Cada vez que se aproxima la llegada del mes de mayo, a Felipe López Pérez, así como a su esposa e hijos, les invade la ansiedad.
Ellos ya saben que está próximo el día en que el patriarca de la familia partirá hacia el estado de Nueva Jersey a trabajar en la agricultura.
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Es un trabajo de seis meses, de seis de la mañana a seis de la tarde, de lunes a sábado, que por los pasados 16 años le ha permitido alimentar a su cría.
“Cada vez que me toca irme, mis hijos y mi familia se ven afectados. Ellos no quieren que yo los deje por acá prácticamente solos, pero ya ellos han entendido que yo voy porque es una necesidad”, sostiene López Pérez, al tiempo que admite que llama a su familia al menos cuatro veces al día desde que llega a la finca en Estados Unidos.
“Me da tristeza. Es como si sintiera que una parte de mí se fuera. Él es todo aquí y los niños también lo extrañan muchísimo”, responde, por su parte, su compañera por más de 20 años, Evelyn Arvelo Medina, mientras le ayuda a hacer la maleta.
“Cuando estoy en Nueva Jersey y vienen los tiempos de tormenta (a Puerto Rico), ahí es cuando más me preocupo”, retoma la palabra López Pérez, quien se inició en la agricultura en Puerto Rico a los 15 años en los sembradíos de caña de azúcar del municipio de San Sebastián, una industria que hoy ya está extinta.
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López Pérez sostuvo a Metro que los bajos salarios que pagan la mayoría de las fincas locales, en las que lo que más ha cobrado son $4.00 la hora, fue lo que lo impulsó a trabajar en campos de Nueva Jersey, donde por $10.00 recoge muchos de los frutos que luego ve en las góndolas de los supermercados del país: calabaza, fresas y tomates.
Admite que el ingreso que genera en los prácticamente seis meses de trabajo le da para vivir el resto del año, ya que, una vez en la finca, están exentos del pago de agua, luz y renta.
No obstante, descarta establecerse de forma permanente en Estados Unidos.
“Como el trabajo es solo por seis meses, es muy cuesta arriba vivir allá fuera con la familia sin trabajo. El costo de vida es más caro”, sostiene, al tiempo que argumenta que en su natal municipio aún puede conseguir una vivienda de tres habitaciones, dos baños, sala, cocina espaciosa y hasta patio por $350 al mes.
López Pérez es uno de ocho boricuas que el pasado 2 de mayo, un día después de la polémica manifestación de los trabajadores en la Milla de Oro, en Hato Rey, partió al estado de Nueva Jersey a ganarse el pan de su familia, trabajando más de 60 horas a la semana.
Él fue reclutado por Ramón Román Aponte, un amigo de mucho tiempo que lleva 23 años con Duffieldsfarm, la empresa que los emplea y les cubre pasaje ida y vuelta y alojamiento.
En entrevista con Metro desde la plaza pública de San Sebastián, un municipio con una tasa de desempleo de 17.9 % y cuyo mayor patrono es el Gobierno municipal, Román Aponte dijo conocer la situación de discrimen y malos tratos que han enfrentado otros compatriotas en plantaciones de Estados Unidos, pero que ese no ha sido su caso.
Destaca que en la finca de Nueva Jersey trabajan los ochos boricuas, junto a los dueños e hijos de la empresa.
Admite que, aunque el trabajo es duro, es bien remunerado, por lo que prefiere trabajar en las fincas de allá antes que en las de la isla.
“A mí no me llama la atención (trabajar) aquí. Aquí no pagan lo mismo que allá. Allá tú trabajas, pero ganas y me dan todo, casa, todo. La comida es lo que tengo que pagar nada más”.