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¿Por qué cada vez más gente trata a sus perros como a un hijo?

Mamá, papá, perro. No pocas personas cuidan a sus compañeros animales como a sus propios hijos. ¿Qué hay detrás de esto?

El perro luce un diminuto suéter, disfruta de comida premium en su plato personalizado y hasta recibe un pastel de carne picada en su cumpleaños. Esta escena, cada vez más común, refleja cómo muchos perros son mimados como verdaderos bebés humanos.

En Estados Unidos, Canadá, Australia y gran parte de Europa, entre un tercio y la mitad de los hogares tienen al menos un perro. En Alemania, el número de hogares con perros continúa creciendo mientras la tasa de natalidad desciende, una tendencia que se repite en numerosos países. Ante este fenómeno, los investigadores plantean una pregunta inquietante: ¿existe realmente una conexión entre ambos fenómenos?

Mascotas como familia: la nueva tendencia demográfica

La respuesta podría estar en nuestros cambios sociales. Investigadoras húngaras, en un estudio publicado en la revista European Psychologist, señalan que cada vez más adultos tienen escaso contacto con niños pequeños en su rutina diaria. En las sociedades occidentales y del este asiático, las mascotas han comenzado a ocupar el vacío emocional que antes llenaban los vínculos familiares tradicionales. Los perros, en particular, son considerados auténticos miembros de la familia, y muchos propietarios llegan a verlos como sus propios hijos.

Esta transformación no es casual. Según las investigadoras, los perros adaptan su rol según las circunstancias vitales de sus dueños: se convierten en compañeros de piso para jóvenes solteros, en el “primer hijo” de parejas recién casadas, en compañeros de juegos para familias con niños pequeños, en sustitutos emocionales cuando los hijos se independizan, o en fieles compañeros que combaten la soledad de las personas viudas.

Por otra parte, a medida que la sociedad envejece y más personas se enfrentan a una epidemia de aislamiento que amenaza nuestra salud y bienestar mental, los perros se convierten también en miembros vitales de la familia que cuidarán de nosotros a su manera.

Por qué los perros son los “bebés peludos” perfectos

Los expertos sostienen que las personas han canalizado hacia los animales domésticos su impulso biológico innato de cuidado, originalmente dirigido hacia los niños. Pero surge una pregunta: ¿por qué los perros logran ocupar tan eficazmente el papel de “bebé peludo” en nuestros corazones?

La respuesta radica en sorprendentes similitudes funcionales. Laura Gillet y Enikő Kubinyi, investigadoras de la Universidad Eötvös Loránd de Budapest, analizaron múltiples estudios sobre esta relación y encontraron patrones reveladores. “Los perros pueden desarrollar vínculos de apego con sus cuidadores que resultan notablemente similares a los que establecen los niños pequeños”, explican las expertas.

Sin embargo, existe una ventaja evolutiva peculiar: mientras los bebés humanos crecen hacia la independencia, los perros mantienen su dependencia durante toda su vida. Esta característica los convierte, paradójicamente, en compañeros más “fiables” para quienes buscan satisfacer su instinto de cuidado a largo plazo.

Los perros poseen características físicas y de comportamiento que activan poderosamente nuestros instintos de protección. Sus rasgos juveniles permanentes –ojos grandes, hocicos acortados, comportamientos juguetones– despiertan respuestas de cuidado profundamente arraigadas en nuestra biología.

Esta conexión se manifiesta en comportamientos extraordinarios. Muchos propietarios invierten recursos considerables en el bienestar de sus mascotas, a veces priorizando las necesidades del animal sobre las propias. “Esta devoción hacia los perros domésticos presenta paralelismos notables con el concepto de maternidad intensiva”, señalan las investigadoras.

Los números respaldan esta tendencia: en Alemania, más del 21 % de los hogares convive con un perro, una proporción estable en los últimos años. El mercado de productos para mascotas alcanzó los 7.000 millones de euros en 2024, reflejando la importancia económica de este vínculo emocional.

Distinción consciente, no sustitución ciega

Contrario a la percepción popular, las investigadoras enfatizan que generalizar sobre los perros como “sustitutos de hijos” sería simplificar excesivamente la realidad. La mayoría de decisiones de adopción canina se toman con plena conciencia de las diferencias fundamentales entre la relación humano-perro y humano-niño.

Paradójicamente, muchos propietarios eligen perros precisamente porque no son como los niños. Esta elección deliberada sugiere una comprensión sofisticada de las distintas recompensas emocionales que ofrece cada tipo de relación.

Además, las presiones sociales y económicas para tener hijos hacen que muchos adultos jóvenes descarten esta opción, dirigiendo entonces su tiempo, dinero y cuidados hacia sus compañeros caninos. El factor económico resulta decisivo: por ejemplo, en Estados Unidos, criar a un niño e ha vuelto cada vez más costoso, con gastos que han aumentado un 35,7 % solo en los dos últimos años.

Por otra parte, un experimento mental revelador expone los límites de la equivalencia perro-niño. Cuando se plantea el dilema hipotético de elegir entre salvar una vida humana o cien vidas caninas, la abrumadora mayoría de encuestados prioriza al ser humano. Esta preferencia se intensifica dramáticamente cuando la vida en cuestión es la de un niño.

Además, las estadísticas de abandono revelan diferencias cruciales en el compromiso. Solo en Estados Unidos, aproximadamente tres millones de perros ingresan anualmente a refugios, representando más del 3 % de la población canina total.

Diferencias culturales en la relación perro-humano

La relación humano-perro presenta matices culturales fascinantes. En Estados Unidos, los propietarios adoptan roles parentales explícitos, refiriéndose a sí mismos como “mamá” o “papá” de sus “hijos peludos” en contextos familiares íntimos. Sin embargo, con colegas o desconocidos emplean terminología más neutral y distante.

Esta dualidad lingüística revela la complejidad social del fenómeno: mientras que en algunos entornos culturales la humanización de las mascotas es socialmente aceptable e incluso esperada, en otros contextos prevalece una distinción más marcada entre especies.

En contraste, muchas culturas mantienen relaciones considerablemente más distantes con sus animales de compañía, sugiriendo que el fenómeno del “perro como hijo” no es universal, sino producto de circunstancias socioculturales específicas.

FEW (dpa, Eötvös Loránd, European Psychologist)

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