Así como la libertad de prensa es indispensable para la democracia, la responsabilidad de prensa es indispensable para la sostenibilidad social. La buena información es un ingrediente clave en las sociedades que buscan mejorar su desempeño como tales, pero rara vez oímos hablar de dicha responsabilidad. Los consumidores de información confiamos en que los medios de comunicación hacen su trabajo para determinar lo que van a decir y cómo lo van a hacer.
¿Por qué es esto tan importante? Los seres humanos debemos lidiar con un mundo muy complejo, y uno de los principales efectos de dicha complejidad es la asimetría de información a la que nos enfrentamos. Los medios de comunicación son los llamados a reducir dicha asimetría y es así que, con la expansión, la velocidad y la inmediatez de la comunicación moderna, hoy cada persona dispone de una cascada enorme de recursos para informarse, inimaginable hace unos pocos años.
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Esta accesibilidad, sin embargo, no reduce por si misma los sesgos que toda persona tiene en la formación de sus juicios y opiniones. Por el contrario, los puede acentuar. La ciencia de la toma de decisiones ha mostrado que los seres humanos somos malísimos estimando la posibilidad real de los eventos que nos rodean. Dos de los sesgos más estudiados se denominan disponibilidad y confirmación. Así funcionan: el sesgo de disponibilidad nos lleva a pensar que lo que recordamos fácilmente es lo más probable, y el sesgo de confirmación nos lleva a darle más credibilidad a aquello que confirma lo que ya creíamos.
Cuando estos sesgos operan en conjunto, pueden llevar a una espiral de creencias y convicciones cada vez más alejadas de la realidad y que terminan en comportamientos reales potencialmente peligrosos para la estabilidad social. Esto es lo que pasa, por ejemplo, en las crisis financieras que se aceleran por el comportamiento no racional de los agentes del mercado que caen en esta espiral de sesgos en sus opiniones.
Recientemente, en nuestra isla se ha disparado un espiral de pesimismo como consecuencia de varios crímenes que han sido captados en videos difundidos en toda red social imaginable. Los opositores al Gobierno capitalizan la situación, y el mecanismo de disponibilidad y confirmación se acelera. Las personas se asustan ante las malas noticias y buscan más información sobre ellas profundizando la “disponibilidad” de lo malo. Esto forma creencias que buscan su propia confirmación, lo que lleva a la gente a sobrevalorar la información consistente con la mala expectativa y a filtrar aquella que la contradiga.
Igualmente, en la tarde de ayer se suscitó una desafortunada cadena de eventos que llevó a que un error de comunicación de parte de la portavoz de Fiscalía Federal llevara a los medios a proyectar el supuesto arresto de la secretaria de Educación, Julia Keleher. Ante la publicación de un medio tras otro, muchos de estos intentando mantenerse en la competencia por brindar las noticias con la mayor inmediatez posible, analistas del ámbito político llegaron a concluir que el arresto era producto de acusaciones por un esquema de corrupción. A fin de cuentas, todo se trataba de una orden de un juez federal solicitando documentos en un caso que lleva más de 7 años ventilándose en el Tribunal Federal.
En medio de este tipo de situaciones, uno espera que los medios hagan uso de la responsabilidad de prensa para asegurar que la situación no se salga de control ofreciéndoles a los ciudadanos una gran dosis de objetividad y análisis. Sin embargo, aparece en los noticieros una avalancha de amarillismo negativo que se regocija en la morbosidad por la tragedia, aceitada por los videos de los televidentes, que si captan algún robo, pelea o accidente con su teléfono móvil, los proyectan al aire sin remordimiento alguno. Y también aparecen columnistas que aprovechan su privilegiado espacio para desahogos personales y ofensivos. Dios nos libre de los medios que caen demasiado en la tentación comercial del rating y gastan poco tiempo en deliberar cual es el mejor uso para la sociedad de su poderoso espacio. Dios también nos libre de los columnistas que buscan aumentar sus likes y shares, en lugar de ofrecer a sus lectores análisis y opiniones informativas y útiles.
Tal y como lo dijo en su momento el Papa Juan Pablo II: “La libertad no consiste en hacer lo que nos gusta, sino en tener el derecho a hacer lo que debemos”. Esperemos que los medios usen de forma responsable su libertad, su capacidad para decir y publicar lo que quieran, y ayuden de verdad al consumidor de información a encontrar un equilibrio en medio de la abundancia de esta.