“Antes era adoptada, ahora soy guatemalteca. Saber quién soy, es saber de dónde vengo”, dijo Mariela Collins al reencontrarse con su madre tras ser víctima de la adopción ilegal en el país centroamericano.
Esta dura historia ocurrida hace más de 30 años fue el motivo para que ella escribiera un libro lanzado en Guatemala titulado “Mamá, no estoy muerta”, contando una de miles de historias del tráfico de niños en ese país. Mariela fue retirada ilegalmente del hospital Roosevelt el 28 de octubre de 1987 y se la llevaron cuando tenía 11 meses a Bélgica.
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Sus padres adoptivos no le negaron la realidad. Le hablaron de sus orígenes y que ellos supieron que le habían hecho creer a su madre biológica que había muerto al nacer.
La maltrataron
Cuando se encontraba aún en Guatemala a la espera de la tramitación de papeles falsos para poderla sacar del país, a Mariela la maltrataban los encargados de una casa hogar temporal. Le dieron un golpe tan fuerte que afectó sus riñones, también le provocaron quemaduras.
La pareja de extranjeros pagó por ella cerca de un millón y medio de francos belgas para poder aparecer como los padres de Mariela, reveló La Cuerda.
La niña hizo toda su vida en Bélgica y, como la propia Mariela lo cuenta, no le hacía falta la búsqueda, pero hubo un momento de inflexión que le hizo cambiar. “En 2017, cuando mi hija me preguntó si ella era indígena, para mí fue impactante, ella es rubia y tiene ojos azules. Yo me pregunté quién puede tener los ojos azules en mi familia. Así que empecé la búsqueda. Ella me tocó el alma”, dijo la escritora.
Ella agradece que sus padres adoptivos no le quitaron el derecho de saber sus orígenes y ellos mismos la ayudaron a reencontrarse con sus raíces, de hecho, Mariela quiera que más personas que han sido víctimas de trata de personas puedan reencontrarse con sus familias biológicas.
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Tiene dos nombres
Mariela fue el nombre que le tenía su madre en Guatemala, pero cuando se la robaron, fue registrada como Coline. Para ella ambos nombres son dos historias y admite que todavía no está lista para reunir en un mismo sitio a sus padres belgas y guatemaltecos.
Dice que lleva varios años en contacto con su verdadera mamá. “Es como si nunca hubiera salido del país, hablo con mi mamá a pesar de la diferencia de horario, seguimos de esta manera. Ella, como todas las madres, tiene una fuerza increíble porque a pesar de su dolor, habló con mis padres adoptivos. Yo no estoy lista para tener a los cuatro juntos -padres biológicos y adoptivos- porque creo que es el último paso de esta historia. Son dos vidas diferentes, aquí -en Guatemala- soy Mariela. Allá -en Bélgica- soy Coline”, expresó en entrevista con el medio.
Con su libro editado por Piedrasanta, Mariela quiere llevar una campaña que logre que miles de víctimas del tráfico de niños sean de alguna manera visibilizadas y resarcidas en sus derechos a regresar a sus raíces. Ella misma cuenta que perdió el idioma, sus referentes, pero pudo contar con una familia que fue transparente con ella.
“Eso no fue una adopción, fue una venta de niños”. Contó que sus padres pagaron mucho dinero por ella, y eso se dio porque su mamá quería adoptar y su padre estuvo de acuerdo, hasta pidieron prestado dinero a sus abuelos para reunir la cifra que pedían los traficantes.
“¿Yo quiero saber dónde está el dinero? Yo soy una, pero conozco a tantos. Algunas de las personas de esta red murieron, pero otras son muy ricas, ¿por qué? Por muchas vidas rotas, es horrible”, sostuvo la mujer.
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