En la década de los noventa, cuando todavía la salsa, el merengue y las baladas románticas dominaban el escenario musical puertorriqueño, nadie anticipó que un grupo de adolescentes, en su mayoría provenientes de sectores desaventajados, crearían e impondrían un género musical que llegaría a convertirse en una industria multimillonaria con presencia en prácticamente todos los confines del planeta.
Mientras en esa década el país celebraba triunfos como el de Dayanara Torres en Miss Universo y nuestro equipo de ensueño de béisbol -y alguna que otra convulsión política como la venta de la Telefónica y la huelga que provocó- se gestaba en sectores del área metropolitana, particularmente en San Juan y Carolina, lo que hoy el mundo conoce como el género de reguetón.
PUBLICIDAD
La aceptación del reguetón en la sociedad y en la industria musical no pasó de la noche a la mañana. Fue un proceso pausado que germinó y se afianzó, podríamos decir, milagrosamente. El lenguaje soez y machista, el alto contenido de violencia y, para muchos la superficialidad de las líricas que tanto acaparó la atención de la juventud de la época, no solo levantó muchas cejas, también cerró puertas como las de la radio y la televisión, ambas herramientas imprescindibles de promoción y visibilización en tiempos sin la internet masificada.
La rentabilidad económica, no obstante, quedó establecida rápidamente. Algunos no ignoraron cómo se vendían frenéticamente los casetes o mixtapes desde los baúles de los carros en cuanta fiesta de marquesina o clase graduanda se celebraba. Anticiparon el potencial económico y, salivando, apostaron al futuro.
Otros, justipreciaron la resonancia de la crítica social irreverente que algunas canciones denotaban. Después de todo, el underground como también se llamó en sus inicios, fue paralelamente el grito de rebeldía -consciente o inconsciente- de las víctimas de la desigualdad social, la pobreza y la marginación que, como ya había ocurrido con exponentes del hip-hop en Puerto Rico y otras partes del mundo, encontraron en el lápiz y el micrófono el cauce para desbordar sus vivencias, sueños y frustraciones. Miles de jóvenes se identificaron. Era el libreto de los pobres para los pobres y no podía existir algo más genuino y personal que sentirse parte, en este caso a través de una canción -ya sea cantándola, escuchándola o escribiéndola- pero teniendo como común denominador la carencia de privilegios.
Y fueron muchos, solo basta con repasar los ahora icónicos mixtapes de DJ Playero -por mencionar solo uno- para percatarse de la gran cantidad de exponentes primerizos que grabaron canciones para la época. Desde sus respectivas trincheras, los barrios, la barriada, el caserío y urbanizaciones con viviendas asequibles, comenzó a engranarse la maquinaria que dio vida al reguetón.
Naturalmente, no todos sobrepasaron los quince minutos de fama, pero otros sí, algunos convertidos hoy día en instituciones musicales en sí mismos. Uno de ellos, Ramón Luis Ayala Rodríguez, Daddy Yankee, identificado por expertos en el género como uno de los pioneros y pilares más importantes del reguetón y quien, tras 30 años de trayectoria, pone punto final a una de las carreras artísticas más exitosas de la historia musical puertorriqueña y latinoamericana.
PUBLICIDAD
Nacido en el 1977 en San Juan, Ayala Rodríguez, estuvo vinculado a la música desde temprana edad. Heredó la vena musical de su familia inmediata, su papá era percusionista de salsa y, algunos trabajos biográficos sobre la figura de Daddy Yankee, narran que llegó a ser cantante de trova informal y del coro de una iglesia.
En el ámbito del reguetón, su trayectoria musical comenzó a tomar forma significativamente de la mano de Pedro Gerardo Torruellas Brito, mejor conocido como DJ Playero, participando de la producción “Playero 34″ con la canción “So’ persígueme”. Varias producciones y colaboraciones musicales del dúo continuaron durante la década del 90 y llevaron al cantante urbano al reconocimiento y la consolidación. También a otras facetas como productor cuando fundó su propio sello disquero, “Los Cangris”, posteriormente rebautizado como “El Cartel Records”.
En un recorrido musical como el de Daddy Yankee se pueden identificar muchos puntos sobresalientes de su carrera artística, no obstante, existe un consenso de que “Barrio fino” (2004) es el álbum que catapultó mundialmente al exponente urbano de la mano del tema “Gasolina” que ha pasado a ser la canción más trascendental del cantante. El tema que marcó un antes y un después, tanto en su carrera artística, como en el género del reguetón en general.
Antes y después de este éxito, Daddy Yankee ya había sido galardonado con múltiples premios y nominaciones por su desempeño en la música. Ya sea como cantante, productor o compositor, ha logrado acumular una impresionante cifra de sobre 150 premios y más de 500 nominaciones, una hazaña significativa y encomiable. Y ni hablar de los números en las tablas musicales que con su extenso repertorio discográfico ha logrado ocupar las más altas posiciones en Puerto Rico y el resto del mundo.
Luego de haber labrado un camino artístico a pulmón, desde abajo y consistentemente hasta llegar a “La Meta” -como ha denominado la serie de conciertos que marcan su retiro de la música- muchos se preguntan el porqué de esa decisión y por qué ahora. Con apenas 46 años de edad es sustancial el tiempo que cualquier persona podría seguir dedicando a su profesión y, en el caso de Daddy Yankee, una profesión que es también su pasión.
¿Un retiro planificado para por fin descansar y dedicar más tiempo a asuntos personales? ¿Retiro temporero o truco publicitario? Nadie tiene la certeza sobre la realidad detrás de su anunciado retiro. Solo el tiempo dirá si se trata de un retiro completo o parcial. Hay que recordar las otras dimensiones del cantante, particularmente la de productor en la que hay que, como mínimo, monitorear las inversiones millonarias que se hacen.
Lo cierto es que a partir del domingo, cuando celebre su última función, el mundo presenciará cómo baja el telón musical y cómo se apaga el micrófono de uno de los artistas más importantes y consagrados de nuestra historia. Por lo demás, solo resta esperar para conocer qué camino decidirá emprender en el futuro este ícono de la música latina.