El momento captado por las cámaras de televisión conmovió a los comentaristas deportivos y, seguramente, a cualquiera que las observaba. En pleno terreno de juego, la campeona boricua Adriana Díaz consolaba con un fuerte abrazo a su contrincante derrotada, la brasileña Bruna Takahashi, que se rompió en llanto sobre su hombro.
Una triunfa sobre la otra, pero la solidaridad y humildad prevalecen. Ocurrió ayer, frente al mundo deportivo que observaba la actual edición de los Juegos Panamericanos en Chile, cuando la tenismesista utuadeña ganó la primera medalla de oro para la delegación de Puerto Rico, al vencer en un partido cerrado a Takahashi. Díaz saboreó mesuradamente su victoria. Abrazó a su emocionado entrenador y papá, Vladimir Díaz, y salió al encuentro de su oponente, añadiendo una experiencia adicional a quienes seguían el momento.
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Es una lección que se impone sobre cualquier triunfo o derrota; una lección para deportistas, líderes de gobiernos y empresas, o ciudadanos comunes que transitan sus días, meses y años entre luchas de poder, conflictos armados, desastres naturales y tantas tensiones generalizadas.
“Esta es la cara humana de la competencia, ese juego limpio en donde tiene que haber un vencedor y un vencido… He visto más inclinación a este tipo de gesto. Las redes sociales muestran cada vez más atletas que se inclinan a esta cara más humanista de la competición”, expresó Abderramán Brenes, exjugador olímpico en Judo y especialista en psicología deportiva.
Brenes celebra este humanismo, sobre todo, porque sirve como ejemplo a los niños y niñas que van formándose en el deporte y fuera de él. Acciones como la de Díaz contribuyen a normalizar la empatía y solidaridad aún en situaciones competitivas. Y, aunque debería ser un gesto normal, Brenes reconoce que, tanto en momentos de victoria o derrota, existe una preparación, un historial que acompañan al deportista para manejar adecuadamente sus emociones. Se refiere a eso como “la construcción de la victoria”.
En el caso de Díaz, a sus 23 años ha saboreado importantes triunfos que se han combinado con derrotas. Haber estado en los “dos lados de la moneda”, permite a una atleta como Díaz desarrollar la capacidad de ser empática con la contrincante, sobre todo en un nivel competitivo tan alto como lo es el escenario Panamericano, sostuvo el también coordinador de los especialistas en psicología del deporte en el Departamento de Atletas de Alto Rendimiento de la Comisión de Atletas de Puerto Rico.
Brenes añadió que esa humildad frente a la victoria también se nutre de otros componentes, como el ejemplo que le ha dado su entorno familiar. “Eso de dónde viene, pues viene de la casa. El ejemplo de la cotidianidad, su comunidad… ella es un reflejo de ese comportamiento”, opinó.
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Asimismo, contar con la dirección de un entrenador que se enfoca no en ganar, sino en cómo ganar o en cuáles fueron los fallos de estrategia en una competición ayudan a desarrollar la madurez deportiva del atleta, indicó. En palabras de Díaz tras su triunfo ayer: “Estaba en una zona mental que ni yo misma entendía. Es algo que me transformé y realmente quería esa medalla. Quería tener la primera medalla de oro para Puerto Rico y lo logramos”.
“Lo logramos”, en sentido colectivo y con un alto sentido de humanidad. “Qué bueno que, en medio de una guerra, de que a nivel climático el planeta es ultrajado, ese gesto silencioso (de Adriana) nos da esperanza de que la humanidad es mucho más simple, y que en esa simplicidad de los gestos se construye mucho más”, concluyó Brenes.