Mucho antes que la pandemia global trastornó el deporte y al resto del planeta, los Juegos Olímpicos de Invierno de 2022 ya resultaban problemáticos.
Y desde la cuna, ya que esencialmente nadie quería ser anfitrión de los mismos.
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Beijing acabó solucionando ese problema, luego que cuatro ciudades europeas tantearon la posibilidad y renunciaron, más que nada al asustarse por el enorme gasto y falta de respaldo de la población. Al final, todo quedó en una pugna entre dos países con gobiernos autoritarios. Por estrecho margen, el COI se inclinó por la capital de China — con sus montañas sin vegetación — sobre Kazajistán.
“Realmente es una opción segura”, dijo el presidente del COI Thomas Bach tras la votación.
Siete años después, el mundo constatará si Bach estaba en lo correcto con una ceremonia de apertura en el Nido del Pájaro, el Estadio Nacional. Toda la atención se enfocará en China, país con un historial de derechos humanos que perturba a muchos, de gobierno autoritario y una estrategia de “tolerancia cero” frente al COVID. Serán tal vez los Juegos Olímpicos con más restricciones en la historia.
La previa tuvo como consigna llevar a cabo los Juegos como fuera, desafiando la logística y hasta cuestiones de moralidad.
“Estos son unos Juegos en el que tratas de hacer lo mejor posible pero al mismo tiempo buscas mantener la cordura y poder competir”, dijo Hannah Soar, una esquiadora esquiadora acrobática de Estados Unidos.
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Si estas dos semanas de esquí, patinaje y deslizamiento por toboganes mantienen la rutina de los Juegos Olímpicos, el desempeño de atletas como Soar, la esquiadora estadounidense Mikaela Shiffrin y el campeón noruego de esquí de fondo Johannes Hoesflot Klaebo, para nombrar a un puñado — será lo que se recuerde.
Pero estos Juegos han sido muy cuestionados en su antesala.
El Comité Olímpico Internacional llevó las justas a un país que es muy criticado por las democracias de Occidente — un país que prácticamente ha cerrado sus puertas desde que en el mismo se detectaron los primeros casos de COVID-19 en el planeta hace más de dos años.
— Derechos humanos. Encabezados por Estados Unidos, varios gobiernos de Occidente emprendieron un boicot diplomático de los Juegos, protestando lo que Estados Unidos y grupos defensores de los derechos humanos califican de genocidio de cerca de un millón de uigures en la provincia de Xinjiang, situada en el extremo occidental del país.
— Muchos dignatarios se ausentarán, pero los atletas están aquí. La alemana Natalie Geisenberger, competidora en luge, consideró no venir, pero al final decidió hacer la travesía, junto a unos 2.900 atletas de casi 90 países. “Nosotros los atletas no tenemos nada que ver con la decisión de darle los Juegos a Beijing. Eso lo deciden ellos (el COI) y nosotros los atletas nos ha tocado un hecho consumado”.
— Protocolos sanitarios. Para prevenir la propagación del COVID, China ha montado una burbuja. Todos los participantes deben someterse a pruebas de contagio diarias. Nadie podrá salir de los hoteles y sedes, instalaciones que se encuentran apartadas del resto de la ciudad y montañas.
Todo el que arroje positivo tendrá que permanecer aislado, una situación que quedó en evidencia por el caso de Kim Meylemans, una piloto de skeleton. La belga recurrió el jueves a las redes sociales para explicar entre lágrimas las condiciones de su aislamiento. La intervención del COI y de su comité olímpico hizo que fuera trasladada a una subsede dentro de la Villa Olímpica con el fin de completar los protocolos de aislamiento.
— La tenista Peng Shuai. Su situación refleja todos los cuestionamientos de traer los Juegos a este país. Se ha temido por el bienestar de la campeona china de dobles desde que acusó a un ex alto funcionario del Partido Comunista chino de agresión sexual. Los pocos indicios que podría estar bien fueron gracias al COI, que difundió imágenes de Bach en videollamadas con Peng. El COI dice que se tiene previsto reunirse con Peng durante los Juegos, pero previos encuentros han generado más preguntas que respuestas.
— Ciberseguridad. Muchos países han recomendado a sus atletas dejar en casa us teléfonos móviles y computadoras portátiles personales para no quedar vulnerables al gobierno chino.
— Rusia. El presidente Vladimir Putin tiene previsto acudir a la ceremonia de apertura, una movida audaz en dos frentes. Ante la escalada de las tensiones en la frontera de Ucrania, su presencia hará recordar los Juegos de Invierno de 2014 — en el país de Putin. Apenas culminaron, Rusia invadió el territorio ucraniano de Crimea. Su presencia también será vista como un acto de desdén a las organizaciones antidopaje que han tratado, sin mucho éxito, sancionar al país por escándalos durante la última década.
— El medio ambiente. Las montañas aledañas en las que se escenificarán las competencias de esquí de fondo y otras de acrobacia se encuentran a unos 241 kilómetros (150 millas) del desierto de Gobi. Promedian menos de un pie de nieve por año. La generación de nieve no es algo nuevo en las sedes olímpicas, pero las de Beijing serán las primeras justas que dependerán completamente de nueve artificial. Para hacerlo, el país tuvo que construir un masivo sistema de irrigación y emplear el equivalente de 800 piscinas olímpicas de agua. Todo esto pone en entredicho las aseveraciones de Beijing de que estos Juegos serán neutrales en carbono.
Y antes que se nos olvide. Los deportes — Noruega, como siempre, debe acaparar la mayor cantidad de medallas por su supremacía en el biatlón y esquí de fondo. Rusia, compitiendo con el nombre de “Comité Olímpico de Rusia” por las sanciones de dopaje, debe hacerle sombra. Su equipo de hockey es el gran favorito, luego que la NHL, debido al repunte del COVID en Norteamérica por la variante ómicron, optó por enviar sus jugadores a los Juegos.
El panorama es muy distinto en China tras la última ocasión que recibió unos Juegos Olímpicos. Eso fue en 2008, y esos Juegos de Verano fueron vistos como la coyuntura para que el mundo pudiera admirar a una potencia en alza.
En vez de tratar de poner una buena cara esta vez, China está haciendo todo con sus propias reglas. Las restricciones por el COVID justifican convenientemente que los periodistas no puedan desplazarse por el país en informar sobre lo que realmente ocurre en este tierra de 1.400 millones.
“Hay dos audiencias”, dijo David Bachman, experto sobre China en la Universidad de Washington. “Está la audiencia internacional. Y también será importante impresionar a su propia población al mostrar cuán eficiente ha sido el montaje de los Juegos”.