Salud

¿Qué dicen los expertos sobre las polémicas declaraciones de Trump y el paracetamol?

El presidente reabre un viejo debate médico sin evidencia que lo respalde

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Discurso de Donald Trump durante la Asamble de las Naciones Unidas Foto: Screenshot

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La Casa Blanca vuelve a estar en el centro de la polémica. Esta vez, por una rueda de prensa en la que Donald Trump relacionó el uso del paracetamol durante el embarazo con el aumento de diagnósticos de autismo en niños. La comunidad científica no tardó en reaccionar. Y lo hizo con fuerza.

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Trump, paracetamol y un argumento que hace ruido

Durante una conferencia en la Casa Blanca, el expresidente Trump —acompañado por Robert F. Kennedy Jr., actual secretario de Salud— lanzó una advertencia: el consumo de acetaminofén (paracetamol) durante el embarazo podría estar vinculado a un mayor riesgo de autismo.

Dijo, textualmente, que “hay una asociación muy elevada”. ¿Respaldo científico? Solo su infalible “sentido común”, según él.


Trump también subrayó que los diagnósticos de autismo en EE.UU. se han disparado en un 400% en las últimas dos décadas y calificó la situación como “alarmante”. Anunció que los Institutos Nacionales de Salud invertirán más de 50 millones de dólares en investigaciones sobre el tema.

Hasta aquí todo suena a titulares... pero de ciencia, poco y nada.

La ciencia responde, y no con memes

Y claro, la comunidad médica no se quedó de brazos cruzados. Desde la Confederación Autismo España hasta la OMS, pasando por psicólogos, genetistas y epidemiólogos, todos coincidieron: no hay evidencia científica que vincule el uso de paracetamol con el autismo.

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Una de las voces más citadas fue la de Monique Botha, profesora de Psicología del Desarrollo en la Universidad de Durham.

Señaló un estudio masivo del Instituto Karolinska que analizó más de 2 millones de nacimientos y no encontró ninguna correlación entre el uso del medicamento durante el embarazo y el desarrollo de autismo, TDAH o discapacidad intelectual.

La preocupación, según Botha, no es solo médica: declaraciones como las de Trump refuerzan viejos estigmas, como la culpa materna. “Esto reaviva patrones dañinos y desinformados que han perseguido a las madres durante décadas”, afirmó.

¿Y qué onda con la leucovorina?

Como si no fuera suficiente, Trump también propuso impulsar el uso de leucovorina —una forma sintética de ácido fólico usada en tratamientos oncológicos y anemias— como tratamiento para el autismo.

Marty Makary, comisionado de la FDA, respaldó esta idea afirmando que es “el primer camino reconocido por la agencia” para tratar el trastorno.

¿Y qué dice la ciencia? Pues que la cosa no es tan simple. La leucovorina ha mostrado ciertos resultados en un grupo reducido de pacientes con deficiencia cerebral de folato (una condición rara). Pero extrapolar eso al autismo en general es como intentar arreglar un reloj con un martillo.

Según Dawn Adams, investigadora sobre autismo, “los estudios actuales son de baja calidad y no permiten sacar conclusiones ni hacer recomendaciones públicas”. Y ya sabes lo que pasa cuando las recomendaciones públicas se hacen sin datos sólidos: confusión general y falsas esperanzas.

Autismo, una condición, no una epidemia

La comunidad científica insiste en que el autismo no es una enfermedad que se cura, sino una condición del neurodesarrollo que se manifiesta de formas muy diversas. En muchos casos, el aumento en los diagnósticos se debe a mejores herramientas para detectarlo y a una mayor conciencia social.

Lo dijo bien la OMS: si hubiera una relación clara entre el paracetamol y el autismo, ya se habría identificado hace tiempo. El problema es que cuando se mezclan ciencia, política y micrófonos, el riesgo no es solo la confusión, sino el miedo innecesario.

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No, no hay evidencia de que el paracetamol cause autismo. Y no, la leucovorina no es la cura mágica. La salud pública no es lugar para shows ni para conjeturas sin pies ni cabeza. Ya bastante tenemos con lo real.

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