LA PAZ – ¿Dónde está el poder en una Bolivia en crisis?
Jeanine Añez, la senadora opositora que reclamó la presidencia interina del país andino, parece tener el respaldo de la policía, el ejército y la Iglesia.
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Pero incluso en su exilio autoimpuesto en México tras renunciar por la presión de las fuerzas armadas, el expresidente Evo Morales dijo que estaría dispuesto a regresar a Bolivia. Sus seguidores realizan una demostración de fuerza en las calles y su partido tiene mayoría en las dos cámaras del Congreso.
La vida regresó a la normalidad brevemente el miércoles en la mañana después de que Añez asumió el poder. Los enemigos de Morales lo celebraron ondeando banderas nacionales antes de levantar los bloqueos instalados en carreteras de todo el país. Los comercios enrollaron las persianas metálicas que los protegen de los saqueos. El transporte público volvía a funcionar con normalidad en La Paz.
Pero más tarde se desataron violentos enfrentamientos entre leales a Morales y la policía de la capital, que se extendieron hasta bien entrada la noche. Los seguidores del exmandatario también salieron a la calle en la ciudad de El Alto, cercana a La Paz y un bastión a Morales, con la bandera indígena multicolor y cantando “¡Ahora, guerra civil!”.
En el centro de La Paz, los manifestantes, que arrojaban piedras, arrancaron placas de metal y tablones de madera de obras para usarlos como armas, y algunos prendieron cartuchos de dinamita. Policías antimotines respondieron con rondas de gases lacrimógenos mientras los aviones de combate rugían en vuelos bajos sobre la multitud en una demostración de fuerza.
Este es un indicio de los retos que enfrenta Añez, que era una legisladora de segunda línea hasta que se hizo con la presidencia alegando que la marcha de Morales creó un vacío de poder.
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La senadora tiene que lograr reconocimiento, estabilizar el país y organizar nuevas elecciones en el plazo de 90 días, además de reconstruir tras semanas de protestas violentas contra Morales tras autoproclamarse ganado los comicios del 20 de octubre, que estuvieron salpicados de denuncias de fraude. Los disturbios, y la erosión de sus apoyos, llevaron al primer presidente indígena del país a huir a México luego de casi 14 años en el poder.
“Si el movimiento social indígena ve esto como un esfuerzo de la vieja élite para restaurar el viejo orden en la Sociedad boliviana, creo que esta es la receta para un enorme conflicto político”, señaló Kenneth Roberts, profesor de gobierno en la Cornell University en Ithaca, Nueva York.
Morales cambió la política de este país gobernado durante décadas por descendientes de europeos de tez más clara al revertir la profunda desigualdad. La economía creció con fuerza gracias a la subida del precio de los productos básicos. Además, promulgó una nueva Constitución que creó un Congreso con escaños reservados para minorías indígenas y de permitir el autogobierno de las comunidades nativas.
Aunque algunos de sus seguidores se mostraron descontentos por su insistencia en aferrarse al poder, Morales sigue siendo una figura popular, especialmente entre los aymara, el grupo étnico al que pertenece. Muchos de ellos están preocupados por la posible pérdida de los beneficios logrados y protestaron por los reportes de que la Wiphala, la bandera multicolor que los representa, fue quemada por simpatizantes de la oposición.
Una de las manifestantes, Magenta Villamil, lamentó que los “más de 13 años de avances con Evo se perdieron en un minuto” con su renuncia.
Añez también enfrenta un desafío en el Congreso, donde los legisladores leales a Morales cuestionan cada vez más su legitimidad e intentaron convocar nuevas sesiones que podrían socavar su reclamo para ostentar la presidencia. Las sesiones, rechazadas por la facción de Añez, acrecentaron la incertidumbre política en el país.
Los partidarios de Morales, que tienen una mayoría de dos tercios en el Congreso, boicotearon la reunión convocada el martes en la noche por Añez para formalizar su reclamo impidiendo que hubiese quorum.
Sin embargo, la senadora siguió adelante con el proceso alegando que la Constitución no requiere específicamente la aprobación de la cámara. El alto tribunal boliviano emitió un comunicado presentando la justificación legal para el reclamo de Añez, aunque no mencionó su nombre.
Otros expertos legales cuestionaron los tecnicismos que llevaron a su reclamo y señalaron que al menos alguno de los pasos requería que el Congreso se reuniera.
Eduardo Gamarra, politólogo boliviano en la Florida International University, dijo que la Constitución establece claramente que Añez no necesita el voto de los diputados para sumir el cargo. Sin embargo, los próximos meses “serán extraordinariamente difíciles para la presidenta Añez”, añadió.
La dirigente tendrá que formar un nuevo tribunal electoral y encontrar personal no partidista para el organismo, y hacer que el Congreso, que está en manos del partido Movimiento al Socialismo de Morales, vote en favor de anticipar los comicios.
La crisis en el país se agravó el domingo, cuando una auditoría de la Organización de Estados Americanos (OEA) reportó irregularidades generalizadas en las elecciones del 20 de octubre y pidió una nueva convocatoria.
Morales accedió a poner una nueva fecha, pero unas pocas horas después renunció luego de que el general Williams Kaliman, comandante de las fuerzas armadas, lo instó a dimitir “por el bien de Bolivia”. Kaliman había sido leal a Morales, pero tanto el expresidente como la oposición calificaron su actuación de golpe de Estado.
Añez juramentó su nuevo gobierno el miércoles y nombró nuevos comandantes en jefe para todas las ramas del ejército, relevando a Kaliman. La medida fue vista como un esfuerzo por formar una alianza con el ejército.
Además, se reunió con docenas de policías y les aseguró que obtendrían las condiciones laborales que demandaban y que nunca lograron con Morales. Los agentes apostados ante el palacio presidencial abandonaron sus puestos, y en algunas ciudades se declararon motines un día después de la renuncia.
Añez recibió también el respaldo del principal rival de Morales en las polémicas elecciones de octubre, el expresidente Carlos Mesa, que acabó segundo. No estuvo claro cuánto apoyo tendrá en otros centros de poder del país.
Su iniciativa recibió cierto respaldo internacional.
Michael G. Kozak, de la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado estadounidense, se dirigió a ella como “presidenta interina constitucional”. Brasil, que es uno de los principales socios comerciales de Bolivia, la felicitó por su ascenso “constitucional” a la presidencia.
Pero en Argentina, donde hay una gran población boliviana, legisladores de las dos cámaras condenaron lo que consideraron como un golpe de Estado.
Desde México, Morales se comprometió a mantener un rol activo en la política boliviana mientras los alcaldes leales a él en las zonas rurales siguen movilizando a grandes masas.
En una conferencia de prensa en la Ciudad de México el miércoles, Morales apuntó que “Si la gente me lo pide, estamos dispuestos a regresar”.