En una movida política absurda, el precandidato a la gobernación por el Partido Popular Democrático (PPD), Roberto Prats Palerm, recurrió la pasada semana al secretario de Justicia de Estados Unidos, William P. Barr, con la intención de paralizar el plebiscito que el Gobierno de turno pretende celebrar en noviembre del año 2020.
Prats le escribió una carta al funcionario federal urgiéndole detener la asignación económica que se apresta solicitar el gobernador Ricardo Rosselló para llevar a cabo la consulta. Mas en su comunicación, el político popular se afana en que el problema de la propuesta plebiscitaria de Rosselló es que esta excluye la alternativa del Estado Libre Asociado (ELA) y que, ante esa alegada afrenta, él no puede cruzarse de brazos.
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Cual triste cantinflada, Prats insiste en defender “la naturaleza o existencia de un pacto bilateral” entre Puerto Rico y Estados Unidos. Habló también de un “ELA sin ambigüedades”.
Típico colonialista, Prats pretende borrar de la historia el hecho de que, en los últimos años, las circunstancias políticas de Puerto Rico cambiaron radicalmente y que hoy el ELA yace descarnado y sin posibilidad de redención.
Este político de carrera olvida que, desde todos los flancos posibles, en los últimos años, funcionarios de las tres ramas del Gobierno estadounidense han dejado claro que el ELA es una farsa y que bajo esa forma de gobierno hemos vivido inmersos en un fiasco.
Han dicho los americanos que el ELA no es ni estado ni libre ni asociado. Han señalado, además, que el alegado pacto del que se aferran los miembros del PPD para darle respiración artificial a su desahuciada ideología es una quimera, y que nuestra realidad política no es otra que la de un territorio sujeto a la plena autoridad del Congreso bajo la cláusula territorial. Quien tenga dudas lo único que tiene que hacer es repasar las disposiciones de la Ley Promesa.
Esa realidad colonial manifiesta en voces de funcionarios del poder estadounidense es la misma que ha sido denunciada por el independentismo puertorriqueño desde el día uno de la aprobación del ELA. A ese coro de voces también se han unido amplios sectores del anexionismo boricua. Sin embargo, solo los populares se muestran sorprendidos y algunos, como el señor Prats, permanecen incrédulos.
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Está claro que el ELA no ha sido más que una triste pantomima cuya sobrevivencia ha estado amarrada a un libreto de falsedades, vocalizado por una clase política sometida que, desde las entrañas del PPD, se ha aferrado a arengas nacionalistas para subsistir.
Y ahora le tocó el turno a Prats, un político ultraconservador que, en su afán de ser el candidato a la gobernación por el PPD, pretende agenciarse pauta con la defensa de un difunto ELA. Pasa por alto, en cambio, que su visión ideológica está aniquilada; que el viejo libreto del ELA se desojó para dejar al descubierto que ese “pacto” que defiende murió y que no hay forma de salvación dentro del marco constitucional estadounidense. Decir lo contrario es perpetuar un engaño.
Es hora de que los miembros del PPD entiendan que el ELA al que por muchos años se aferraron nunca proveyó un gobierno propio, democrático y autónomo para el pueblo de Puerto Rico. Por el contrario, disfrazó la colonia y, desde entonces, ha tratado de persistir ataviada de una impúdica campaña de mentiras y desinformación.
Negar el carácter colonial del ELA y correr despavorido en su defensa, como ha hecho el señor Prats, es un acto de demagogia política que debería ser evaluado por la dirección de su colectividad, a menos que todos y todas en ese conciliábulo partidista divaguen en silencio haciéndose eco de la misma confusión mental.