En las primeras escenas del documental de HBO “Tina”, Tina Turner domina el escenario mientras interpreta “Ask Me How I Feel” en un estadio lleno de fans, pisoteando con sus tacones, su cabello volando con el viento.
Pocos podrían igualarla. Sublime y cruda al mismo tiempo, era una de las cantantes más supremas del siglo XX, un modelo de inspiración para Mick Jagger e innumerables artistas más. Y, al menos en escenas como ese concierto de 1980, su poder era un testimonio de supervivencia.
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Como una nueva cantante solista librada de más de una década de abuso, estaba recuperando su vida, su historia, su voz. Su verdadero debut, dice, no fue cuando era una adolescente con Ike Turner, sino a los 50 años como una mujer que finalmente era dueña de sí misma.
Con justa razón la historia presenta el brillo de una leyenda. La peculiar vida de Turner ya ha sido narrada en una popular autobiografía (“I, Tina”, o “Yo, Tina: la historia de mi vida”, de 1986), una película biográfica de Hollywood (“What’s Love Got to Do With It”, o “Tina, la verdadera historia de Tina Turner”, de 1993), y un musical de Broadway (“Tina: The Tina Turner Musical”).
¿Para qué más? Bueno, en parte porque los documentales sobre música han proliferado en la era del streaming. Todos, de Billie Eilish a Linda Ronstadt, se han sumado recientemente.
Pero hay una mejor razón para ver “Tina”, el nuevo documental de Dan Lindsay y T. J. Martin que se estrena el domingo en HBO y HBO Max. La película, como podría esperarse, nos confronta con los tremendos trastornos en la vida de Turner. Pero al final de cuentas se trata de Turner contando su historia, por qué le cuesta tener que contarla, por qué necesita contarla, y por qué quiere cerrar ese ciclo.
Turner podría ser la protagonista de un drama con grandes vaivenes entre la opresión y la liberación, pero no es un papel por el que tenga una afinidad natural.
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“Realmente no quiero interpretar ese papel”, dice en una vieja entrevista incluida en “Tina” en referencia a la película de 1993. “Mi vida fue tan impropia de mí”.
Eso le da a “Tina” una tensión inusual. De alguna manera, Turner rechaza su propia biografía. No los hechos, sino el énfasis en ciertos capítulos. La cantante de 81 años, quien dio su aval para el documental, aparece en entrevistas recientes desde Suiza en las que parece contenta de ponerle cierre a gran parte de todo eso. Esta podría ser su última palabra sobre la historia de su vida.
Con material y entrevistas de archivo, “Tina” comienza sumergiéndose en sus años en The Ike & Tina Turner Revue. El contraste entre su presencia en el escenario y su vida privada es drástico. Ante multitudes y cámaras son un dúo sensacional y exuberante de rock y R&B; a puerta cerrada él es un monstruo abusivo y controlador. Turner, quien entonces se llamaba Annie Mae Bullock, tenía 17 años cuando conoció a Ike, un pionero del rock ‘n’ roll.
En sus apariciones en televisión, él parece un acompañante discreto que la apoya. Pocos fuera de Turner sabían que al bajar del escenario era un tirano explosivo. Es especialmente revelador que junto a Ike, Phil Spector parece un colaborador más sensible cuando graban con él “River Deep — Mountain High” en 1966. (Es una de las desafortunadamente pocas pero gratificantes escenas en las que los cineastas se detienen en una sesión de grabación).
Cuando Turner finalmente lo dejó en 1976, no tuvo problema con que Ike se quedara con todo menos el nombre artístico que le había dado hacía años. La historia de su regreso comienza, pero viene con las luchas de Turner para ser franca acerca del abuso sin que este la defina. Es fácil entender su deseo de contar la verdad. Al aparecer en “Hollywood Squares”, el presentador Peter Marshall la saluda y le pregunta: “Tina, ¿dónde está Ike?”.
Turner se abrió por primera vez en un artículo de la revista People de 1981 en el que decía que el trato que le dio Ike era una “tortura” y que estaba “viviendo una vida de muerte”. Pocos años después, al ser inundada por preguntas de la prensa, escribió su libro con Kurt Loder de MTV con la esperanza de seguir adelante. (Loder es una fuente especialmente buena en la película; una grabación de audio de sus pláticas con Turner en la que ésta habla emotivamente de su madre es quizá el único momento verdaderamente íntimo y espontáneo en la película).
En cierto modo, el libro no logró su cometido; sólo hizo que Turner fuera más ligada a su pasado. Pero para cuando lanzó su álbum de regreso, el enormemente popular “Private Dancer” de 1984 con el éxito “What’s Love Got to Do With It”, las desafiantes e impresionantes presentaciones de Turner hablaban por sí mismas. Aquí, los cineastas incluyeron inteligentemente grabaciones completas de las actuaciones. Este es el corazón del legado de Turner. Esta es la verdadera Tina.
Pero al maravillarse con Turner interpretando “I Can’t Stand the Rain” de Ann Peebles, uno también se da cuenta — pese a los mejores esfuerzos de los cineastas — de lo misteriosa que es. Definitivamente Turner, quien lleva mucho tiempo casada con un ejecutivo musical alemán y viviendo en Europa, no quiere seguir dando explicaciones. Probablemente basta con ver toda su ambición, dolor y perseverancia ahí, en el escenario.
“Tina”, un estreno de HBO, no cuenta con una clasificación de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos (MPAA, según sus siglas en inglés). Contiene algunas descripciones de abuso. Duración: 118 minutos. Tres estrellas de cuatro.