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Ferdinand Pérez saborea una nueva forma de vivir

“Veo a alguien que tiene cáncer y se me salen las lágrimas”, expresó Ferdinand Pérez en entrevista con Metro Salud

Ferdinand Pérez y su familia
Ferdinand Pérez y su familia Suministrada

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Hace ocho meses, Ferdinand Pérez no imaginaba que eso de “encontrarle el gusto a la vida” cobraría un profundo significado y lo haría saborearla de una manera distinta. Al completar su tratamiento para atender el diagnóstico de cáncer, ese gusto le sabe a intimidad con Dios y su familia, a agradecimiento hacia un pueblo solidario y a ilusión de poder servir con mayor compromiso.

Las radio y quimioterapias para tratar el cáncer de cuello y cabeza que le aquejó lo dejaron con 40 libras menos, sin gusto y sin saliva. Esas pérdidas no se comparan con la ganancia de saber que atravesó por el combate más trascendental de su vida y salió victorioso.

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“El gusto lo perdí y eso, me dicen los médicos, va a tardar un montón de tiempo en regresar. Pero me acuerdo de lo rico que eran las pizzas y me las como, aunque me sepan a cartón”, compartió el presentador de radio y televisión durante una extensa conversación con Metro Salud a varias semanas de haber retomado la conducción del programa Jugando Pelota Dura.

Para enfrentar su diagnóstico, le tocó tomar siete ciclos de quimioterapias, además de 33 radioterapias diarias. Aunque este tratamiento no le producía dolor, sí tuvo efectos principalmente en el área de la garganta y boca. Debido a la pérdida significativa de saliva, a Ferdinand le cuesta tragar alimentos secos, como el pan, los cereales y las galletas, porque se ahoga.

Al principio rebajó 36 libras porque no podía comer nada. Sentía una fuerte acidez en la boca y la garganta. Esa amargura no lo ha abandonado, dijo, pero, al menos, puede tragar.

“Estoy aprendiendo a comer de nuevo. Ya identifiqué cosas que puedo y no puedo comer”, contó. Todo lo que le gustaba era lo peor: refresco, vino, cervezas. Ahora, nada de eso. Solo toma agua constantemente. Tampoco come dulces, aparte del daño que sabe provocan los azúcares, no los ingiere porque “no le saben”. Por esa razón, también ha tenido que privarse de su postre favorito, el helado. “No lo resisto. Me lo hecho a la boca y me sabe fatal”, lamentó.

“En este proceso descubrí que la radiación, aunque no duele y no te hace tanto daño como la quimioterapia, que te quita las fuerzas y te causa un montón de cosas internas, tiene efectos secundarios ‘heavy’ en esta área que tuve yo (el cuello)… la laceración externa e interna de la garganta tarda mucho en sanar”, explicó. Otro efecto que experimentó fue el debilitamiento de la dentadura, por lo que le tocó sufrir fuertes y persistentes dolores en la boca.

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Aparte de la falta del sentido del gusto, Ferdinand confesó que no ha hecho grandes cambios en su dieta. Es su esposa, Ingrid Pagán, la que está pendiente de que lo que consuman sean alimentos más saludables y proteínas que le ayuden a recuperar fuerzas. No ha retomado el nivel de entrenamiento físico que llevaba cuando fue diagnosticado. Entonces, se sentía en su mejor momento, corriendo largas distancias en bicicleta y levantando pesas.

“Yo siempre he sido como un roble, que no me enfermo y, cuando estuve hospitalizado, fue bien fuerte, bien difícil”, reconoció el exlegislador. A sus recién cumplidos 57 años, es el primer miembro de su familia en padecer cáncer.

El diálogo con Ferdinand se interrumpe en un par de ocasiones porque, al rememorar los episodios transcurridos durante los pasados meses, se entrecorta su voz. Ferdinand llora. Toma agua. Vuelve a hablar e, inevitablemente, llora. Creía que ya estaba listo para hablar sobre los momentos de encierro, soledad y debilidad que pasó en el Centro Comprensivo de Cáncer sin que las emociones afloraran. Desde su hospitalización, “estoy hecho un llorón”.

“Veo a alguien que tiene cáncer y se me salen las lágrimas. Veo a alguien que me dice ‘soy sobreviviente de cáncer’ y tengo que abrazarlo. Escucho una historia, cualquiera que sea, sobre el tema, y arranco a llorar”, afirmó. Es un sentimiento que le sobrepasa y que atribuye al proceso de transformación que vivió mientras combatía los momentos más duros tratamiento. Cuando los efectos de las quimioterapias le laceraron el estómago y se sentía débil, Ferdinand recibió el respaldo masivo del país. A su celular y redes sociales llegaban miles de mensajes con oraciones y buenos deseos.

“Fue un acto del pueblo que me emocionó muchísimo y que me cambió la vida”, manifestó. Ese cambio de vida ha sido, según sus palabras, dramático. Al tiempo que experimentaba el acompañamiento de la gente desde la distancia, el debilitamiento físico y la profunda angustia en el silencio solitario del hospital, le hicieron tocar fondo.

“En un momento determinado, me sentí muy solo y triste, y caí en una depresión bien terrible”, recordó. El tratamiento en el hospital lo estaba deteriorando, comía menos y el dolor aumentaba. “Ahí fue que tuve la oportunidad de caer de rodillas (ante Dios)”, añadió, al relatar el momento que define como trascendental para su recuperación. Ferdinand no habla de milagro, ni de que escuchó o tuvo una experiencia extraordinaria con Dios, pero tiene la certeza de que “pasó algo divino” que abrió el camino para su mejoría.

Para él, esa intervención divina fue más evidente porque el pronóstico inicial de su cáncer es que había metastatizado a los pulmones. “El último día (en el hospital) llegó el neumólogo y me dijo que lo que tenía en los pulmones era otra cosa. Me quitaron 18 bloques de encima”, aseveró.

Como le ocurre a tantas personas que atraviesan por momentos angustiosos, ese tiempo intenso de recuperación sirvió para redescubrirse, aseguró; para mirarse frente a la posibilidad de la muerte y replantearse las nuevas oportunidades que la enfermedad le estaba presentando. Recuperó conversaciones profundas con sus cuatro hijos y esposa. Reflexionó sobre sus intereses y lo que valía o no la pena continuar haciendo cuando saliera de su convalecencia.

“Es como chocar contra la pared, tener la oportunidad de despertar y decir ‘déjame hacer las cosas nuevamente, pero hacerlas bien’. Dios sabía que yo necesitaba algo que me cambiara la vida, que me sacara de por donde andaba”, manifestó.

Ya completamente activo en sus faenas laborales, Ferdinand explora alternativas para buscar herramientas educativas y económicas para atender el tema del cáncer en el país, mejorar los servicios y hacerlos accesibles a la población. Sabe que es un gran desafío, pero es la manera con la que quiere agradecer el amor recibido. Un reto que aseguró está superado es no regresar a la vorágine de vida a la que estaba acostumbrado.

“Antes tenía una vida a 150 millas, distanciado de mi familia, haciendo cosas que no tenían mayor importancia. En esta nueva etapa, que cada cosa que hago es estar con mi familia, lo disfruto más, lo paso mejor… a pesar de que vuelvo al tren de trabajo… eso no creo que cambie”, declaró Ferdinand.

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