Los Latin Grammys estuvieron llenos de estrellas y sorpresas toda la noche en la celebración del evento que premia a la música y herencia latina.
Uno de los momentos más emotivos fue el anuncio de un empate en la categoría de mejor nuevo artista, el primero en la historia de los Latin Grammy. Primero se nombró a la cantautora cubana Ángela Álvarez, y después la mexicana Silvana Estrada. Álvarez tiene 95 años, Estrada 25 y ambas son amantes de la guitarra.
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“Este premio ya era nuestro porque este año best new artist (mejor nuevo artista) fue mayoría de mujeres, así que este premio es de todas”, dijo Estrada. “Y más aún porque tengo aquí a esta señora maravillosa que desde que la vi me sacó las lágrimas (...) lo que existe es representar para las niñas que vienen, para las generaciones que sepan que vale la pena soñar, luchar y trabajar”.
Álvarez subió al escenario acompañada de su nieto Carlos Álvarez, productor de su álbum debut homónimo. Álvarez recordó a su hija fallecida, María “Marucha”, en sus agradecimientos.
“Yo sé que ella está disfrutando este momento y se siente muy orgullosa de su madre”, afirmó. “Quiero dedicar este premio a Dios y a mi patria querida, Cuba, que nunca la podré olvidar. Y también a aquellos que no han realizado su sueño: aunque la vida es difícil, siempre hay una salida, y con fe y amor lo pueden lograr. Se los prometo que nunca es tarde”, añadió.
La nominación de Álvarez demuestra que para los Latin Grammy, que serán entregados el jueves en Las Vegas, nunca es demasiado tarde y todos los nuevos artistas tienen la misma oportunidad sin importar la edad o el género musical.
Poder escuchar el disco “Ángela Álvarez” es toda una cadena de buenos sucesos. En su época no todas las mujeres se atrevían a tocar la guitarra, ella aprendió en un lugar inesperado: un internado de monjas donde estudiaba. Su padre quería que aprendiera a tocar el piano porque decía que “el piano es un adorno muy bonito para la mujer”, dijo. De modo que el primer instrumento que tocó fue el piano. Hasta que en el internado conoció a un profesor de guitarra y quedó prendada de ese instrumento.
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“Yo le hice una carta a mi papá, que yo quería aprender guitarra ,y él escribió que sí y empecé a tocar la guitarra y me fascinó”, recordó en entrevista por videollamada con The Associated Press desde Baton Rouge, Luisiana, donde reside. “Todas las fiestas que había y reuniones en el colegio, yo era la artista tocando la guitarra”.
El segundo buen acontecimiento fue que su fallecido esposo la apoyó para que no dejara la música, pues el padre de Álvarez se había opuesto a que esa fuera su profesión.
“A mi esposo le gustaba mucho que yo cantara”, dijo. “Él viajaba mucho por su trabajo, trabajaba en la industria azucarera, íbamos mucho a El Salvador, a Guatemala, a Costa Rica, en todos esos países él decía que yo tocaba la guitarra y que me gustaba cantar y él me decía ‘canta’ y yo cantaba. Me gustaba ver cómo a las personas les gustaba, de otros países que les gustaba mi música”.
“Mi amor por realizar mi sueño estaba ahí dormidito, pero se iba despertando poco a poco”, señaló.
Incluso un hombre la escuchó en El Salvador y quiso que grabaran una canción en su estudio. Pero no pasó más.
Tras la revolución cubana Álvarez decidió emigrar a Estados Unidos con su familia en 1962, no sabía que esto la llevaría a estar separada de sus cuatro hijos por años. Las autoridades migratorias cubanas no autorizaron su salida del país con ellos y sus hijos fueron acogidos como parte de la “Operación Peter Pan”, maniobra del gobierno de Estados Unidos realizada con apoyo de la iglesia católica, por la que fueron llevados cerca de 14.000 niños cubanos sin acompañantes adultos a Estados Unidos y España. Aunque Álvarez logró llegar a territorio estadounidense, no tenía los medios para reclamar a sus hijos, por lo que terminaron viviendo en un orfanato adonde sólo podía visitarlos.
“Fue una cosa muy fuerte porque yo realmente nunca pensé en mandarlos solos”, dijo Álvarez.
Pasaron años para que la familia entera lograra estar nuevamente unida y tuvieron que migrar temporalmente a México, donde por fin se encontraron con el esposo de Álvarez. Álvarez tuvo tres varones y una hija, fallecida ya hace 20 años. Actualmente tiene nueve nietos y 14 bisnietos.
“Los admiro... los quiero a todos igual”, dijo.
Aunque en todos esos años no ejerció su carrera de forma profesional, ella seguía componiendo y escribiendo sus canciones, muchas de las cuales reflejan la añoranza por Cuba como “Qué linda es”. En su álbum también está incluida “Amor”, un tema que escribió cuando tenía unos 15 años. Otra, “Pedacito de cielo” la compuso cuando vivió una temporada en Puerto Rico, una isla que le recordaba a su querida Cuba.
“Está todo con el mes, año y día que yo he compuesto las canciones”, dijo. “Me sentí muy feliz en Puerto Rico porque parecía que yo estaba en Cuba... Yo veía las matas de mango y las matas de coco y yo hice en Puerto Rico un canto que me inspiró”.
Álvarez todavía escribe, una de sus más recientes creaciones surgió después de preparar un café expreso por la mañana escuchando pajaritos a los que alimenta, viendo el cielo azul y el verdor de los árboles.
Lo único que faltaba para que el mundo conociera su música era alguien que produjera su álbum y esa persona estaba mucho más cerca de lo que imaginaba. Su nieto Carlos es músico, estudió percusión clásica y cubana y trabaja componiendo temas para medios audiovisuales en California. Carlos llevaba años esperando el momento perfecto para grabar el álbum de Álvarez, hasta que un amigo en España le dijo “¿estás esperado a que muera?”, recordó.
“Ese fue el momento que me venció”, señaló. “Me dijo ‘no va a haber un momento perfecto, lo tienes que hacer ahora’”.
Carlos regresó a Los Ángeles y la llamó para decirle que grabarían su disco en la costa oeste.
“¡Ay pero Carlos, un viaje de aquí a Los Ángeles es como un viaje a la Luna!”, recordó Álvarez que le dijo a su nieto. Él la convenció asegurándole que todo estaba listo para hacer la producción, que en un principio pensaban que sería un proyecto para el disfrute de su familia con el que preservarían las canciones de Álvarez para futuras generaciones. Grabaron con una decena de músicos, incluido el padre de Carlos, José Álvarez.
“Para mí fue la experiencia más mágica de mi carrera musical y vida”, dijo Carlos. “Los músicos empezaron a llorar, fue una experiencia emocional loca”.
El nieto hizo los arreglos del álbum con la ayuda de Álvarez. Sumaron instrumentos como flauta, clarinete, maracas, bongó y tres en temas mezclan géneros como danzón, bolero, son y toques afrolatinos.
Parte de lo que más impresionó a los músicos involucrados es que los temas de Álvarez sonaban como clásicos de la época de oro de la música cubana, gracias a que habían estado encapsulados en el tiempo y a que ella efectivamente vivió esos años.
“Nos dimos cuenta de que la teníamos que compartir con el mundo, esto era mucho más grande que un proyecto familiar, porque... el valor que tenía para hacerlo a su edad era inspirador para todos”, dijo Carlos. “Ella le pertenece al mundo, tenemos que sacar esto y compartirlo”.
Realizar el álbum hizo que Carlos también comprendiera mejor a esa abuela a la que siempre le gustaba hablar de música y que lo había impulsado para elegir su carrera.
“Creo que la gente de mi edad tiene que sentarse con las personas mayores y hablar con ellos y hacerles preguntas”, agregó el nieto, de 42 años. “Tienen tanta sabiduría para nosotros”.
Álvarez dijo que le encanta recibir el aplauso del público como el del teatro Avalon de Los Ángeles donde dio su primer concierto oficial presentado por Andy García. Álvarez también tiene un cameo en la película “The Father of the Bride” (“El padre de la novia”) protagonizada por García y Gloria Estefan. Su historia es contada en el documental “Miss Ángela” de Paul Toogood y Lloyd Stanton.
Para quienes tengan un sueño que no se atrevan a cumplir, Álvarez dedicó estas palabras: “Nunca decir no se puede... Cuando ustedes tienen una inspiración o sienten un deseo, tienen que realizarlo y no sentarse a decir ‘esto es imposible’”