SAN JUAN — Encerrado fuera de su casa y sin un sitio al que ir, Wilfredo Ortiz Marrero soportó el paso del huracán María por Puerto Rico en el interior de un Jeep que terminó flotando cuando el estacionamiento se inundó. Después, pasó varios días sin comida ni agua suficiente.
La luz regresó a la residencia para ancianos con bajos ingresos en la que vive en Trujillo Alto, un suburbio de la capital puertorriqueña, San Juan, y la comida comenzó a llegar, pero él sigue alargando todo lo que puede cada noche la compañía de los otros residentes en la entrada del edificio. Solo en su habitación, a veces empieza a temblar.
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“Uno se deprime mucho”, dijo el miércoles.
El huracán que arrasó Puerto Rico hace dos semanas y la escasez de los días posteriores están afectando a la estabilidad de los isleños. El gobierno del territorio estadounidense incluyó dos suicidios en el balance oficial de 34 víctimas mortales, y con muchas comunidades esperando todavía recuperar la electricidad y el agua potable, preocupa que otros residentes puedan llegar al límite.
Estudiantes y el personal de la Ponce Health Sciences University visitaban albergues y las comunidades más afectadas por el meteoro para ofrecer ayuda psicológica, entre otros servicios, señaló Alex Ruiz, asesor especial del presidente de la entidad.
“A la gente le quitaron todo su mundo”, dijo. “Necesitarán ayuda psicológica adecuada para superar esto”.
En una conferencia de prensa el miércoles, el gobernador de la isla, Ricardo Rosselló, dijo que la cifra de muertos pasó de 16 a 34 personas. De los decesos, 20 fueron consecuencia directa de la tormenta, incluyendo ahogamientos y fallecidos en deslaves.
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El recuento incluye también a personas enfermas y ancianos que murieron tras el paso del huracán, incluyendo algunos por la falta de oxígeno provocada por los cortes de electricidad. Además se incluyeron dos suicidios, explicó el mandatario, que no ofreció más detalles al respecto.
Una anciana se quitó la vida el domingo en un asilo en Río Piedras, otro suburbio de San Juan. Aunque la directora de la institución, María Betancourt, dijo que no creía que la mujer estuviese angustiada por la tormenta, en la residencia hacía un calor sofocante el miércoles luego de casi un mes sin electricidad, desde que el huracán Irma barrió la isla el 7 de septiembre, aunque un generador mantenía las luces encendidas. En el exterior, pilas de basura y ramas de árboles caídas se amontonaban a un lado de la carretera.
Ortiz y otros residentes con pocos recursos del centro de Trujillo Alto señalaron que la dirección les ordenó marcharse antes de la llegada de María asegurando que el edificio no estaba equipado para afrontar la tormenta. Algunos fueron recogidos por su familia, pero Ortiz no tiene parientes que se ocupen de él y no tuvo más opción que quedarse en su Jeep hasta que pasó el meteoro y retiraron la cadena de la puerta del inmueble.
Otro de los residentes, Félix Manuel López, un veterano del ejército de Estados Unidos de 73 años, dijo que visitó al asesor de Asuntos de los Veteranos para buscar ayuda con la ansiedad que sufrió tras regresar del albergue a su oscuro departamento.
El gobernador Roselló anunció el miércoles que el 8,6% de la isla recuperó el suministro eléctrico y que el gobierno espera alcanzar el 25% en un mes. Los hospitales tienen electricidad de nuevo y las autoridades están determinando qué escuelas pueden retomar las clases.
Olga Rodriguez, decana de escuela de Medicina de la Ponce Health Science University, dijo que los problemas de salud mental se han incrementado tras el paso del huracán y que deben abordarse con rapidez.
“Esto es muy importante, así como minimizar el impacto y los efectos emocionales”, dijo. “Esto no es fácil. Estamos llegando a algunas personas, pero la isla necesita más profesionales en salud mental. Si no actuamos, la situación puede volverse problemática”.