Hay plot twist musical: mientras la gente discute si “se nota” cuando una canción la hace una máquina, los oídos dicen lo contrario. Según un estudio de Deezer-Ipsos, casi nadie acierta a identificar la diferencia, y eso pone en jaque cómo se crea, etiqueta y paga la música que escuchamos a diario.
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Qué dice la encuesta (y por qué importa)
El muestreo, con 9.000 participantes en ocho países (EE. UU., Reino Unido, Francia, entre otros), encontró un dato demoledor: 97% no distingue IA vs. humano; 71% admitió quedarse sorprendido por fallar. Completa el cuadro el deseo de transparencia:
- 73% quiere divulgación clara cuando se recomienden canciones generadas por IA.
- 45% pide filtros para separarlas.
- 40% directamente las omitiría.
Traducción: a la gente le interesa la novedad… pero quiere saber qué está oyendo.
Plataformas en modo contención
Deezer (9,7 M de suscriptores) asegura que hasta un tercio de las subidas diarias ya es música generada por IA (más de 50.000 pistas al día, muy por encima del ~18% de abril).
Para no convertir la app en un laberinto sintético, la plataforma etiqueta estos temas y los excluye de playlists editoriales y recomendaciones algorítmicas. El CEO, Alexis Lanternier, lo resume: creatividad humana primero, y transparencia como regla.
El elefante en la sala: ¿cómo se paga?
El dilema no es sólo estético; es económico. Implementar esquemas de pago diferenciados para pistas de IA es complejo: ¿se remunera igual a un artista que compone, a un prompt-engineer, o a una productora que licenció catálogos para entrenar modelos?
Mientras tanto, Deezer ya excluye reproducciones falsas del pago de regalías, intentando limpiar el terreno.
Casos que encendieron la alarma
Este año, una “banda de IA” llamada The Velvet Sundown acumuló un millón de oyentes mensuales en Spotify antes de destaparse su origen sintético.
En paralelo, UMG cerró un acuerdo por derechos con Udio y planea una plataforma de creación musical con IA para 2026, usando música licenciada para entrenar. Y en lo legal, un tribunal de Múnich dictó que ChatGPT vulneró copyright al reproducir letras, fallo que podría apelarse.
El público no es monolítico (y eso complica todo)
Otras encuestas (como Luminate) muestran un toma y daca interesante: el público se siente cómodo con IA en VFX y tareas técnicas del cine, pero desconfía de guiones escritos por IA o actores sintéticos.
En música, el hallazgo de “prácticamente indetectable” reaviva un temor más profundo: si no podemos distinguir, ¿cómo preservamos el crédito, el ingreso y el estilo de los creadores humanos?
¿Y ahora qué? Etiquetas, filtros y pactos (urgentes)
Todo apunta a un “nuevo contrato” entre plataformas, majors, startups de IA y oyentes:
- Etiquetado visible por defecto.
- Filtros para quien quiera evitar IA (o, al revés, descubrirla).
- Licencias claras para entrenamiento y modelos de reparto que no invisibilicen al humano.
- Auditorías contra bots y streams inflados.
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Si el 97% no distingue, la música hecha con IA ya está en la fiesta. La pregunta no es si sonará, sino cómo la vamos a presentar, pagar y convivir con ella sin desafinar la creatividad humana que —todavía— marca el compás.
