Es un día de esos en los que son las 5:30 de la tarde y el Departamento de Hacienda cita a una conferencia de prensa. Cuando ya estaba sentada esperando qué van a decir, resulta que es una conferencia de esas no entendibles en la cual se necesita a un catedrático en economía susurrándole a uno en el oído. De repente, se sienta a mi lado una periodista salmón. Pensé: “¡Qué alivio! Tengo la ayuda de mi amiguita que le encantan los números y se ha convertido en una prestigiosa periodista económica para poder resumir dos mamotretos de más de 500 páginas en dos minutos de intervención al aire”. Es difícil en periodismo televisivo resumir y analizar asuntos económicos en dos minutos y que la gente lo entienda. Pero con la ayuda de mi amiga versada en esa materia todo fue más llevadero.
Ella sabe que se lo agradezco, porque me ayudó a no desinformar. Recuerdo esa anécdota porque al leer y observar los medios de comunicación en estos días he llegado a la conclusión de que se necesita un decálogo o mejor dicho un diccionario económico para entender todo este asunto del IVA.
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El Gobierno no ha sido capaz de convencer a los ciudadanos que el IVA es una medida razonable para allegar el dinero indispensable al erario. Todos nos hemos dado cuenta de que este Gobierno tiene serios problemas para divulgar información y hacerla efectiva. El pueblo está sediento de conocer sobre las implicaciones buenas o malas del IVA. Sobre todo, quiere conocer por qué ha sido exitoso en más de un centenar de países. No creo que exista un solo puertorriqueño que desee que la isla se sumerja en un abismo. Es más, apuesto a que todos queremos un Puerto Rico mejor y que los que se fueron hastiados les gustaría regresar a su terruño si la situación mejora. Por eso, en medio de la crisis económica y con propuestas gubernamentales insospechadas, la actuación de la prensa salmón es indispensable. Se les llama prensa salmón a los periodistas especializados en economía. El peculiar nombre surge de los mismos periodistas que se dedican a esa rama del periodismo y que hacen honor a algunos periódicos prestigiosos especializados en economía como el Financial Times, cuyo papel es de color salmón. Los periodistas salmón desayunan finanzas, almuerzan el mercado bursátil y cenan análisis financieros. Cuentan con una mente prodigiosa para poder evaluar, interpretar y redactar todo tipo de información económica y traducirla a un lenguaje sencillo que todos los receptores puedan entender. Si hacemos un ejercicio de medición para conocer cuántas personas entienden el desorden que ha ocasionado la posible implantación del IVA, seguramente el porciento mayor es de desconocimiento. Por eso era importante que la prensa salmón y la Asociación de Periodistas radicaran la demanda al Gobierno para lograr que Hacienda abriera los libros y difundiera el informe de KPMG sobre la reforma contributiva. En ese informe público hay números que la prensa salmón y los expertos económicos tienen que analizar e investigar.
Ahora con todo este nuevo capítulo de desinformación del IVA los periodistas salmón han tenido que recurrir a sus prestigiosas fuentes en y fuera del país de manera que el contenido publicado sea fiable.
La prensa salmón es fundamental para que el pueblo pueda acceder a la información que repercutirá en sus finanzas. Los periodistas salmones han divulgado la información macroeconómica (actividades económicas de los Gobiernos) utilizando un lenguaje económico que, si bien es rebuscado, ha cumplido con su deber de educar.
En momentos en que los medios están repletos de palabras como rescate, bursátil, exenciones, tasas reducidas y tributos, es indispensable readiestrarnos. Mi amiga salmón me enseño que los factores más importantes en el periodismo económico son publicar cuando la información haya sido corroborada; lograr que los receptores interpreten los asuntos económicos planteados; utilizar un lenguaje sencillo; no alarmar con titulares que propicien el miedo y la confusión; consultar fuentes de información prestigiosas que expliquen con profundidad los asuntos; no ocultar información que repercuta directamente en el bolsillo del consumidor; escribir para que el texto se convierta en referencia; no confiar y mantener la malicia periodística porque cuando se trata de números todos quieren tirar para su lado; y recordar que la información económica se escribe con sensibilidad y respeto, porque se trata de las finanzas de la gente.
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