrés, la ansiedad y a ciclos de dependencia del dispositivo, lo cual se añade a los riesgos físicos ya documentados. Limitar el uso del celular, especialmente en momentos de pausa como el baño, puede ser un primer paso para romper estos patrones.

