Salud

Valentina, Alexandra… y el triunfo de la maternidad

La historia de como las Lúgaro se gozan juntas el reto de la vida.

La luz: un elemento cuyo fulgor te ayuda a ver las cosas, a palpar la vida, tanto en su cotidianidad como a largo plazo.

Y en una época en el que la luz y electricidad en Puerto Rico ya es un lujo, siempre es lo más cercano lo que ilumina nuestras vidas. Miren el ejemplo de la chica que desde hace casi década y media le da energía a Alexandra Lúgaro.

“Mi mamá quería tener una hija y ella hizo un montón de cosas para poder traerme al mundo”, explicó a Metro Salud la joven Valentina Lúgaro Natal, una leo que en agosto cumplirá 15 años como el motor eléctrico de la vida de su mamá.

Las palabras que suelta Valentina surgen durante un miércoles de Semana Santa, en el año que marca el cuarto de centuria del siglo XXI. Sí, Valentina habló con Metro el mismísimo día en el que el deterioro de un sistema eléctrico que durante años ha ninguneado los gobiernos de la colonia se juntó con la incertidumbre eterna en la que labora LUMA para regalarnos otro apagón masivo. A su lado, su mamá sonreía en estéreo con ella, alumbrando la tiniebla burda a la que ya nuestra condición de carencia eléctrica tercermundista a la que nos hemos acostumbrado.

Alexandra, quién en dos ocasiones fuese candidata a la Gobernación y quien ahora se destaca como una de las principales comunicadoras del archipiélago borincano, ha saboreado muchos retos a través de su vida y su carrera. Nada se compara, sin embargo, a la delicia de criar una personita que algunos expertos de salud no entendían que era posible que llegara a tener vida.

Claro, que, en una sociedad conservadora como esta, del mar y el sol, donde la moral es muchas veces predicada en paños menores por líderes sociopolíticos adheridos a los caprichos dogmáticos de quienes los eligen, hay veces que para poder encontrar la felicidad tienes que ir contra la corriente. De hecho, retar las normas del establishment es algo que despierta las pasiones humanas de Alexandra, así que – al igual que le pasó cuando dio sus primeros pasos en la política – cuando le dijeron que no podía tener hijos, ella se entregó con más fuerzas aún a la misión de ser feliz.

“Yo tenía unas condiciones que me ponían en situación de riesgo a la hora de quedar embarazada, aunque las razones que los expertos me daban iban más allá que eso. No tenía pareja, pero pues, una sabe que las ventanas de oportunidades para dar a luz se cierran y yo quería tener hijos. Muchos médicos me decían que no podían hacer el proceso, porque ellos no traían al mundo sin padre”, manifestó, con la atenta mirada de su retoño posándose en ella.

“Mi ginecólogo me dice, no, espera, yo voy a llamar a un compañero y llama entonces al doctor Navarro Acevedo. Le dice: tengo una paciente que tiene estas condiciones y si alguien no le hace este procedimiento ya no va a poder ser madre. Ese médico me hizo el procedimiento necesario y es entonces que surge Valentina”, rememoró.

Eso fue en 2010, tiempos en los que el impacto global de las redes sociales comenzaba a atemperar un poco las actitudes conservadoras en Puerto Rico y a darle voz a quienes las tendencias opresoras tradicionales habían acallado.

“Es bien distinto. Pero, imagínate, en aquel momento, la senadora Lucy Arce (exlegisladora por el Partido Nuevo Progresista) presentó un proyecto para penalizar con 10 años de cárcel a cualquier persona que entrara en algún proceso con una madre subrogada o que tuviese un embarazo in vitro con un donante anónimo, como yo lo había hecho”, recordó Alexandra, como ejemplo de los tiempos en los que se dio su embarazo.

“En aquel momento este proyecto cobraba mucha importancia. Yo era una figura privada. Pero mis médicos me dicen: ‘mira, necesitamos que vengas a los medios con nosotros, porque hay que levantar la voz. Tú estás pasando por esto ahora mismo y te ex pondrías a esa penalidad de cárcel. Recuerdo que me entrevistó un rotativo del país sobre el tema, y un día en la portada del periódico estaba yo con Valentina, con apenas 28 días de nacida. Y la portada se titulaba; En la mira a embarazos polémicos’. Así que, lo de estar en polémicas viene desde hace mucho tiempo”, expresó, sin evitar dejar escapar una sosegada risa.

Mira a su hija y sonríe, ya con los ojos más o menos inundados. Es que en cierta forma y sin saberlo, Valentina ayudó a su mamá a comenzar a romper esquemas en la sociedad puertorriqueña. Pudiese interpretarse que este fue el ensayo perfecto para lo que se avecinaba en el mundo de la política.

Valentina lo entiende a la perfección.

“Eso me hace, tú sabes… Eso me hace sentirme amada. O sea, mi mamá quería que yo estuviese aquí, y eso solamente lo confirma más que lo que yo pueda decir. Ella hizo todo para poder tenerme”, dice Valentina, y ya las lágrimas de alegría maternofiliales comienzan a fluir, cual cascada en montaña de Utuado.

Alexandra recoge velas emocionales en su barco de vida para permanecer mar adentro en el análisis de aquel cumplido sueño de maternidad.

“Hay cosas en la vida que uno escoge tal y como las quiera hacer. Hay otras veces que las circunstancias escogen por uno. Quizá yo hubiese querido que tener un bebé fuese distinto, pero la vida escogió por mí porque yo tenía tres meses para tomar una decisión”, articuló.

“Fue un embarazo de alto riesgo. Estuve más de ocho veces hospitalizada, con hemorragias. Empecé con contracciones a las catorce semanas. Me instalaron un sistema en mi casa donde todo el tiempo estaban monitoreando las contracciones. Cuando yo empezaba a sentir las contracciones muy fuertes me llamaba alguien de un call center para decirme: ‘haz tu bulto, arranca para el hospital’”, resaltó la mantenedora del espacio televisivo ‘Última Palabra’, de Teleonce.

“Pero ¿sabes qué? Al final resultó ser perfecto”, asintió.

Valentina cambió todo para Alexandra. Tenía una nueva aliada, una nueva arma de amor para afrontar cualquier reto. La quería todo el tiempo a su lado. Pactó acuerdos con el señor tiempo para manejar su nuevo super poder maternal.

“Trabajaba como abogada y dirigía dos empresas a la misma vez. Quería gozármela mientras trabajaba. Puse un corral en la oficina y me la traía, pero ya a los ocho meses tuve que sacar un cuido. Siempre tenía la inquietud de cómo una lograr esos balances de tiempo de calidad con ella y no sentir que me la estaba perdiendo”, señaló, con aroma a presagio de retos monumentales que vencería junto a su nueva compinche.

2014: arranca la carrera política de Alexandra, una trayectoria conocida por todos. Con sus virtudes y defectos, su desenvolvimiento en el ruedo nacional retó los parámetros de la política tradicional y reafirmó las posibilidades de las candidaturas independientes fuera del partidismo. A su vez, solidificó a los medios cibernéticos no tradicionales y las redes sociales como plataformas de envergadura para aspiraciones poco convencionales.

2016: una mujer aspiró a la Gobernación de manera independiente, sin respaldo partidista, con las redes sociales como plataforma directa para hablar con sus seguidores y bajo el escrutinio eterno de la prensa tradicional sedienta de números y algoritmos. Acaparó más de 175 mil votos, un 11.3 % del total para la Gobernación. Llegó tercera, detrás de Ricardo Rosselló y David Bernier, representantes entonces de las corrientes bipartidistas que controlan los procesos eleccionarios donde Fortaleza se la turnan desde el año de las guácaras, cual ‘time share’ en Palmas del Mar. A ocho años, este hito político en un Puerto Rico que debe tirar más fotos impresiona y quizás merezca mirarse con mayor profundidad por quienes luchan por cambios sustanciales.

“Recuerdo días donde visitábamos 14 pueblos, más las entrevistas con los medios. Vivía como un sentimiento de culpa. Sentía que perdía mucho tiempo de estar con ella, tiempo que no iba a regresar”, subrayó.

Valentina tenía cuatro añitos cuando la carrera política de su mamá despegó, y de esa época no recuerda mucho que digamos, aunque ahí fue que comenzó a sospechar que esto sería una montaña rusa.

“Yo como que sentía que mami estaba haciendo algo importante”, sonrió.

Luego de las elecciones del 2016, ya la cara de Alexandra era reconocida por medio mundo. Mientras crecía, Valentina se ajustaba a este entorno, volviéndose una pieza clave para la campaña el proceso de retornar a la candidatura en 2020.

“Me acompañaba a todos lados. Era una figura fija en el comité. Le decía a la gente: ‘siéntese aquí, ¿quiere una camisa, una gorra? Fue a Lares, Naranjito, Jayuya, Utuado, recorrió todos los pueblos de Puerto Rico”, dice Alexandra, ante la mirada atenta de Valentina.

Quizá la mejor lección aprendida en este proceso por Valentina fue una que le salió del alma, más que del ambiente en que se desenvolvía.

“En las actividades que mi mamá iba, o cada vez que la veía hablar en los medios, o cuando venía toda esa gente a verla, yo pensaba rápido: ‘ok, esto es algo serio’. Y, pues sí, me ilusionaba saber que mami estaba haciendo algo por el país y que mucha gente lo veían como algo bueno”, acotó la adolescente.

También se enteró temprano que no todo era color de rosa. A pesar de que Alexandra no le permitía a su hija entrar al mundo cibernético hasta que entró en la adolescencia, no fue difícil que Valentina se enterar de que la inmensa popularidad de su madre era una navaja de doble filo. Al volverse una amenaza a los componentes de la política tradicional, Alexandra cayó bajo la lupa pública y, por supuesto, en el radar de asedio de fotutos y haters a tutiplén.

“Yo siempre me acuerdo de un momento, yo no sé si ni siquiera se acuerda”, comienza Alexandra a relatar un suceso.

“Algo había pasado, no recuerdo ni siquiera cuándo era la situación. Pero yo estaba leyendo unas cosas en las redes, una de esas treinta ocasiones donde están atacando a uno con algún tema. Y era algo que particularmente me hizo sentir mal porque otra vez tenía gente buscando cosas que no hay solo por hacerme daño, cosas personales que no eran ciertas, y uno no es de palo, uno aguanta, pero se agota”, prosiguió.

“Recuerdo estar llorando en el baño y Valentina me pregunta: ‘¿qué te pasa?’ Y yo le digo: ‘nada, que estaba leyendo cosas que decían en las redes, pero ya’. Y ella, tan convencida, me decía: ‘pero ¿por qué estás llorando? ¿Por qué te sientes así, si tú sabes que eso no es verdad? ¿Por qué te afectaría lo que otros puedan pensar de ti? Ellos, que digan lo que sea, siempre van a decir cosas.’”, agregó.

“Eso me sorprendió tanto, porque habiendo crecido en este mundo, donde ya no hay líneas, se cruzan todas y te tiran y le tiran a tu familia, verla ya tan pequeña, tan chiquita, con esa madurez de decirme que no me preocupe por lo que dice la gente, eso me conmovió mucho”, puntualizó la otrora candidata del Movimiento Victoria Ciudadana.

Valentina, quien dijo inclinarse por estudiar neurología, se queda pensativa, enarbolando más concentración que un jugo exprimido de china. Su mamá elabora aún más en su relato.

“Para mí siempre es muy importante hablarlo todo directamente con ella. Me pasó en algún momento dado que se enteró de cosas por los amigos del salón, y mira, ella fue de las última en tener redes en su clase”, apuntó.

Valentina, ya con una lista en su mente de ataques cibernéticos que sufrió su madre, dispara de repente balas de amor en defensa de su madre. Recuerda que, aunque ya no lo hace tanto, en inicio entraba a responder comentarios soeces que recibía Alexandra. Así, la chica que siempre ha sido protegida de este mundo por su madre se convirtió en su más férrea defensora, pues es que esto del amor maternal es una calle de dos vías.

“Ay, mira, es que en ocasiones no puedo quedarme callada. Le dicen cosas y ella llega a casa preocupada y pues yo me dije: ‘esto no vuelve a pasar’. Yo voy a ser la primera siempre en decirle: ‘esto es lo que se está diciendo’, para que ella no se tenga que enfrentar a eso sola”, exaltó, su ceño de guerrera fruncido.

“Oye, pero también hay cosas de todos los días, porque ella siempre quiere estar ayudando a todo el mundo y yo soy más cuidadosa. Hace poco, en la playa vinieron a hablarle y yo me pongo defensiva. Porque ella siempre está puesta para escuchar a la gente. ¡De camino para acá, quería darle pon a gente que no conocíamos! ¿Tú te imaginas? Así estamos ella y yo siempre, todos los días. Creo que cada una hemos aprendido mucho de la otra”, arguyó.

Ambas coinciden en eso y en que hay muchas cualidades comparten. Ninguna se queda callada a la hora de decir lo que sienten. Ambas manejan un tipo de humor un chin dark, y no vacilan al afirmar que lo que más las mueve es la oportunidad de hacer algo bueno por el pueblo de Puerto Rico. Y entonces, ante esto, ¿qué pensaría Valentina si su mamá vuelve a postularse para la Gobernación?

“¿Si mi mamá se tira en 2028, qué yo haría?”, responde Valentina, usando la misma pregunta que le hicimos.

Alexandra interviene riendo: “No, no, eso no va a pasar, ja, ja”.

Pero Valentina reflexiona. Entiende que mucha gente relaciona la gesta política de su madre con cambios que son necesarios para Puerto Rico. Es cautelosa, aunque a la hora de responder, suelta sin miedo lo que piensa.

“Yo sé que ella deep inside, ella quiere tirarse para el 2028. Ella dice que no, pero, si el tiempo y la gente hace que cambie de opinión, pues aquí estamos, yo siempre apoyaré a mami, o sea, yo sé que ella quiere ayudar a Puerto Rico, sea donde sea. Ahora está haciéndolo con su programa de televisión”, manifiesta la joven.

“Y ahí es que estamos, ahí es que estamos”, interpone Alexandra, reforzando un importante aprendizaje que le acaba de recalcar su hija: las cosas entre madres e hijas siempre se enmarcan en el futuro, pero lo importante es siempre vivir el presente.

¿Y el pasado? Pues ese sirve como guía para seguir aprendiendo. Es más, aquel arduo proceso de traer al mundo a Valentina es uno que le puede servir como lección a mucha gente y a la sociedad puertorriqueña en general.

“Creo que en Puerto Rico hay un concepto de lo que es la medicina y la asistencia reproductivas que todavía está bien errado. Cuando la gente se enferma, vemos cualquier tratamiento que tú les das como necesario, pero ¿si a alguien se le dificulta tener hijos?

Tienes que aceptar y tartar el problema, y ver qué alternativas existen para encontrar tu propia felicidad. No todas las vidas son iguales”, apostilló.

Acá, hay dos vidas que siguen fortaleciéndose, gracias a la existencia de cada una. Difícil encontrar una mejor forma de definir la palabra maternidad.

Esta historias forma parte de la nueva edición de la revista Metro Salud que próximamente circulará impresa.

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