Las fuerzas armadas estadounidenses, ahora bajo una mayor seguridad y también bajo la amenaza de otro ataque terrorista, siguieron adelante con la evacuación desde el aeropuerto de Kabul el viernes, al día siguiente de que un atentado suicida en las puertas de la terminal aérea escribiera un devastador capítulo final para la guerra de casi 20 años en Afganistán.
El número de muertos se elevó a a 13 militares estadounidenses y 169 afganos, cifra que podría aumentar a medida que las autoridades examinen los restos.
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La Casa Blanca y el Pentágono advirtieron que podría haber un mayor derramamiento de sangre antes del martes, la fecha límite impuesta por el presidente Joe Biden para poner fin al puente aéreo y retirar a las fuerzas estadounidenses. Los próximos días “serán nuestro periodo más peligroso hasta la fecha” en la evacuación, declaró la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki.
El atentado del jueves —que se atribuye a la rama afgana del grupo Estado Islámico, enemigo tanto del Talibán como de Occidente— fue uno de los ataques terroristas más letales que ha visto el país. Estados Unidos dijo que fue el día más mortífero para las fuerzas estadounidenses en Afganistán desde 2011.
Mientras el llamado a la oración resonaba el viernes en Kabul junto con el rugido de los aviones que partían, las ansiosas multitudes que se agolpaban en el aeropuerto con la esperanza de escapar del dominio talibán parecían más numerosas que nunca, a pesar de las cruentas escenas vistas la víspera.
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Tanto los afganos como los ciudadanos estadounidenses y otros extranjeros eran muy conscientes de que se estaba acabando el tiempo para salir a través del puente aéreo.
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Jamshad fue al aeropuerto con su mujer y sus tres hijos pequeños. Sostenía firmemente una invitación a un país occidental que no quiso identificar.
“Después de la explosión decidí que lo intentaría. Porque tengo miedo de que ahora haya más ataques, y creo que ahora tengo que irme”, manifestó Jamshad, que como muchos afganos sólo usa un nombre.
El Pentágono dijo el viernes que sólo hubo un terrorista suicida —en la puerta del aeropuerto— y no dos, como informaron inicialmente los funcionarios estadounidenses.
Los funcionarios que dieron la cifra de muertos afganos no estaban autorizados a hablar con los medios de comunicación y hablaron bajo condición de anonimato.
Entre las víctimas afganas se encontraba el fundador de una agencia de noticias y varios afganos empobrecidos que habían acudido al aeropuerto con la esperanza de conseguir una vida mejor.
Los detalles sobre los estadounidenses fallecidos —11 marines, un marinero de la Armada y un soldado del Ejército— también comenzaron a surgir, antes de que el Pentágono diera a conocer sus nombres. Entre ellos se encontraba un joven marine de Wyoming cuya esposa espera un hijo suyo.
Funcionarios británicos dijeron que dos ciudadanos de su país y el hijo de otro británico también estaban entre los muertos cuando la bomba estalló en medio de la multitud.
A la mañana siguiente del atentado, los talibanes utilizaron una camioneta llena de combatientes y tres Humvees capturados para establecer una barrera a 500 metros del aeropuerto, manteniendo a la multitud más alejada que antes de las puertas donde se encuentran las tropas estadounidenses.
Funcionarios militares estadounidenses dijeron que se cerraron algunas puertas y se aplicaron otras medidas de seguridad. Dijeron que había restricciones más estrictas en los puestos de control de los talibanes y menos gente alrededor de las puertas. Los militares dijeron que también habían pedido a los talibanes que cerraran ciertos caminos debido a la posibilidad de que hubiera terroristas suicidas en vehículos.
El Pentágono señaló que el aeropuerto ya contaba con defensas contra los ataques con cohetes y dijo que Estados Unidos mantendría los vuelos tripulados y no tripulados sobre el aeropuerto para su vigilancia y protección, incluyendo el uso de aviones de ataque a tierra con armamento pesado AC-130.
Funcionarios estadounidenses dijeron que los evacuados con credenciales adecuadas seguían siendo autorizados a pasar por las puertas. En el interior, unas 5.400 personas esperaban los vuelos de evacuación.
En Washington, los comandantes estadounidenses informaron a Biden sobre el desarrollo de planes para contraatacar al Estado Islámico y cumplir la promesa del presidente de perseguir a los atacantes y “hacerlos pagar”.
Biden declaró que el esfuerzo de Estados Unidos para evacuar a los estadounidenses, a los aliados afganos y a otras personas que corren el mayor riesgo de los talibanes es una “misión digna”.
“Y completaremos la misión”, aseveró.
El Consejo de Seguridad de la ONU calificó de “especialmente aborrecible” el ataque contra los civiles que huyen y contra los que tratan de ayudarlos.
Los talibanes han recuperado el control de Afganistán dos décadas después de haber sido destronados en una invasión liderada por Estados Unidos tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Su regreso al poder ha aterrorizado a muchos afganos, que se han apresurado a huir del país antes de la retirada estadounidense.
Más de 100.000 personas han sido evacuadas de forma segura a través del aeropuerto de Kabul, según Estados Unidos, pero miles más están luchando por salir en uno de los mayores traslados aéreos de la historia.
La Casa Blanca dijo el viernes por la mañana que 8.500 evacuados habían salido a bordo de aviones militares estadounidenses en las 24 horas anteriores, junto con unas 4.000 personas en vuelos de la coalición. Es el mismo total que el día anterior al ataque.
Pero las posibilidades de ayudar a los que esperan unirse a la evacuación se están desvaneciendo rápidamente. Más aliados europeos y otros países concluirían sus operaciones de transporte aéreo el viernes, en parte para dar tiempo a Estados Unidos a cerrar sus propias operaciones.
Los talibanes han dicho que permitirán a los afganos salir por vía comercial después que Estados Unidos complete su retiro, pero no queda claro qué aerolíneas viajarían a un aeropuerto controlado por ellos.