Es inusual que exista una palabra que no se pueda escribir, pero mi fiel y adoradísimo METRO LECTOR, ese es el caso en cuestión del BOCADILLO de hoy. La misteriosa palabrita que NO SE DEJA ESCRIBIR, SIN DEJAR DE SER PALABRA, es esa traviesa que se forma al unir el pronombre átono “le” (o su forma plural “les”) al imperativo de segunda persona de singular del verbo “salir” (sal). Antes de que me salga al paso, le imploro fe y la oportunidad de explicarle bien llanito este entuerto pa’ que no se me ahogue y lo entienda rapidito. Esta secuencia que le mencioné (sal + le) se utiliza en situaciones como dar instrucciones para que alguien salga al paso o al encuentro de una o varias personas: “sálle sal-le al paso” o “sálles sal-les al encuentro”, por ejemplo. ¿Rara? En lengua oral, para nada. Pero en lengua escrita luce como cualquier otra cosa, o lengua. ¿SALLE? ¿SALLES? ¿Y por qué este dilema?
Pues porque los que piensan que tienen la sartén agarrá' por el mango (o el idioma agarra’o por la lengua) no han llegado a un consenso sobre cómo escribir esta palabra tan picoreta e importante. Algunas soluciones propuestas incluyen utilizar un guión, como se hace con palabras que presentan dificultades ortográficas al agregar un prefijo, o un punto medio o apóstrofo, como se utiliza en catalán o en el idioma inglés respectivamente. Sin embargo, ninguna de estas soluciones ha sido aceptada por los IRREALES en la ortografía académica del español, y se ha consignado la imposibilidad de representar esta secuencia. ¡Qué fino todo! Entonces… ¿qué hacemos los de a pie? Pues una de tres: o la escribe separada, o la escribe con doble ele, o no le salga al paso, no la escriba y sanseacabó. El hablante es el que manda y Olé.