Por: Lucía Hernández
Metro World News
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Drew Barrymore debuta en televisión con una serie para Netflix en donde interpreta a Sheila, agente de bienes de raíces que de la noche a la mañana se convierte en zombie. ¿Cómo afectará esto a la vida de una familia suburbana en California? Sobre esto y el proceso que vivió Barrymore en esta nueva experiencia es que se centró la charla con Metro.
Santa Clarita Diet es divertida y al mismo tiempo asquerosa. ¿Cuál fue la intención de todo esto?
—Creo que la serie tiene un cierto optimismo; si superas la sangre o el vómito, descubres en la trama una dulzura, un optimismo y una cierta función de la familia, que es la base de la trama y que fue lo que me atrajo del proyecto. Me dio ese factor emocional, y luego la sangre, el “gore”, es parte de lo divertido para mí, más que solo que sea algo oscuro y asqueroso. Eso es divertido; miedo, miedo es ver que un vecino te está espiando por la ventana. Eso sí me asusta. Tengo una amiga que me dijo que no sabía si podía soportar tanto “gore” y me sentí como Sheila. Le dije: “Supéralo, cobarde”.
¿Qué ha sido lo más asqueroso que te ha tocado comer?
—Tuve un trabajo muy cercano con el equipo de efectos especiales. Siempre me daban cosas diferentes. Cada día en el set me preguntaba: “¿Qué me darán de comer hoy? Hubo de todo, desde pastel líquido, manzanas deshidratadas o una liga comestible que sabía a dulce. Un día hubo una sopa de una gran corporación de la que no diré el nombre.
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¿Y eran light? Porque justo contabas que durante la filmación de la serie estabas tratando de perder peso.
—Ah. Bueno, ese es mi trabajo. Definitivamente las cosas que me daban en el set tenían más calorías que las que estaba comiendo en mi dieta completa, pero tenía que hacerlo. Y realmente me aventé. Me encantaba. El hecho de que tuviera que tomar duchas antes de subirme al auto cada noche al final de la jornada me mataba de la risa.
¿Desde la primera lectura del guion tuviste una idea de qué se iba a tratar o cómo fue que te enteraste de que ibas a comer humanos?
—Cuando recibí el guion, estaba en un momento en el que no quería trabajar. O sea no era que tuviera montones de guiones encima y yo los rechazara, sino que estaba más concentrada creando y produciendo. Pero mi agente y mi socio pasaron meses casi pegándome con este guion, pidiéndome que lo leyera. No estaba en mi plan trabajar. Yo quería quedarme en casa con mis hijas. Pero, cuando lo leí, me convencieron de que era algo diferente y fresco. Me sacó de un momento de vida muy triste que estaba pasando: mi divorcio.
Leer el guion me dio diversión, gozo y me hizo reír. Era conmovedor al mismo tiempo. Y acepté de inmediato participar en Santa Clarita. Y ahora debo reconocer que fui muy afortunada. Sheila hizo mi vida mucho mejor. Me despertó. Ella es la onda. Me gusta.
¿Entonces fuiste la última en llegar al show?
—Sí, fui la última, pero realmente tenía ganas de trabajar con estos tipos. Tuve suerte de ser invitada a esta fiesta.
¿Y cómo defines el tono del show?
—El show no es una parodia, pero tampoco es una sátira. No se burla del género de ninguna manera. Creo que siempre la idea de un zombie en la familia se lleva de la manera más realista y auténtica posible. Justo por eso yo no me puedo relacionar con cualquier otro género. No puedo hacer películas o series de viajes en el tiempo o extraterrestres porque no me puedo relacionar con eso. Realmente busco siempre la humanidad en los personajes que interpreto. Ahora claro, sí hay zombies, pero más bien la trama es sobre la relación entre el matrimonio y la familia donde hay una nueva condición entre ellos.
¿Cómo fue para ti hacer televisión?
—Algo que me gusta de producir es que tienes la posibilidad de involucrarte en todas las partes del proceso. Pero algo que es muy diferente en esta ocasión es que Víctor (Fresco, el creador de la serie) tiene todo controlado. No hay drama, no hay problemas, no se te va la vida intentando solucionar líos. Y algo que me ponía nerviosa es que, cuando haces una película, tienes un guion y ya. Sabes perfectamente que vas a estar filmando todos esos meses. En cambio, ahora cada semana tenía un guion diferente y por momentos me preocupaba qué pasaría si alguno no me gustara. Pero hay tan buenos escritores en esto que recibir un guion cada semana era como un regalo. Me emocionaba saber qué vendría para mí. Y, contrario al cine, donde inviertes dos años de tu vida por dos horas, ahora son meses por horas y horas de televisión. Me gustó mucho este formato y el proceso. Fue como mi sueño hecho realidad.