En días recientes hemos visto como la campaña del candidato del PPD a la Gobernación Carlos “Charlie” Delgado Altieri se ha centrado en un esfuerzo a toda prisa mediante el cual se intenta resaltar sus virtudes como supuesto buen administrador. Intentan utilizar su trayectoria de 20 años como Alcalde del pueblo de Isabela como carta de presentación que lo cualifica para convertirse en el Gobernador de Puerto Rico. Dicho esfuerzo no solo obvia los numerosos desaciertos de Delgado Altieri como administrador, tal cual han sido señalados por el Contralor de Puerto Rico, sino que pretende que adoptemos una visión miope de lo que se requiere para gobernar una Isla de sobre 3 millones de habitantes.
Entre los señalamientos hechos por la Oficina del Contralor en cuanto a la gestión administrativa de Charlie Delgado se encuentran los típicos que han llevado al Gobierno de Puerto y a muchos de sus Municipios a la situación financiera en que se encuentran hoy día. Entre estos, resaltan los siguientes:
PUBLICIDAD
- Construcción de obras y mejoras permanentes sin obtener previamente los permisos requeridos;
- Empleados clasificados como transitorios por períodos que excedían los términos establecidos por ley;
- Puestos ocupados ilegalmente por funcionarios que no cumplían con la preparación académica y experiencia requeridas para el cargo;
- Subastas no adjudicadas al mejor postor;
- Gastos extravagantes e innecesarios;
- Contratación de servicios profesionales y consultivos pagados con fondos federales sin obtener cotizaciones;
- Diferenciales de sueldo injustificados otorgados a funcionarios; y
- Sobregiros en cuentas bancarias; entre otros.
Pero el problema con Delagado Altieri no se circunscribe a sus fallas como administrador sino que él mismo obvia el hecho de que entre gobernar y administrar existe un abismo.
Las diferencias son inmensas. Administrar, es una cuestión de técnica. Gobernar es cuestión de dirigir los destinos de todo un pueblo de forma tal que se viabilice el cúmulo de sus aspiraciones. Para gobernar se requiere no solo don de mando, sino principalmente visión integral de los asuntos públicos. Para administrar es suficiente la destreza limitada en lo que se maneja. La administración se reduce a una cuestión parcial y fragmentada.
El gobernante va más allá; establece prioridades, señala metas, ilumina y con su liderato logra que lo que se propone se logre. Guía, recomienda soluciones generales y se hace seguir. El administrador detalla riesgos, localiza peligros, vacila y duda. El gobernante visionariamente supera con acierto las encrucijadas. Ahí radica la diferencia entre las alternativas que tiene el elector el 3 de noviembre – en Delgado Altieri tendrá un administrador que ha fallado, en Pedro Pierluisi un funcionario con un record intachable, la visión y la experiencia para lograr que el Puerto Rico que todos merecemos.