Ari Wegner podría hacer historia este domingo en los Oscar. La australiana de 37 años tiene muchas posibilidades de ser la primera mujer que gane un Premio de la Academia a la mejor cinematografía por ayudar a crear las imágenes indelebles de “The Power of the Dog» («El poder del perro”) con la directora Jane Campion.
Juntas lucharon contra las condiciones extremas del paisaje de Nueva Zelanda para transportar al público a un rancho desolado en la década de 1920 en Montana en una obra inolvidable sobre la fragilidad humana. Algunas de las imágenes, como una toma de la silueta de dos actores a través de la puerta de un granero, son del tipo que los aspirantes a cineastas ya están estudiando.
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Y quizás nunca se hubieran conocido si no fuera por un comercial de un banco australiano. Campion, una autora ganadora de un Oscar, nunca había hecho un comercial, pero dijo que sí a ese y se llevó bien con la joven directora de fotografía. Para Wegner fue un subidón de adrenalina recibir una llamada de Campion unos años más tarde sobre un proyecto potencial para adaptar el libro de Thomas Savage de 1967. Ese mismo día salió a comprarlo y lo leyó.
Wegner ya se estaba haciendo un nombre con su trabajo en filmes como “Lady Macbeth” y “Zola”. Pero si bien los lenguajes visuales de las películas eran distintos e impactantes, tenían algo en común: todas eran de bajo presupuesto e independientes.
“The Power of the Dog” estaba en otro nivel y no sólo por la participación de Campion. Aquí tendrían el respaldo de Netflix. La compañía de streaming le dio a Campion un presupuesto con el que nunca antes había contado. “Fue como trabajar con los Médicis”, dijo Campion.
Wegner y Campion tuvieron un año de preparación para conducir por Nueva Zelanda, buscar locaciones, aprender sobre el paisaje y discutir todos los aspectos de la película, desde pequeños detalles técnicos hasta los temas y valores que querían comunicar.
“Había leído sobre otros cineastas que tenían estas preproducciones de ensueño. Pensé, bueno, eso es algo que le sucede a otras personas”, dijo Wegner. “Pero tenía el instinto de que con más tiempo había otro nivel de realización cinematográfica. Y definitivamente ese fue el caso”.
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Se dieron a la tarea de conocer las condiciones en la Isla Sur de Nueva Zelanda para que, cuando llegara el momento de filmar, supieran con qué estarían trabajando. Pero aun así era un desafío filmar en el valle, uno de los lugares más ventosos de la isla.
“Solo puedo compararlo con esquiar en un día soleado, cuando el sol se pone y la luz rebota hacia ti. El aire es incluso intenso”, dijo Wegner. “Es un entorno realmente difícil para pensar creativamente porque la mayor parte del tiempo solo estás tratando de mantener los ojos abiertos”.
Todas las mañanas se preparaban adentro con té y tostadas antes de salir a enfrentar los elementos, porque “es difícil idear un plan desde cero cuando tu cuerpo está bajo ataque”.
Y, sin embargo, lo que más le angustiaba a Wegner del rodaje eran los interiores. Le preocupaba crear un ambiente auténtico en un almacén grande y estéril en Aukland digno de una película de Campion.
“Al final terminó siendo una de las mayores alegrías comenzar con una pizarra completamente en blanco y poder controlar absolutamente todo”, dijo Wegner. “Era un verdadero patio de recreo”.
Filmar primero los exteriores también fue una bendición. Estaba más consciente de cuando algo se sentía mal, como cuando el aire estaba demasiado quieto o claro o la luz no era lo suficientemente salvaje para coincidir con las condiciones del valle, y podían adaptarse adecuadamente.
Wegner también siempre estuvo abierta a la inspiración en el momento, como cuando las nubes se separaban perfectamente y las montañas se veían geniales. Era consciente de estar en sintonía con “la posibilidad de algunos marcos emblemáticos realmente hermosos”.
Campion invitó a sus colaboradores a aprovechar oportunidades no planificadas, una de las cuales resultó ser la toma en el granero, que capturaron después de filmar la escena. Wegner dijo que Campion creó un “hechizo de calma” en el set que permitió improvisaciones.
“Cuando estás con ella, los segundos en el reloj son más lentos”, dijo la cinefotógrafa.
Y aunque siempre son las tomas las que llaman más la atención, lo más inefable del trabajo de un director de fotografía es su relación con los actores. Wegner se rio al decir que, si tuviera otra vida, escribiría una tesis sobre la relación íntima, voyerista y unilateral en la que ambos tienen que estar involucrados en las emociones de la escena y al mismo tiempo ser invisibles, incluso mientras tocan literalmente al actor, como pasaría con Benedict Cumberbatch en algunas escenas filmadas con cámara en mano. Para ella, la experiencia es como entrar en un estado meditativo.
“Ambos están realmente presentes y todos sus sentidos están sintonizados y también están en otro lugar”, dijo. “Durante una toma, nunca sentí temperatura, dolor o hambre y llegaba a casa al final del día y me preguntaba: ‘¿De dónde salió ese moretón? No recuerdo romperme la pierna con algo’”.
Ha sido un viaje surrealista para Wegner desde que se anunciaron las nominaciones al Oscar el mes pasado, y no da por sentado el honor; sabe que las estadísticas son sombrías para las directoras de fotografía en Hollywood. En una encuesta de las 250 películas más populares de 2021, solo el 6 % tuvo una directora de fotografía, una cifra que no ha cambiado desde 1998. Y solo dos han sido nominadas al Oscar en los 94 años de los premios. La primera fue Rachel Morrison, en 2018, por “Mudbound” («Mudbound: El color de la guerra»).
Y sin embargo, ve un rayo de esperanza en esa segunda estadística. Después de 90 años sin nominaciones, dos mujeres han sido postuladas en los últimos cinco años. Ella cree que el cambio es posible si la gente le da a las mujeres la oportunidad de filmar películas grandes y de alto perfil.
Campion, que ha trabajado con algunos de los grandes cinefotógrafos a lo largo de los años, desde Dion Beebe hasta Greig Fraser (quien está nominado por “Dune”), dijo que “quería trabajar con una directora de fotografía” en “The Power of the Dog”. Y parte de esa decisión significaba arriesgarse con alguien. Morrison también fue contratada por una mujer: la directora Dee Rees.
“Pienso en lo mucho que nos hemos perdido. Todo ese talento que podría haber estado allí y que nunca pudimos ver en los últimos 100 años, no porque el talento no estuviera allí, sino porque la puerta nunca estuvo abierta. Es una pérdida para la industria cinematográfica”, dijo Wegner. “Ahora creo que es hora de que podamos ponernos al día”.
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Lindsey Bahr está en Twitter como www.twitter.com/ldbahr.