La corrupción se está convirtiendo en un cáncer que afecta la economía, hiere la credibilidad de las empresas y de los emprendedores, desalienta la atracción de inversión y talento y debilita todo intento de proyectar a Puerto Rico como destino para hacer negocios. Hay que tomar conciencia de la importancia de crear una verdadera cultura de cero tolerancia a la corrupción y, para ello, hay que poner en relieve la complejidad de la corrupción y sus raíces sociales.
¿Hay algo más grave para un país que un gobernador y máximo responsable del control del fraude fiscal del que, quizás, se demuestre que fue uno de los mayores defraudadores del país? ¿O que un ente gubernamental administre fraudulentamente millones en ayudas? ¿O que el tesorero de un partido tenga millones escondidos sin justificar y esté pendiente de juicio a nivel federal?
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Soy muy consciente de que la corrupción en nuestra isla es un fenómeno muy complejo. Es mucho más que un problema político. Tiene raíces sociales relevantes que se han ido fraguando durante décadas en que se emitieron los más de $70 Billones en deuda pública, se despilfarró el presupuesto año tras año y se fraguó el propio respaldo electoral a políticos permisivos y tolerantes. La lucha contra la corrupción requiere educación, mucha educación y la creación de una cultura ciudadana de cero tolerancia a todo lo que propenda a la corrupción.
Casi todo el mundo está dispuesto a hacer ruido a nivel mediático sobre la corrupción. Pocos están dispuestos a luchar realmente contra ella de forma efectiva. En aras de colaborar con la implementación de medidas anticorrupción que logren atajar este mal que tanto daño hace a nuestra isla, me propongo dedicar un par de columnas al tema para elaborarlas al nivel de detalle que este espacio permite. Luchar contra la corrupción es, sin duda, una absoluta prioridad económica y social.
La gravedad del problema exige medidas concretas. De más está decir que no soy un experto en el tema ni muchísimo menos este ejercicio debe ser interpretado como una pretensión de dar lecciones de ética a nadie; con mis próximas columnas, exponiendo las medidas propuestas, solo pretendo poner mi grano de arena para empezar a movernos en la dirección correcta.