El 9 de octubre de 2024, el mundo de la música pop se despertó con una noticia imposible de asimilar: Liam Payne, exintegrante de One Direction, había muerto trágicamente en Buenos Aires. Hoy, un año después, su recuerdo sigue latiendo entre los fans que crecieron con su voz, pero también entre quienes todavía intentan entender las circunstancias de sus últimos días.
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Liam, de 31 años, había llegado a Argentina a finales de septiembre acompañado por su pareja, la influencer Kate Cassidy. Lo que comenzó como una escapada romántica de cinco días se transformó en un viaje de reconciliación, de esos que parecen tener un propósito más profundo. El motivo: volver a encontrarse con Niall Horan, su excompañero y amigo, quien se presentaba el 2 de octubre en el Movistar Arena dentro de su gira The Show.
Pero aquella alegría duró poco. Kate regresó a Miami días después y Liam decidió quedarse unos días más en Buenos Aires. El 14 de octubre, la tragedia golpeó inesperadamente: el cantante cayó desde el tercer piso del hotel Casa Sur Palermo, donde se hospedaba. Su muerte fue confirmada por las autoridades argentinas y, en cuestión de horas, las redes se llenaron de homenajes, velas digitales y recuerdos de una generación entera marcada por su música.
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En las calles de Buenos Aires comenzaron a aparecer altares improvisados con flores, cartas y fotos. En Londres, Dublín y Madrid, los fans replicaron el gesto. La familia del artista, devastada, compartió un breve comunicado pidiendo privacidad y recordando a Liam como “un alma amable, divertida y valiente”.
Un año después, el dolor sigue siendo palpable, sobre todo entre sus antiguos compañeros de banda. Louis Tomlinson contó recientemente que fue Niall quien le dio la noticia: “Estaba en el auto, acababa de dejar a mi hijo en la escuela. Me preguntó si había visto las noticias y en ese momento supe lo que había pasado. Fue devastador. Era evidente que Liam estaba luchando con algo”, confesó en el pódcast The Diary of a CEO.
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El último viaje de Liam Payne terminó convirtiéndose en un símbolo de lo que fue su vida: marcada por el talento, la sensibilidad y la búsqueda constante de conexión humana. Su paso por Buenos Aires dejó una foto luminosa, un abrazo pendiente y una lección imborrable sobre la importancia de hablar, reconciliarse y sanar a tiempo.