Roniel Iglesias parecía estar peleando a un nivel más alto que sus rivales.
Hasta el desigual combate por el oro en el que derrotó a la estrella británica Pat McCormack, Iglesias había avanzado por el torneo olímpico con una brillantez a la que todos los demás en su división solo pueden aspirar.
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Y una actuación olímpica estelar de un boxeador clásico cubano terminó el martes como suele ser habitual: con una medalla de oro al cuello del púgil del país que prácticamente ha perfeccionado el boxeo amateur.
Iglesias logró en Tokio su segundo oro, que es su tercera presea olímpica luego del bronce de Beijing 2008 y del primer puesto en Londres 2012, ambos en el peso wélter ligero. En Río cayó en cuartos de final del peso wélter y justo después sufrió importantes lesiones, pero su enfoque nunca flaqueó.
“Es mi tercera medalla y cada una tiene su importancia”, afirmó Iglesias. “Este oro es para ratificar que soy un atleta de alto rendimiento, y me pone muy feliz conseguirla en esta división, porque es una de las más competitivas en el boxeo”.
A once días de su 33 cumpleaños, este boxeador con una técnica y una tenacidad extraordinarias se convirtió en el séptimo en la historia olímpica que triunfa en dos categorías.
Iglesias se unió además a Félix Savón, Teófilo Stevenson y Lázaro Álvarez — quien ganó su tercer bronce una horas antes — como los únicos púgiles con tres medallas en el laureado historial cubano.
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Tras pasar la mitad de su vida como uno de los mejores boxeadores del difícil sistema cubano, y luego de soportar las importantes dudas de los aficionados de su país tras quedarse sin medalla hace cinco años, Iglesias estaba de humor para presentar la suya como una de las mejores carreras de su país.
“Quienes pensaron que yo no podía llegar aquí ahora tendrán que cambiar ese parecer (…) Yo siempre tuve presente qué podía dar y lo demostré ahora”, agregó.
Hay algo que sí ha cambiado en el equipo cubano en los dos últimos Juegos: ahora sus boxeadores hablan largo y tendido con la prensa extranjera.
El temor a la deserción o a la corrupción llevó al equipo cubano a mantener un estricto control sobre sus boxeadores olímpicos durante décadas, pero el actual cuerpo técnico está más interesado en asegurarse de que el mundo conozca los talentos de sus púgiles.
El refinado estilo de Iglesias evoca recuerdos de la rica historia de su país y él disfruta claramente de su puesto en esos anales. No parece un candidato a trasladarse a Estados Unidos para iniciar una carrera profesional. Confirmó que tiene intención de seguir peleando para Cuba, con el objetivo de sumar un tercer oro en París dentro de tres años.
“Como me vi en esta competencia, creo que llego a París sin ningún problema. No obstante, ahora paso a paso”, aseguró Iglesias. “Quiero participar en el próximo campeonato mundial y ver qué pasa ahí”.