Con la alegría de quien desfila por primera vez, Ronaldo Silva Junior, 43 años, apoyó su bastón de reyes blanco en el suelo, meneó la cabeza al ritmo de la percusión y luego siguió bajando una estrecha escalera de la favela Santa Marta.
Se hizo largo el tiempo de espera, contó Silva Junior, quien desfila hace 38 años y trabaja en la asociación de desfiles de reyes de Río de Janeiro. Luego de una paralización forzada por la llegada de la pandemia del COVID-19 el año pasado, cuatro grupos de carnavalescos volvieron a reunirse el sábado en Santa Marta para celebrar un desfile de reyes, en un evento organizado por la alcaldía que anticipa el tradicional encuentro de enero.
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“2020 fue un dolor doble. No salimos a desfilar y encima perdimos al maestro de nuestro grupo debido al COVID-19”, aseguró Silva Junior, quien vestía un disfraz amarillo, negro y gris.
Fue una señal de un regreso gradual a la normalidad en Río, una de las ciudades más castigadas de Brasil por el virus, después de casi dos años de restricciones destinadas a frenar la propagación de la enfermedad. También significó una oportunidad para, finalmente, celebrar un poco en Santa Marta, una favela que se hizo famosa por el videoclip de la canción “They Don’t Care About Us” del fallecido cantante pop Michael Jakcson.
Los encuentros de grupos carnavalescos son habituales en esa comunidad, en la zona sur de la ciudad, pero la pandemia había forzado la suspensión el año pasado. Silva Junior dijo que la vuelta de la fiesta es una forma de ayudar a pasar la página luego de tiempos difíciles: “Mientras estemos vivos, vamos a desfilar. Esto significa fiesta y encuentro. Cuando Santa Marta nos escucha, enseguida aparecen niños corriendo, mucha alegría y amor”.
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En la Ciudad de Dios, una de las mayores favelas de la ciudad, a veces violenta, hubo el miércoles una batalla que significó una buena noticia. No se trató de ningún enfrentamiento entre pandillas locales y la policía ni hubo armas de por medio: apenas dos micrófonos para un duelo de rap en un bar local que se llevó a cabo por primera vez desde que la pandemia golpeó a principios del año pasado.
Diez raperos locales se turnaron en enfrentamientos uno contra uno, mientras una audiencia de varias docenas vitoreaba y agitaba los brazos al ritmo de la música y las rimas.
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“Muchos estaban en casa, deprimidos, y vinieron aquí para dejarlo salir”, dijo Fabio de Oliveira, dueño del bar al aire libre donde se realizaba el concurso. De Oliveira aseguró que la gente le decía que el evento le “salvó la vida porque estaba deprimido. Ahora vengo aquí, charlo, tengo amigos, tengo una familia”.
Era un evento muy local. Los participantes se esforzaban para obtener el preciado premio al final de la noche, un vale para una pizza gratis en el pequeño restaurante de al lado.
La música rap tiene una asociación incómoda con el gangsterismo en Brasil, y algunos acusan a los raperos de glorificar a los criminales y la actividad ilegal, pero los raperos de Ciudad de Dios dijeron que sólo querían cantar sobre sus luchas diarias en espera por un futuro mejor.
El rapero Lucas dos Santos, 23 años, celebró el regreso de cierta normalidad y argumentó que la música es también una forma de alejar a la gente de la actividad ilegal. “Más jóvenes conectados al arte, más jóvenes conectados a la cultura, menos jóvenes involucrados en el crimen”, dijo dos Santos, conocido como Roque CDD, las iniciales de Ciudad de Dios.