Si hay algo que Hollywood tiene claro, es que cuando Keanu Reeves aparece en pantalla, el público presta atención. El eterno héroe de acción que nos ha llevado de las balas de John Wick al código verde de Matrix, este año da un giro inesperado con una propuesta completamente diferente: una comedia fantástica llamada Good Fortune. Una película que promete hacernos reír, pensar y, sobre todo, recordarnos que la fortuna no siempre se mide en dinero.
Y es que de vez en cuando necesitamos esas producciones que no necesitan grandes explosiones ni tramas rebuscadas para tocarnos el corazón. Good Fortune, dirigida y protagonizada por Aziz Ansari, es justo eso: una historia divertida con un mensaje de fondo sobre la empatía, la desigualdad y el valor de ponerse (literalmente) en los zapatos del otro.
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Una historia sobre vidas cruzadas y lecciones celestiales
En Good Fortune, Aziz Ansari interpreta a Arj, un hombre con estudios universitarios que, a pesar de su esfuerzo, vive al día en Los Ángeles, atrapado en una realidad precaria. Desde manejar repartos hasta trabajos temporales, Arj representa a toda una generación que se esfuerza incansablemente sin llegar a fin de mes.
En el otro extremo está Jeff (Seth Rogen), un inversionista tecnológico con más dinero del que puede gastar y cero conciencia sobre su privilegio. Entre ambos mundos se encuentra Gabriel (Keanu Reeves), un ángel de bajo rango que, cansado de solo observar, decide intervenir y “ayudar”. Su brillante idea: intercambiar las vidas de Arj y Jeff para darles una lección sobre la verdadera felicidad.
Pero el plan celestial no sale como esperaba. Arj se adapta con entusiasmo a su nueva vida de lujo y se niega a regresar a su antigua realidad, mientras que Jeff, de repente sin dinero ni poder, tiene que enfrentar el mundo desde cero. El resultado es una cadena de enredos, caos y momentos hilarantes que obligan al propio Gabriel a pagar las consecuencias y experimentar lo que es ser humano.
Keanu Reeves, un ángel torpe pero entrañable
Lejos del héroe implacable al que estamos acostumbrados, Reeves brilla como un ángel despistado y bienintencionado. Su interpretación ha sido descrita por la crítica como “encantadoramente ingenua”, logrando equilibrar ternura, torpeza y humor con una naturalidad que solo él podría transmitir. Su química con Aziz Ansari y Seth Rogen es uno de los grandes aciertos del filme: juntos construyen un trío dinámico que fluye entre el sarcasmo, la ternura y los momentos de pura risa.
Más allá de las risas, Good Fortune también ofrece un espejo al mundo actual. La película retrata la precariedad laboral, las desigualdades sociales y el modo en que el privilegio puede cegarnos a las realidades de otros. Pero lo hace sin moralismos ni pesadez, usando el cuerpo-cambio como una metáfora cómica y accesible para hablar de empatía y humanidad.
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Una comedia con corazón y mensaje
En una industria saturada de secuelas y superhéroes, Good Fortune se siente como un soplo de aire fresco. Ansari, recordado por Master of None, imprime su sello personal: humor inteligente, observación social y una calidez que atraviesa la pantalla. Aunque algunos críticos señalan que la historia podría haberse desarrollado más, la mayoría coincide en que su encanto radica en su sencillez y su optimismo.
Y quizás ese sea el secreto de su “buena fortuna”: recordarnos que, entre las risas y las caídas, todos buscamos lo mismo: una segunda oportunidad, un poco de empatía y una conexión real.