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Le dieron un giro a escuela abandonada

Sin encomendarse a nadie más allá de la comunidad de Levittown, un grupo de vecinos rescató la escuela Lorencita Ramírez de Arellano, cerrada hace un año

escuela suministrada

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La experiencia de ver una escuela clausurada deteriorarse y convertirse en un estorbo público es una situación que cada vez más comunidades en Puerto Rico atraviesan ante el cierre de cientos de planteles.

En el sector de Levittown, en Toa Baja, no estaban dispuestos a repetir esa experiencia, que habían vivido ya cuando el Gobierno cerró la escuela intermedia María Libertad Gómez en 2016.

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Así que, cuando la actual administración cerró la escuela elemental Lorencita Ramírez de Arellano, en verano del pasado año, un grupo de toabajeños asumió, sin pedir perdón o permiso, la tarea de asegurarse que el plantel continuaría siendo eje de la vida en comunidad.

“Al principio podía verse como un acto de desobediencia o un acto de tomar una escuela. Pero antes de tomar posesión del plantel, nosotros hicimos un censo por la comunidad, distribuimos un formulario planteándole a la comunidad que ellos sugirieran qué debíamos celebrar en la escuela. La comunidad respondió que los elementos básicos de educación, tutorías y estudios supervisados, pero que, a la misma vez, pudiéramos trabajar con otras áreas, como talleres deportivos”, explicó a Metro Juan Camacho, del grupo Toabajeños en Defensa del Ambiente.

El colectivo, junto al capítulo de Toa Baja de la Federación de Maestros y miembros del Partido Independentista Puertorriqueño, conformaron el Movimiento Al Rescate de mi Escuela (Mares), que desde entonces coordina los servicios educativos y recreativos que se ofrecen los sábados por la mañana. Bajo el cuidado de Mares, el amplio plantel, que cuenta con 32 salones, un teatro y una cancha bajo techo, también está disponible para charlas y todo tipo de actividades cívicas a pedido de cualquier vecino de Levittown.

En el poco más de un año desde que “tomaron” el plantel, Mares ha organizado actividades tan variadas, como talleres de esgrima, capoeira, pintura, manualidades, tejido, teatro, danza y conferencias sobre cambio climático. En el verano, celebraron un campamento de dos semanas que, según Camacho, puso los ojos del Departamento de Educación sobre la escuela.

En septiembre, el trabajo de Mares cobró notoriedad cuando denunciaron que la Autoridad de Energía Eléctrica les había informado que cortaría el servicio de luz. Sin embargo, han podido salvaguardar la oferta de servicios con una planta eléctrica, en tanto se completa el proceso que Camacho espera que resulte en el traspaso de la escuela a la organización mediante un arrendamiento.

“Lo que queremos es que aquella entidad que esté ofreciendo un servicio a la comunidad y no tenga un sitio para realizarlo pueda contar con nosotros. Ese es el verdadero concepto de escuela de la comunidad”, resumió Camacho.

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