Nuestro organismo está “programado” para comer de más. Según investigadores italianos hay una explicación evolutiva: a través de la historia de la humanidad hemos interiorizado que debemos llenarnos por si acaso luego escasea la comida.
Para llegar a este hallazgo, los investigadores del departamento de psiquiatría de la Universidad SUN de Nápoles en Italia, analizaron a cinco mujeres y a tres hombres sanos de entre 21 a 33 años de edad, que no tenían sobrepeso ni obesidad, ni tampoco conductas problemáticas con la dieta o atracones con la comida.
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Por su parte, en la revista Saber vivir se comenta que “ese impulso psicológico se ha perpetuado a lo largo de los siglos y en ambientes de sobreabundancia alimentaria como el actual, se dispara si nos ponen delante una comida muy sabrosa, por mucho que hayamos comido previamente”.
Además, al tomar esos alimentos, aumenta en nosotros la hormona grelina, la que nos hace sentir hambre: por eso queremos comer todavía más.
¿Qué papel cumple la hormona grelina?
Según el portal Nutrición 360, “la grelina o lenomorelina es una hormona – proteína multifuncional producida principalmente en el estómago. En pequeñas cantidades también es segregada por el intestino delgado, el páncreas y el cerebro”.
“El nombre de la hormona se basa en su función como péptido liberador de la hormona del crecimiento, haciendo referencia a gʰre-, que en PIE significa crecer”.
La grelina cumple no sólo la función de regulación del apetito, sino también participa en la motilidad intestinal, el metabolismo y liberaciones de otras hormonas, como la hormona del crecimiento o la insulina.
Estudios sobre la grelina han revelado que, cuando las personas comen su alimento favorito, los niveles de grelina aumentan significativamente y permanecían elevados hasta dos horas después. En cambio, tras comer el equivalente nutricional poco apetitoso, los niveles de grelina bajan progresivamente.