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Opinión: ¿Por qué? ¿Cómo es posible?

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Esta son dos de las preguntas que más nos hemos hecho los puertorriqueños en las pasadas 48 horas. El horroroso caso de la matanza de una familia en Guaynabo nos ha dejado a todos perplejos y todavía hoy, es imposible organizar con propiedad nuestros pensamientos para hablar del tema. No sé si a ustedes les pasa igual pero, al pensar en este suceso, un mar de datos sobre la secuencia de hechos que ha publicado la Policía me dan vueltas en la cabeza, y la mirada termina siendo borrosa. Es inevitable que no salga el deseo de venganza que cualquier ser humano pudiera sentir ante una matanza como esta.

Analizar ese suceso desde la racionalidad, no es posible. De hecho, ningún asesinato se puede justificar. Pero, lamentablemente, lo hacemos a diario con expresiones tales como “se lo buscó”, “se están matando entre ellos” o “eso es por drogas, sabía que así terminaría”.

En este caso, ninguna de esas expresiones que con frialdad nos sale de nuestras bocas para explicar los cuatro asesinatos que promediamos a diario, mirar para el lado y seguir andando, las podemos aplicar. Fue una matanza múltiple, con niños. La razón fue una deuda por un alquiler de una casa, no por un punto de drogas. La familia es una trabajadora, de clase media, residente de una urbanización de acceso controlado, no fue en un caserío. Esos elementos elevan, tristemente, nuestra confusión y coraje.

A los individuos que cometieron este salvajismo que les caiga el Código Penal completo. Hay quienes quisieran ver al FBI metido en esto, porque tendrían el caso perfecto para reinstalar en nuestra isla la pena de muerte, pero recuerden que esta sentencia ha sido rechazada reiteradamente por varios jurados puertorriqueños en el Tribunal Federal. Así que, estando todos claros, en cúal debe ser la consecuencia para los acusados, intentemos ver el problema de la criminalidad desde el punto de vista más amplio.

Aunque ante nuestros ojos parece ser una broma de mal gusto, el Gobierno reclama que el crimen está bajando y que el nivel de esclarecimientos de los delitios sube como la espuma. Asumamos que eso es cierto, aunque nos cueste creer, por su historial, una sola de las estadísticas que ofrece la Policía. Felicitemos al batallón de policías y fiscales por el esclarecimiento “en tiempo record” de la matanza del martes, aunque todos sepamos que ello se logró porque uno de los niños –cuya tragedia apenas comienza– sobrevivió para contarlo todo. Demos todo eso como cierto. Lo que no podemos seguir haciendo es medir el éxito colectivo a base de estos factores.

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Este crimen no se pudo haber evitado poco antes de las nueve de la noche del martes. Sin conocer aún, por lo reciente de los hechos, el perfil de Christopher Sánchez Ascencio, me atrevo a decir que esta matanza se pudo haber evitado hace 20 años, cuando ese niño que entonces crecía, al que hoy queremos ver en la hoguera, tenía que aprender sobre el valor de la vida, la solidaridad con los demás y sobre la tolerancia para enfrentar los problemas. De la misma forma, muchos otros crímenes que ocurren a diario, y que no los miramos porque ya son parte de la cotidianidad, pudieron haber sido evitados.

En cambio, preferimos analizar nuestro éxito de país a base de las estadísticas policiacas, escogemos como el tema principal de debate en el Departamento de Educación, el bono de Navidad de los maestros y nuestros políticos botan horas peleando sobre el impuesto de turno para salvar a una corporación pública insalvable.

Mientras, otro Christian Ascencio, está ahora mismo en su entorno disfuncional, expuesto a las drogas y a la pobreza, planificando “su futuro”. El Instituto de Desarrollo de la Juventud de Puerto Rico acaba de revelar que el 57% de los niños, niñas y jóvenes viven en nuestro país bajo los niveles de pobreza. Ahí de seguro tendremos muchas historias de éxito, pero también tendremos nuestras historias de fracaso, y no hay nadie haciendo algo contundente para evitarlo.

El lunes, en Noticentro, hablábamos del caso de una escuela de Bayamón que ha sido escalada en múltiples ocasiones. Cada vez que ocurre, la arreglan, pero Efrén Arroyo preguntaba, por qué tanto resentimento del barrio con la escuela. Y es que nadie, o poca gente, va a la raíz.

No necesitamos un batallón de policías en las calles, sino, un ejército de trabajadores sociales, y un mejor, pero por mucho, sistema educativo.

Necesitamos tratar con racionalidad el tema de las drogas y atacar de frente el problema de las armas, reclamando responsabilidad a quienes controlan nuestras costas, por donde entran.

Evitemos, de una vez y por todas, preguntarnos, la semana que viene o dentro de 20 años,  ¿Por qué?

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