WASHINGTON – Aunque Donald Trump se considera un jefe leal, su círculo interno se ha ido reduciendo, un indicio de que el presidente está dispuesto a desprenderse de algunos de sus asesores más devotos.
El asesor de seguridad nacional Michael Flynn se sumó esta semana a la lista de los hombres leales a Trump que se han quedado por el camino. Antes fue el turno del gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie; el exalcalde de Nueva York Rudy Giuliani y los directores de campaña Corey Lewandowski y Paul Manafort. Flynn, Christie y Giuliani formaron en el pasado un trío de agitadores que solía acompañar a Trump en sus viajes y todos ofrecieron provocadores discursos en la Convención Nacional Republicana el verano pasado. Pero en los siete meses desde que tuvieron sus momentos de protagonismo en Cleveland, todos se han visto relegados. La maniobra ha planteado la posibilidad de que los conservadores insurgentes que ayudaron a impulsar la campaña de Trump puedan estar perdiendo influencia ante miembros más ortodoxos del partido republicano. Y si bien Trump ha mostrado una tendencia a quedarse temporalmente con los seguidores acérrimos que se ven en problemas —como Lewandowski, que fue detenido por agredir a una reportera— al final ha decretado su marcha aunque culpe a otras personas de las destituciones. Trump atribuyó el miércoles la renuncia de Flynn a las filtraciones de agencias de inteligencia y a una cobertura parcial de los “medios falsos”. El asesor de seguridad nacional había dado información engañosa al vicepresidente, Mike Pence, sobre sus conversaciones con un funcionario ruso. “Michael Flynn, el general Flynn, es un hombre maravilloso”, dijo Trump durante una comparecencia con el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu. “Creo que los medios lo han tratado de forma muy, muy injusta”. Pese a sus elogios por Flynn, Trump dijo más tarde que él mismo había despedido al asesor. Y apenas unas horas después de su vehemente defensa de Flynn, el gobierno se vio obligado a aceptar la retirada de su candidato a secretario de Empleo, el directivo del sector de la comida rápida Andy Puzder, ante la perspectiva de que no lograra obtener la confirmación en el Senado. Las salidas también amenazaron con cambiar el ambiente del círculo interno de Trump, que en ocasiones ha registrado tensiones entre populistas ajenos a Washington y republicanos de la corriente tradicional. Algunas personas cercanas a Trump creen que las filtraciones que han golpeado a la Casa Blanca en los últimos días derivan de la decisión del presidente de dar la espalda a algunos de sus colaboradores leales. “Creo que en el nuevo gobierno debe contratarse a gente capaz con experiencia que sean seguidores y que sean leales a Donald Trump desde el principio”, dijo el jueves al programa de NBC “Today” Roger Stone, antiguo asesor de Trump desde hace tiempo. “Las filtraciones que salen de la Casa Blanca son una demostración del hecho de que hay algunas personas que no son leales al presidente”. No es raro que un presidente pierda aliados clave al hacer la transición de hacer campaña a gobernar, aunque la situación actual podría estar por encima de lo habitual, señaló Ari Fleischer, que fue secretario de prensa para el expresidente George W. Bush. “Los presidentes pierden asesores, los presidentes pierden candidatos al gobierno”, comentó Fleischer. “La clave es confiar en tu personal y confiar en tus instituciones para superarlo”. Pero a diferencia de otros presidentes, el hecho de despedir a alguien es desde hace tiempo una pieza clave de la imagen pública de Trump. El empresario saltó a la fama en todo el país con el reality show “The Apprentice”, que lo mostraba como un directivo decidido dispuesto a destituir a empleados que no cumplieran las expectativas. Durante la promoción de ese programa dijo que en realidad “no le gustaba” despedir gente. Y durante la campaña se refirió a menudo a sus reparos para despedir a su director de campaña Lewandowski. La primavera pasada dijo en un encuentro comunitario que era una “persona leal” y que “para mí sería muy fácil acabar con este hombre, arruinar su vida, arruinar su familia”. Aunque mantuvo a Lewandowski durante las primarias republicanas, el famoso empresario —o más bien, los hijos adultos de Trump y su yerno, Jared Kushner— terminaron por despedir al director de campaña cuando el candidato bajó en los sondeos en los primeros compases de las elecciones generales. Trump, que fomenta desde hace tiempo una cultura de rivalidad entre sus colaboradores entre bambalinas, también despidió a su segundo director de campaña. Paul Manafort abandonó el equipo después de que la prensa empezara a cuestionar sus contactos con autoridades rusas. Christie, que proporcionó un primer apoyo crucial, perdió su trabajo como responsable de la transición y fue ignorado en el reparto de cargos en el gobierno. Giuliani, que fue el más fiero perro de presa de Trump en las últimas semanas de campaña, se postuló abiertamente al puesto de secretario de Estado, una jugada pública que molestó a Trump. El magnate se había vuelto cada vez más receloso del antiguo trabajo del exalcalde como asesor de gobiernos extranjero y temía que Giuliani no tuviera la dignidad de un estatista internacional. Y si bien Flynn se había convertido en el principal asesor de Trump en cuestiones de seguridad nacional y política exterior y transmitía información diaria de inteligencia, las revelaciones sobre sus conversaciones con un diplomático ruso llevaron a una “erosión gradual de confianza” con el presidente, según el secretario de prensa Scott Spicer. Pero en el mundo de Trump, un despido no siempre es una marcha definitiva. Todavía habla habitualmente con Lewandowski y Stone, del que se separó al inicio de la campaña. Giulliani fue nombrado director de una división de ciberseguridad que se reunió el mes pasado en la Casa Blanca, en un aparente premio de consolación. Y Christie fue invitado a comer esta semana a la Casa Blanca para hablar sobre la lucha contras la epidemia de adicciones a los opiáceos. Y las salidas, que parecían tan improbables hace siete meses en Cleveland, podrían haber sido auguradas por el propio Trump. “Dependo de unas pocas personas clave para que me mantengan informado”, escribió en su libro de 2004 “How to Get Rich” (“Cómo hacerse rico”) para describir su estilo de dirección. “Saben que confío en ellos y lo hacen lo mejor que pueden para mantener esa confianza intacta”.