WASHINGTON – En apenas un mes en la Casa Blanca, el gobierno del presidente Donald Trump está asediado por una gran cantidad de situaciones críticas.
Divisiones, disfunciones y bajas de figuras clave han dejado al joven gobierno casi paralizado y a los aliados preguntándose cómo resurgirá. Trump ha bajado el ritmo tras las osadas acciones que marcaron sus primeros días en el cargo, un reconocimiento tácito de que el mandatario y su equipo no habían preparado a fondo una agenda. Casi una semana después de que el veto del gobierno a la entrada de refugiados e inmigrantes de siete naciones de mayoría musulmana fue bloqueado por una corte federal, la Casa Blanca tiene aún problemas para reagruparse y definir su siguiente movimiento. Han transcurrido seis días desde que Trump — que prometió un volumen de acciones inmediatas sin precedentes — anunció su última directriz de política o plan legislativo de gran calado. Su equipo está hendido por la división y plagado de distracciones. Esta semana, la controversia ha forzado la salida de su principal asesor de seguridad nacional y la renuncia de su nominado a secretario de Trabajo. “Otro día en el paraíso”, dijo sarcásticamente Trump el miércoles después de que su reunión con empresas minoristas fue interrumpida por preguntas de reporteros sobre los vínculos entre su personal de campaña y funcionarios rusos. Colegas republicanos han comenzado a manifestar sus frustraciones y su nerviosismo porque la Casa Blanca de Trump descarrile sus esperanzas de acciones legislativas. El senador John Thune exigió el miércoles que la Casa Blanca “deje atrás la etapa de lanzamiento”. “Hay cosas aquí que queremos que se realicen, y queremos tener un enfoque claro de nuestra agenda; y esta constante interferencia y ruido con estas cuestiones que siguen surgiendo es una distracción”, se quejó Thune. El senador por Arizona John McCain explotó contra el enfoque de la Casa Blanca respecto a la seguridad nacional, que calificó de “disfuncional” y preguntó “¿quién está a cargo? No conozco a nadie fuera de la Casa Blanca que lo sepa”. Tal nivel de crítica entre los aliados es inusual durante este periodo, considerado la luna de miel de un presidente nuevo. Pero Trump, un personaje ajeno a la política que hizo casi tanta campaña en contra como a favor de su partido, tiene sólo una pequeña reserva de buena fe para protegerse. Su gobierno hizo accidentados intentos de colaborar con legisladores y con sus propias agencias. Los funcionarios han comenzado a tratar de cambiar algunas tácticas y algunos escenarios con la esperanza de estabilizar el barco. La Casa Blanca anunció el miércoles que Trump realizará el sábado un mitin al estilo de los de la campaña en Florida, el primero de su presidencia. El presidente ha mencionado frecuentemente lo mucho que adora el calor de las multitudes y el respaldo de sus partidarios. Pasar de una crisis a la siguiente no es algo sin precedentes, particularmente para una Casa Blanca que aún está buscando sus cimientos. Pero las interferencias que se han arremolinado en torno a Trump alcanzaron fuerza de huracán muy rápido y no han disminuido. El miércoles, su aspirante al cargo de secretario del Trabajo, el ejecutivo del sector de la comida rápida Andrew Puzder, retiró su nominación. El gobierno sufre aún las secuelas de la forzada renuncia del asesor de seguridad nacional Michael Flynn, quien tuvo que dejar el puesto después de descubrirse que engañó al vicepresidente sobre sus contactos con el embajador ruso. La salida de Flynn marcó el regreso a los titulares de un asunto que Trump probablemente no podrá hacer desaparecer con rapidez. La relación del presidente con Moscú continuará siendo escudriñada e investigada, en ocasiones al parecer alimentada por filtraciones dentro de su propio gobierno. Trump criticó el miércoles lo que calificó de información “ilegal filtrada”. Las filtraciones y los problemas legales han hecho descarrilar las primeras iniciativas del presidente. Después de que la Corte de Apelaciones del Noveno Circuito rechazó su decreto presidencial sobre migración la semana pasada, Trump tuiteó “¡LOS VEMOS EN LOS TRIBUNALES!” y su gobierno se comprometió a volver a apelar el bloqueo y a o bien revisar su orden ejecutiva original o a redactar una totalmente nueva. Pero pronto se generó confusión. Tras indicar en un primer momento que no llevarían la orden de bloqueo temporal a la Corte Suprema, se oyó discutir a los funcionarios del ejecutivo, a puerta cerrada, sobre los relatos aparecidos en reportes noticiosos. Cuando la situación se calmó, se imprimió y entregó a los periodistas un nuevo comunicado para “aclarar” que todas las opciones estaban sobre la mesa. Pero a pesar de la promesa del presidente de que tendría un plan para el martes, no se presentó ninguno. El colapso del veto migratorio, que alimentó rivalidades latentes entre el personal gubernamental, estuvo seguido de un periodo de inacción en una Casa Blanca que de pronto pasó a la defensiva. Trump sí firmó una ley el martes que anulaba regulación financiera previa, pero su equipo no ha emitido ningún decreto presidencial en días. Los representantes republicanos han estado presionando a la Casa Blanca para que se sume a la reforma tributaria del presidente de la cámara baja, Paul Ryan, que incluye un plan de ajuste de fronteras sobre el que Trump se ha mostrado escéptico. Asesores del partido creen que están haciendo progresos, pero la iniciativa se ha visto empañada por la marea de polémicas. Se han difundido otras posibles órdenes ejecutivas, desde un grupo de trabajo para las acusaciones de supuesto fraude electoral a medidas para fortalecer la ciberseguridad, pero todavía no se han firmado. Asuntos legislativos clave como un plan masivo para reconstruir carreteras y puentes y la reforma de la ley tributaria siguen en desarrollo. “Él es un hombre orquesta a todos los efectos prácticos, es como dirigía su negocio”, dijo Bill Daley, ex secretario general de la Casa Blanca con el expresidente Barack Obama. “Cuando intentas eso y todo gira a su alrededor y él es el principio, el centro y el final de todo, es un modelo difícil. Su campaña fue igual”. El nuevo gobierno de Trump también ha estado plagado de controversias éticas que consumen tiempo y energía de los miembros de los equipos legal y de comunicación. En un incidente que provocó críticas de los dos principales partidos y llamados a una investigación ética, la asesora de la Casa Blanca Kellyanne Conway dijo en televisión que la gente debería “comprar cosas de Ivanka”. El presidente había criticado antes a Nordstrom por cancelar la línea de ropa de su hija. Los republicanos del Congreso también exigieron saber más sobre las medidas de seguridad en Mar-a-Lago, la residencia de fin de semana de Trump, donde socios del resort lo fotografiaron durante una reunión de estrategia de seguridad nacional tras el lanzamiento de un misil en Corea del Norte. “Cuando se está en la Casa Blanca, todos los días hay una crisis. La crisis es la rutina”, apuntó Ari Fleischer, que fue el primer secretario de prensa del expresidente George W. Bush. “Pero cuando vienen una detrás de otra, especialmente al inicio de una administración, se empieza a crear la sensación de que no saben cómo dirigir el lugar”.