Corea del Sur — Por primera vez en años, Choi Bok-hwa no pudo recibir la llamada que su madre le hace todos los años desde Corea del Norte el día de su cumpleaños. Habitualmente, la madre de Choi sube una montaña y usa un celular chino entrado de contrabando para llamar a Corea del Sur y desearle a su hija un feliz cumpleaños, arreglando de paso la transferencia de algunos fondos.
Choi, quien no ha podido hablar ni enviarle dinero a su madre de 75 años desde mayo, cree que esto se debe a la pandemia del coronavirus, que hizo que Corea del Norte cierre sus fronteras con más celo que nunca e imponga algunas de las restricciones al desplazamiento de personas más severas del mundo.
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Otros desertores que viven en Corea del Sur también perdieron contacto con sus seres queridos en el norte en medio del descalabro causado por el COVID-19.
Los norcoreanos que escapan al sur siempre les han enviado remesas a sus padres, hijos y hermanos en el norte. Pero estos desertores, que son discriminados y viven en la pobreza en el sur, dicen que ya no pueden enviar dinero, o han reducido la cantidad que giran, porque sus ingresos se redujeron. Otros demoran los envíos porque no encuentran intermediarios o porque estos quieren cobrar comisiones demasiado altas.
Choi, quien es cantante en un grupo musical norcoreano, percibió entre el 10% y el 20% de lo que gana normalmente el año pasado debido a la cantidad de presentaciones canceladas.
“Espero su llamada más que nunca”, dijo Choi, de 47 años y quien vive en Ansan, al sur de Seúl.
Unos 33.000 norcoreanos escaparon a Corea del Sur desde que Norcorea sufrió una hambruna a mediados de la década de 1990. El año pasado, durante la pandemia, solo llegaron 229, comparado con los 1.047 del año previo.
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Muchos desertores usan intermediarios para mantenerse en contacto con sus familias en el norte. Ese proceso, sin embargo, es costoso, complejo y riesgoso.
Los intermediarios en Corea del Norte generalmente usan teléfonos contrabandeados para llamar al sur desde las montañas próximas a la frontera con China, donde hay mejor recepción y es más fácil evitar ser detectados.
Las llamadas a menudo van acompañadas de transferencias de dinero a través de cuentas bancarias del lado chino de la frontera. Los intermediarios a ambos lados de la frontera con frecuencia contrabandean bienes. Esto quiere decir que no hay que hacer transferencias de dinero de inmediato. Los intermediarios del lado norcoreano pueden pagar a los familiares de los desertores y cobrar cuando llevan algo de contrabando al lado chino.
El cierre de la frontera, que lleva un año, interrumpió ese negocio y los intermediarios casi no tienen dinero para entregar en Corea del Norte.
El general Robert Abrams, jefe de las fuerzas estadounidenses emplazadas en Corea del Sur, dijo el año pasado que el gobierno norcoreano había despachado efectivos a la frontera con China con la orden de “tirar a matar” si veían algún contrabandista.
Lee Sang Yong, director del Daily NK de Seúl, un periódico digital con fuentes en Corea del Norte, dijo que Pyongyang trataba de interferir las señales y dispuso severas restricciones a lo largo de la frontera.
Los intermediarios norcoreanos cobran una comisión del 30% del monto de la transferencia. Durante la pandemia, llegaron a cobrar el 40% y hasta el 50%, según desertores y activistas.
No hay estudios oficiales del impacto de la pandemia en las remesas. Pero estudios de algunas agrupaciones indican que entre el 18% y el 26% de los consultados enviaron dinero a Corea del Norte el año pasado, comparado con un 50% en el mismo período en el 2014.
Shin Mi-nyeo, director de Saejowi, una de las asociaciones cívicas que realizaron consultas, dijo que las remesas habían bajado ya antes de la pandemia porque muchos desertores interrumpieron sus contactos con sus familias en el norte por razones económicas.
“Al principio sienten la necesidad de apoyar a sus familias en el norte porque sabe lo que son sus vidas allí”, indicó Shin. Después de un tiempo, sin embargo, ese impulso de desvanece. “Ojos que no ven, corazón que no siente”, expresó.
“El dinero que enviamos es su salvación”, afirmó Cho Chung Hui, quien antes de la pandemia les enviaba 890 dólares anuales a dos hermanos en el norte. “Es mucho dinero. Alguien que trabaja fuerte en los mercados norcoreanos gana 30 o 40 dólares al mes”.
Choi dijo que sus hermanos viajaban horas hasta la frontera para verse con intermediarios y llamar para pedirle dinero. Pero no sabe nada de ellos desde noviembre del 2019.
Sostuvo que los intermediarios son “unos ladrones” que quieren cobrar comisiones enormes por las transferencias y que muchos de sus amigos están esperando a que las comisiones se estabilicen para reanudar los envíos.
Kim Hyeong Soo, de 57 años, dijo que los norcoreanos con familiares en el sur eran catalogados como “familias de traidores”. Pero ese desdén dio paso a la envidia cuando empezaron a recibir dinero. Kim dejó de enviar remesas el año pasado al disminuir sus ingresos, según dijo.
Las transferencias de dinero al norte son ilegales en Corea del Sur, pero las autoridades hacen la vista gorda por razones humanitarias. Del lado norcoreano, en tanto, las autoridades se dejan sobornar para no intervenir.
“La policía norcoreana es pobre”, dijo Cho.