¿Cuándo fue la última vez que usted se detuvo a reflexionar sobre su lengua? Sí, su lengua, la que tiene en su boca, ese órgano flexible y siempre húmedo; tan noble, bueno e indispensable para TANTAS cosas. Me voy más lejos, la lengua es el único órgano ¡que nunca se cansa! Y, como si fuera poco, es el órgano más fuerte de todos, sin poner un pie en el gimnasio. ¡Qué cool, ¿verdad?!
Nuestra linda lengua es un súper órgano con más de 10,000 papilas gustativas y unos 17 músculos. Estos desempeñan funciones mega importantes vinculadas, entre ellas, al sentido del gusto, la deglución, la masticación y, por supuesto, el habla.
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Sepa que las lenguas, todas, tienen doble cara, como mucha gente que conozco. Pero nos desviemos de nuestro salivoso tema. La lengua tiene cara superior o dorso. Por lo general, el dorso suele ser liso, pero hay de todo en la viña del señor. También tiene una cara inferior que se posa en el suelo de su boca. Por ahí, por debajo, si se fija, va a ver su adorable frenillo (también conocido como filete lingual). Este personaje literalmente frena la lengua, es super resistente, y de no ser por él, nos la tragaríamos muriendo en el acto. ¿Se imagina? No, mejor no. Sigamos.
La lengua tiene bordes redondeados, mientras que la base es gordita y ancha. La punta de la lengua, ese lugar extraño donde se quedan todas las palabras que de momento no recordamos, se llama vértice lingual y es muy importante a la hora de degustar.
Más de uno por ahí piensa que la lengua no tiene hueso, pero de eso hablaremos en otro Bocadillo. Pasemos alegremente a los músculos de la lengua.
Gracias a su musculatura lingual la lengua se mueve hacia arriba, hacia abajo, hacia alfrente y hacia atrás, lo cual cambia nuestra caja de resonancia provocando que seamos capaces de generar sonidos distintos. La lengua, la suya y la mía, es una maravilla.
Mi querido Metro Lector de mis amores, este Bocadillo Lingüístico me está quedando muy lengüilargo. De manera que siguiré con los músculos de su lengua el próximo jueves, no sin antes confesarle que todo este asunto de la lengua que todos tenemos me recuerda el triste caso de la hija de Don Isidoro Baso. Cuando nació su primogénita, bautizaron a la hermosa criaturita con el nombre de Sally. Lamentablemente no tomaron en cuenta cómo sonaría su lindo nombre junto a su apellido paterno... Ahí lo dejo. ¡Hasta la próxima!